lunes, 2 de septiembre de 2019

COMENTARIO ELEISON Número DCXXXIII (633) - 31 de agosto de 2019



“Post-Modernidad” – II

Dios nos da libertad, facultad de libre albedrío,
Pero no el derecho a elegir entre el bien y el mal.
A riesgo de cansar a los lectores con variaciones sobre el tema de la Verdad, estos “Comentarios” harán más comentarios sobre el resumen de La Cultura como religión; la interpretación posmoderna de la relación entre cultura y religión de Wojcieck Niemczewski, citada aquí la semana pasada. Porque en verdad debemos salvar nuestras almas, y un grave peligro en el camino de salvar nuestras almas es el enceguecimiento de nuestra más alta facultad, que es nuestra mente, sobre la cual sigue inmediatamente la corrupción de nuestros corazones. Y el peligro más profundo para nuestras mentes hoy en día es la suposición universal de que las ideas no importan, que la verdad no es importante. Vean cómo el Vaticano II prefirió la modernidad al catolicismo fiel, especialmente en el documento conciliar de Gaudium et Spes, y luego cómo la Fraternidad San Pío X prefirió a los romanos conciliares a su Fundador fiel, y en cada caso, cómo la gran mayoría de los sacerdotes y de los laicos siguieron la corriente.
Comencemos por poner en orden los pensamientos de Niemczewski, para ver de dónde viene y hacia dónde va: 1 No hay un Dios objetivo porque “Dios” es la fabricación subjetiva dentro de cada uno de nosotros. 2 Por lo tanto, las antiguas “verdades” de la religión y la filosofía de ayer ya no tienen fundamento. 3 Además, ya no encajan en el mundo real de hoy, que está cambiando en todos los ámbitos y más rápido que nunca. 4 Peor aún, están bloqueando el progreso moderno, o la “cultura de la elección” que nos permite adaptarnos al cambio, y que garantiza la libertad de cada uno de nosotros para armar su propio estilo de vida. 5 Para permanecer adaptable a la modernidad, el hombre posmoderno debe aceptar esta “cultura de la elección” no universal y no obligatoria que no impone al hombre ni normas ni ningún ser superior a él. 6 En conclusión, la verdad debe dar paso a la libertad, la religión a la cultura y la dirección a la deriva. 7¡Abajo con la Verdad, arriba con la “cultura de la elección”!
Desgraciadamente para el hombre posmoderno, hay una realidad fuera de su mente, tan cercana a él como sus propios brazos y piernas, y esta realidad extra-mental tiene leyes propias, de ninguna manera dependientes de su mente. Por ejemplo, si tiene dolor de muelas, tendrá que ir al dentista y no al pescadero. Y estas leyes no son sólo físicas sino también morales. Por ejemplo, si una pobre muchacha tiene un aborto, no va a poder deshacerse de sus remordimientos de conciencia, por mucho que le gustaría hacerlo. El libre albedrío de cada uno de nosotros, los seres humanos, es incuestionablemente libre – de ahí la posibilidad de la “cultura de la elección” de Niemczewski – pero esa cultura de la elección sólo puede funcionar dentro y no fuera del marco estructurado de las leyes de la realidad extra-mental, físicas y morales. Así que soy libre de elegir por mi eternidad el Cielo o el Infierno, pero no soy libre de elegir romper seriamente la ley moral y aun así ir al Cielo.
Los antiguos griegos en su apogeo precedieron a la Encarnación de Nuestro Señor por cientos de años, de modo que no tenían ningún beneficio de la gracia sobrenatural o de la iluminación. Pero naturalmente observaron – no inventaron – las graves e inevitables consecuencias de que los seres humanos se levantaran contra la estructura moral de la vida humana, y le dieron un nombre: “hubris”, hoy la llamaríamos “orgullo”. Así pues, la presentación de Niemczewski de la “cultura de la elección” comienza por negar a Dios y termina por desafiarlo, pero aunque puede inclinar las mentes de los hombres a favor de su “cultura”, es incapaz de alterar la Existencia eterna e inefable de Dios, o la necesidad eterna y absoluta de la Verdad. Por ejemplo, si no existe tal cosa como la verdad, entonces eso al menos es una verdad. Por lo tanto, al negar todo o cualquier dogma, nadie es tan dogmático como los masones, y en su socavamiento subjetivo de toda doctrina, nadie es tan doctrinal como los Modernistas y los Neo-modernistas.
En resumen, un hombre como Niemczewski se niega a reconocer que alrededor de la esfera de elección de la humanidad hay un anillo de realidad que no es de la elección del hombre. Los eclesiásticos del Vaticano II se niegan a reconocer que el Depósito de la Fe no puede modernizarse. Y los líderes de la Neo-Fraternidad San Pío X se niegan a reconocer que los conciliares romanos son mercaderes de fantasía. La “cultura de la elección” terminará por costarles caro a todos ellos. Puede costarles la eternidad si no pueden recobrar su cordura católica.
Kyrie eleison.