CARTA DE LA UNIÓN SAN JUAN MARÍA VIANNEY (CAMPOS) A JUAN PABLO II
[Una muy similar podría ser enviada a Francisco por la FSSPX en cualquier momento]
FUENTE
Santísimo
Padre,
Humildemente
posternados a los pieles de Vuestra Santidad, nosotros sacerdotes de la Unión
Sacerdotal San Juan María Vianney de la diócesis de Campos, Estado de Río,
Brasil, deseamos presentar un pedido al Vicario de Cristo y expresarle nuestra
gratitud.
No
tenemos ningún título que presentarle; somos los últimos sacerdotes de Vuestro
presbiterio; no poseemos ni distinción, ni cualidades, ni mérito. Pero nuestra
condición, por demás honorable, es de formar parte de las ovejas de Vuestro
rebaño y esto es suficiente para atraer la atención de Su Santidad. El único
título que nosotros reivindicamos con honor es el de católicos apostólicos y
romanos.
Y,
en nombre de nuestra fe católica apostólica y romana, nos hemos esforzado en
conservar la santa Tradición doctrinal y litúrgica que la Santa Iglesia nos ha
legado y, en la medida de nuestras pobres fuerzas y sostenidos por la gracia de
Dios, de resistir a lo que Vuestro predecesor de ilustre memoria el Papa Paulo
VI llamó la “autodemolición” de la
Iglesia. Es de esta manera que nosotros esperar dar el mejor servicio a Su
Santidad y a la Santa Iglesia.
Santísimo
Padre,
Nosotros
siempre hemos considerado estar en la Iglesia católica, de la cual nosotros
jamás tuvimos la intención de separarnos a pesar de la situación de la Iglesia
y los problemas que han afectado a los católicos de la línea tradicional, que
Vuestra Santidad conoce, y que, creemos, llenan Vuestro corazón como los
nuestros de dolor y de angustia: sin embargo jurídicamente nosotros hemos
estado considerados como viviendo al margen de la Iglesia.
He
aquí nuestro pedido: que seamos aceptados y reconocidos como católicos.
Viniendo
al encuentro de nuestro deseo, Su Santidad ha encargado a Su Eminencia el cardenal
Darío Castrillón Hoyos, Prefecto de la Sagrada Congregación para el Clero, de
proceder al reconocimiento jurídico de nuestra posición de católicos en la
Iglesia.
¡Cómo
se lo agradecemos Su Santidad!
Nosotros pedimos, oficialmente, colaborar con Su
Santidad en la obra de la propagación de la fe y de la doctrina católica, con
celo y por el honor de la Santa Iglesia – “Signum levatum in nationes” –;
en el combate contra los errores y las herejías que amenazan destruir la barca
de Pedro, inútilmente porque “las puertas del Infierno no prevalecerán
contra ella”.
Nosotros
depositamos en las augustas manos de Su Santidad nuestra profesión de fe
católica: nosotros profesamos una perfecta comunión con la Sede de Pedro de la
cual Su Santidad es legítimo sucesor. Reconocemos Vuestra primacía y Vuestro
gobierno sobre la Iglesia universal, pastores y fieles. Declaramos que, por
nada de este mundo queremos separarnos de la Piedra sobre la cual Jesucristo
fundó su Iglesia.
Y
si acaso en el calor de la batalla por la defensa de la Verdad católica
cometimos algún error o causamos algún disgusto a Su Santidad, aunque nuestra
intención siempre ha sido servir a la Santa Iglesia, imploramos humildemente
Vuestro paternal perdón.
Renovamos
nuestros más profundos sentimientos de veneración hacia la augusta persona del
Vicario de Jesucristo sobre la tierra, y solicitamos para nosotros y para
nuestro ministerio el precioso beneficio de la bendición Apostólica.
Hijos
humildes y obedientes de Su Santidad,