jueves, 21 de abril de 2016

¿NORMALIZACIÓN CANÓNICA? POR MONS. TOMÁS DE AQUINO OSB

El R.P. Franz Schmidberger, el día 19 de febrero, expuso las razones por las cuales le parece llegada la hora de normalizar la situación canónica de la Fraternidad y, se puede suponer, de las comunidades amigas.
Entre las razones presentadas por el antiguo superior general de la Fraternidad San Pio X, encontramos el hecho de que Mons. Lefebvre procuró una regularización canónica para su congregación. Esto es en parte exacto y en parte inexacto.
Hablando de Dom Antonio de Castro Mayer, Mons. Lefebvre decía (creo que en 1985) que era necesario que el Obispo emérito de Campos comprendiese que era preciso entrar en la ilegalidad. Dom Antonio, a pesar de un análisis profundamente teológico de la crisis actual, permanecía preso en una legalidad que lo paralizaba. Por temor a la ilegalidad, Dom Antonio no ordenó ningún sacerdote entre 1984, fecha en que fue forzado a dejar su función de Obispo titular de Campos, y 1988, fecha de las consagraciones de los cuatro Obispos de la FSSPX. Mons. Lefebvre entendía mejor lo que dice San Pablo: “la letra mata y el espíritu vivifica”. Éste había discernido el golpe maestro de Satanás que fue el haber lanzado a toda la Iglesia en la desobediencia a la Tradición, por obediencia. La virtud de la obediencia utilizada era contra su finalidad. El bien al servicio del mal.
Que Mons. Lefebvre haya procurado una solución canónica es evidente, pero que no la encontró, es más evidente todavía. Y él no la encontró porque ella no existía y no existirá mientras Roma siga estando ocupada por los enemigos de la realeza universal de Nuestro Señor Jesucristo. Fue por eso que Mons. Lefebvre consagró cuatro obispos en 1988. Él probablemente hubiera consagrado más si Dom Antonio de Castro Mayer hubiese designado algunos sacerdotes para recibir el episcopado, como le fue propuesto a través de Dom Gérard, que vino a Brasil en 1987 con la misión de hacer este pedido a Dom Antonio.
Mons. Lefebvre pensaba que Dom Antonio hubiera podido negarse a abandonar su cargo y hubiera podido escoger a su sucesor enfrentándose a Roma modernista para preservar su diócesis de los errores actuales.
Mons. Lefebvre sí quería una solución canónica, pero una solución canónica no fuese falsa sino verdadera.
Para el P. Schmidberger el momento para esta normalización verdadera parece haber llegado, ya que Roma ya no habla de la aceptación del Vaticano II ni de la legitimidad del Novus Ordo, él dice también que la Fraternidad no se callará respecto a los errores modernos.
Creo que estas garantías son bastantes frágiles pues Dom Gérard y Campos decían también que ninguna limitación les sería impuesta en el combate antimodernista. Ellos nos prometieron continuar el combate e incluso algunos llegaron a decir que era ahora que el combate iba a comenzar de verdad porque ellos lucharían dentro de la Iglesia. Pura ilusión, como los hechos lo demostraron. Ilusión y falsa doctrina, como si la Tradición estuviese fuera de la Iglesia.
Mons. Lefebvre se daba cuenta de estas ilusiones en Dom Gérard. Mientras que el modernismo reine en Roma, toda esperanza de una verdadera normalización será vana.
El P. Schmidberger dice también que la Resistencia perdió el sentido y el amor a la Iglesia. Ciertamente que nosotros deberíamos tener más virtudes, más fe y más caridad. Sin embargo, podemos decir, en nuestra defensa, que en la Resistencia se estudia Pascendi, Syllabus, Quanta Cura, Quas Primas, Quadragesimo Ano, etc. En la Resistencia se lee “La Historia del Catolicismo Liberal” del P. Emmanuel Barbier. En la Resistencia se traduce al portugués y se edita el libro “Pedro, ¿me amas?” de Daniel le Roux. En la Resistencia se publica “Le Sel de la Terre” y se tiene veneración por Mons. Lefebvre y Dom Antonio de Castro Mayer. Sus obras son estudiadas y explicadas a los fieles.
Si no hacemos más es por nuestra culpa, pero hacemos algo y este algo creo que lo hacemos por tener el sentido y el amor a la Iglesia.
Que Dios aumente en nosotros ese amor a la Iglesia por intercesión del Inmaculado y Doloroso Corazón de María.
 + Tomás de Aquino, OSB.