Una carta propone a
los sacerdotes de la Fraternidad San Pio X un método para retomar el diálogo.
Esta
es un poco la carta de la última oportunidad. La que se escribe con
inteligencia pero también con todo el corazón para salvar una situación en
apariencia perdida. Esta carta no ha sido hecha pública y no tiene vocación
para serlo, pero ella circula desde hace poco en los medios de la Fraternidad
San Pio X. Ella ha sido redactada por Monseñor J. Agustín Di Noia, un amigo
personal de Benedicto XVI en noviembre pasado. Fue enviada antes de Navidad a
Monseñor Bernard Fellay, superior general de esta Fraternidad Sacerdotal en
ruptura con Roma y heredera directa de Monseñor Marcel Lefebvre, su fundador.
Una
carta muy importante porque su signatario, Monseñor Di Noia, un americano, ha
sido especialmente llamado desde Estados Unidos a Roma en junio pasado por el
Papa para confiarle la responsabilidad de la vice-presidencia de la comisión
Ecclesia Dei la cual está encargada, en el marco de la congregación para la
Doctrina de la fe, de sanar las relaciones con los lefebvristas. No hay mejor
autorizado en esta materia. Es evidente, teniendo en cuenta la importancia de
este asunto a los ojos del Papa y del silencio de estos últimos meses sobre
este expediente del cual Benedicto XVI es el inspirador y debió dar un vistazo
al contenido. La carta lo dice: “extremadamente deseoso de superar las
tensiones”.
En
Menzingen, la sede suiza de la Fraternidad San Pio X, se reconoció la
existencia de este documento y el hecho que Monseñor Fellay lo haya hecho
difundir a sus sacerdotes, ya que, a través de él, esta carta les está
destinada directamente. No se tiene por el momento ningún comentario salvo que
lo reconocen y la carta es cuidadosamente estudiada.
¿Qué
dice este documento de ocho páginas traducido del inglés al francés? Tres
elementos esenciales: el estado actual de las relaciones, el espíritu de estas
relaciones, el método para retomar el diálogo.
La cuestión del Concilio.
El
estado actual de las relaciones entre Roma y Ecône está descrito sin maquillaje
por Monseñor Di Noia. Estas relaciones permanecen “abiertas” y “plenas de
esperanza” incluso si las recientes declaraciones en diferentes niveles de la
Fraternidad estos últimos meses pudieran hacer dudarlo. En cuanto a los
esfuerzos hechos desde el principio del pontificado de Benedicto XVI para un
acercamiento, ellos no han cambiado en nada, estima Monseñor Di Noia en razón
del desacuerdo fundamental que subsiste sobre la cuestión del Concilio. Este
americano, fino diplomático pero realista, estableció por primera vez a este
nivel un reconocimiento de un “callejón sin salida” en el sentido de que el
desacuerdo sobre el fondo no ha evolucionado ni un ápice.
Segunda
parte del documento, el espíritu de las relaciones. Importa al autor de la
carta de transformarlo, sin que el intercambio “cortés” entre las dos entidades
pudiera ser “sin solución”. ¿Cómo? Inspirándose en los sabios consejos de Santo
Tomás de Aquino cuando se trata de preservar la unidad de la Iglesia. Evitando “el
orgullo, la cólera, la impaciencia”. El “desacuerdo sobre puntos fundamentales”
no debe excluir el hablar de cuestiones disputadas con un “espíritu de apertura”.
La última parte de la carta
propone dos ejes para salir del bloqueo actual porque la FSSPX no tiene futuro
en “la autonomía”. Reconocer en primer lugar –y Roma lo ha hecho como nunca
antes- el “carisma” propio de Monseñor Lefebvre y de la obra que él fundó que
es la “formación de sacerdotes” y no la “retórica áspera y contraproducente” ni la de “corregir públicamente a otros en la Iglesia”. Y, segundo eje –totalmente
nuevo porque recurre a un documento, Donum Veritatis, que fue publicado en 1990 para
encuadrar la disidencia de teólogos progresistas: considerar que es legítimo,
en la Iglesia Católica, tener “divergencias” teológicas, pero que estas “objeciones”
deben ser expresadas en lo interno y no en lugar público, para “estimular el
magisterio” a mejor formular su enseñanza. Y no bajo la forma de un “magisterio
paralelo”