domingo, 13 de febrero de 2022

SERMÓN PARA EL DOMINGO DE SEPTUAGÉSIMA - P. Trincado

 
La Virgen del Rosario, Arias, 1664


San Pablo, en la epístola de hoy, nos enseña que en esta viva debemos luchar constantemente en contra de las malas tendencias que nos combaten desde dentro.

Castigo mi cuerpo y lo esclavizo, dice, porque es necesario reprimir la carne que tiende siempre a rebelarse y muchas veces nos impulsa hacia el pecado. 

Se trata, entonces, de someter al cuerpo al alma; de lo contrario, el cuerpo esclavizará al alma y la llevará el infierno.

San Pablo nos pone el ejemplo de los judíos, que pecaron gravemente y murieron en el desierto, porque lo que a ellos les sucedió -dice la Escritura- fue para enseñanza nuestra.

Dice: no debéis de ignorar, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos a la sombra de aquella nube (había una nube que milagrosamente protegía a los hebreos del sol ardiente del desierto, y que simboliza la protección constante de Dios a su Iglesia), que todos pasaron el mar (los hebreos pasaron en seco el mar Rojo, mientras que los egipcios murieron ahogados cuando el mar, que milagrosamente se había abierto, se cerró); y que todos, al mando de Moisés, fueron en cierta manera bautizados en la nube y en el mar (eso simboliza el bautismo de los católicos); que todos comieron el mismo alimento espiritual (el maná, que simboliza la Eucaristía católica), y todos bebieron la misma bebida espiritual (que simboliza la sangre eucarística de Cristo), porque bebían del agua que salía de la piedra misteriosa que los iba siguiendo (la que al ser golpeada por Moisés dio agua para todo el pueblo); y la piedra era Cristo (simbolizaba a Cristo). Pero a pesar de eso -termina diciendo San Pablo-, la mayoría de ellos desagradó a Dios y por eso quedaron muertos en el desierto.

La esclavitud en Egipto simboliza el estado anterior al Bautismo. El faraón es el diablo. Antes de ser bautizados, el demonio tiene derechos sobre nosotros. Una vez bautizados dejamos de ser del demonio y empezamos a ser de Cristo. Los israelitas, cuando iban por el desierto, a veces se querían volver atrás. Todo el que comete pecado mortal vuelve a Egipto, vuelve a hacerse esclavo del demonio. La travesía por el desierto es figura de la vida terrena, pues acá estamos no para quedarnos, sino de camino al Cielo… o al infierno. La tierra prometida, a la que debían llegar los hebreos, simboliza el Cielo, que es la meta a la que Dios quiere que todos lleguemos.

De todos esos beneficios disfrutaron los judíos, pero, no obstante eso, casi todos quedaron muertos en el desierto (cientos de miles) sin poder entrar en la tierra prometida. Sólo dos de los que, 40 años antes, salieron de salieron de Egipto, lograron entrar en la tierra prometida: Josué y Caleb.

Que no nos suceda que por causa del los pecados, quedemos nosotros también muertos en el desierto, sin poder llegar a la tierra prometida del Cielo

Dios ha dado a los católicos muchos más beneficios y protecciones que a los hebreos, y entre ellos sobresale el Rosario. Las almas devotas del Rosario serán especialmente protegidas por la Virgen santísima en esta travesía por el desierto y entrarán en la verdadera tierra prometida.

Estimados fieles: recen el Rosario. Estas son las Promesas del Rosario que la Virgen dio en 1475 a la Iglesia. Lean atentamente:

1. El que me sirva, rezando diariamente mi Rosario, recibirá cualquier gracia que me pida. [Si conviene al alma]

2. Prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que devotamente recen mi Rosario.

3. El Rosario será un fortísimo escudo de defensa contra el infierno, destruirá los vicios, librará de los pecados y exterminará las herejías.

4. Dará la virtud y las buenas obras abundarán. Dará la piedad de Dios a las almas. Rescatará a los corazones de la gente de su amor terrenal y vanidades, y los levantará en deseos de las cosas eternas. Las almas se santificarán por este medio.

5. El alma que se encomiende a mí, en el Rosario, no perecerá.

6. El que rece devotamente mi Rosario, meditando sus misterios, no se verá oprimido por la desgracia. Si es pecador se convertirá; si justo, perseverará en gracia y será digno de la vida eterna.

7. Aquel que sea verdadero devoto del Rosario no perecerá sin los Sagrados Sacramentos.

8. Aquellos que recen con mucha fe el Santo Rosario en la vida y en la hora de su muerte, encontrarán la luz de Dios y la plenitud de su gracia. En la hora de la muerte participarán en el paraíso por los méritos de los Santos.

9. Libraré del purgatorio a quienes recen el Rosario devotamente.

10. Los hijos devotos al Rosario merecerán una Gloria especial en el cielo.

11. Todo lo que me pidan mediante el Rosario lo obtendrán. [Si conviene al alma]

12. Aquellos que propaguen mi Rosario serán asistidos por mí en sus necesidades.

13. Mi hijo me ha concedido que todo aquel que se encomiende a mí al rezar el Rosario, tendrá como intercesores a todos los santos durante la vida y a la hora de la muerte.

14.- Los que rezan mi Rosario son todos hijos míos muy amados y hermanos de mi Unigénito Jesús.

15. La devoción a mi Rosario es una gran señal de predestinación a la gloria. [Indica que alguien se va a salvar]