“Las conversaciones doctrinales continúan, éstas se vuelven cada vez más interesantes porque las autoridades comienzan a abrir la discusión.”
“Entonces algunos dicen: “¡Atención, atención! Si ustedes van a hacer un acuerdo, después ellos van a cerrarles la boca”. ¡Pero eso ya terminó! ¡Se terminó! Hay otros que hablan, ya no somos los únicos. Ya no tenemos el monopolio de la protesta.”
“¿Habrá o no acuerdo? ¡Yo mismo no sé nada! Ya veremos.”
Conferencia de Mons. Fellay, el 8 de octubre de 2016, en Port-Marly (Francia)
Esta conferencia del Superior General de la FSSPX se podría titular así: “Sobre el difícil pero seguro camino hacia la sumisión de la FSSPX a la Roma apóstata”. Monseñor Fellay nos dice que las tratativas para lograr el acuerdo presentan numerosos obstáculos, pero que pese a eso se avanza; que hay grandes logros gracias a ellas, y que existe una reacción anti modernista imparable por parte de prelados “conservadores”. Éstos dicen a la FSSPX: vengan con nosotros al pantano para sacarnos del pantano.
Según Mons. Fellay, uno de los grandes avances derivados de las negociaciones con Roma, es que ahora hay una libertad que antes no existía para criticar al Vaticano II. Sucede a Mons. Fellay lo que a esos liberales que se alegran ante la perspectiva de que Cuba deje de ser una tiranía comunista sin “libertades” y pase a ser una república democrática llena de “libertades”. Como dijo una vez Dom Jahir en el seminario de La Reja: ¡el concilio debe ser destruido! No basta con que los herejes romanos toleren que se le critique, sino que de él, del más nefasto acontecimiento de toda la historia de la Iglesia, no debe quedar piedra sobre piedra.
Como es habitual, esta nueva conferencia de Mons. Fellay no aporta sino más ilusión, más ambigüedad y más confusión.
Hemos suprimido los subtítulos puestos por los editores.
Conferencia
de Mons. Fellay el 8 de octubre de 2016, Port-Marly (Francia)
Durante
las Jornadas de la Tradición, Mons. Bernard Fellay, Superior general de la
FSSPX dio una conferencia cuya transcripción de la segunda parte encontrarán
aquí, consagrada al estado presente de las relaciones con Roma. El texto
integral de esta conferencia será publicado en el siguiente número de Nouvelles de Chrétienté (n°161, octubre
2016).
De
repente, hace poco más de un año, Roma nos hizo una nueva proposición. Ellos
estaban verdaderamente bloqueados porque nosotros decíamos: no. Nosotros no
podemos decir que el Concilio es tradicional. No podemos. Y luego esta nueva
misa, no podemos decir que es buena. ¡Pues bien! De repente, nos han hecho una
nueva proposición, y se puede comprender lo que pasó a través de ciertas
entrevistas dadas por Mons. Pozzo. Él explica que, al principio, nos quisieron
hacer aceptar todo y no funcionó. Entonces se preguntaron cómo salir de esto
pues todo estaba bloqueado, y parece que encontraron el medio. Fue el
distinguir en el Concilio ciertas partes más importantes y otras menos
importantes. La primera vez que Mons. Pozo habla de esto, es en el mes de
febrero de este año 2016, pero vean que fue casi nueve meses después de que nos
hicieron su proposición.
Ellos
efectivamente dejaron caer cosas bastante importantes. Ya no nos piden
pronunciar la “profesión de fe del cardenal Ratzinger”. Allí donde Mons.
Lefebvre había tropezado precisamente sobre una palabra del cardenal Ratzinger
que había hecho un agregado a la profesión de fe habitual. Y este añadido
concierte lo que se llama el magisterio auténtico. El cardenal Ratzinger, en
esa época, explicó que con este añadido se pedía una sumisión religiosa a los
textos del magisterio auténtico, obligando a los católicos a aceptar el
Concilio.
Se
puede discutir sobre ello: en sí, es verdad que debemos a los textos, como una
encíclica por ejemplo, una sumisión respetuosa. Es normal de recibir este texto
respetuosamente, pues es la autoridad suprema quien lo expide. En sí, la frase
no es chocante, es incluso católica. Pero por supuesto, cuando se hace el
enlace con este Concilio, esto comienza a volverse más molesto [Nótese: el Vaticano II es algo que sólo causa “molestia”]
Y
por lo tanto, nosotros estábamos verdaderamente atascados sobre esta profesión
de fe. Pues bien, finalmente ¡ya no nos la piden! Nos piden pronunciar la
antigua, la que llamamos la profesión de fe tridentina o de Pio IV. Este texto
ellos la llaman la “profesión de los padres del Concilio”. Sí, los padres del
Concilio, es decir, todos los obispos reunidos en el concilio Vaticano II,
hicieron, al principio de la primera sesión, una profesión de fe que es la
profesión de fe tradicional. Igualmente la misa celebrada durante el Concilio,
era la antigua misa…
En
segundo lugar, ellos tacharon todo lo que concierne a la libertad religiosa, al
ecumenismo. Ya no nos piden nada. ¡Es interesante! ¿Por qué lo hacen? En esta entrevista dada a Zenit en el mes de
febrero (28 de febrero 2016 NDLR), vemos que de todas formas hay que aceptar
todo el Concilio. Pero efectivamente, hay grados. Y este pensamiento será
precisado en el mes de abril (La Croix, 7 abril 2016). Y esto se vuelve
particularmente interesante, porque de repente nos dirán que lo que ha sido
producido por el Concilio pero que no es dogmático, es decir todo lo que son
declaraciones, declaraciones al mundo, etc., no son criterios de catolicidad,
según Mons. Pozzo. ¿Qué
quiere decir esto? “Ustedes no están obligados a estar de acuerdo para ser católicos”.
Esto es lo que él empezó a decir hablando de la Fraternidad. Y a nosotros, de
una manera explícita, nos dijo: “Sobre la libertad religiosa, sobre el
ecumenismo, sobre Nostra ætate, sobre la reforma litúrgica, ustedes
pueden mantener su posición”. Cuando yo lo escuché, encontré esto tan fuerte,
que yo le dije: “No es imposible que yo deba pedirle que venga a decírnoslo,
porque nuestros cofrades no me van a creer”. Y todavía hoy, yo pienso que es
legítimo plantear la pregunta: ¿Es serio esto? ¿Es verdad o no? Mons. Pozzo efectivamente ha dado varias
entrevistas. Les cité la del mes de abril, pero están las del mes de julio
(Zenit, 4 de julio de 2016, y Christ und Welt, 28 de julio de 2016)…
Entre las dos, en el mes de junio, su superior, el Cardenal Müller, dijo lo
contrario (Herder Korrespondenz, juin 2016).
Así
que por un lado tienen a Mons. Pozzo que es el secretario de la Comisión
Ecclesia Dei, que dijo en público (en La Croix del 7 de abril de 2016): “Las afirmaciones de las verdades de fe y de
doctrina católica segura contenidas en los documentos del concilio Vaticano II
deben ser acogidas según el grado de adhesión requerido”, prosigue el obispo
italiano que repite la distinción entre el dogma y ciertos decretos o
declaraciones conteniendo las “directivas para la acción pastoral,
orientaciones y sugerencias o exhortaciones de carácter práctico-pastoral, como
es notablemente el caso de Nostra aetate, abriendo un diálogo con
las religiones no cristianas. Éstas constituirán, incluso después del
reconocimiento canónico, un tema de discusión y de profundización en vista de
una mayor precisión, con el fin de evitar los malentendidos o equívocos que,
nosotros lo sabemos, están extendidos en el mundo eclesial actual”. Es muy
interesante.
Pero
son las palabras que no son siempre muy claras. Sea que uno se sitúe de un lado
o del otro, Mons. Pozzo se encuentra un poco arrinconado. A nosotros él nos
dice: “Ustedes tienen el derecho de no estar de acuerdo y ser católicos”. Sin
embargo, si se dice demasiado fuerte en el mundo de los modernos, es la
revolución. ¿Por qué? Porque, y esto nosotros siempre lo hemos dicho: estos
famosos gérmenes mortíferos para la Iglesia, introducidos en el Concilio, han estado
en estos documentos sobre el ecumenismo, la libertad religiosa, Nostra aetate,
la relación con las religiones no
cristianas. Es así, también con Gaudium et spes, que es donde se
encuentra más fuertemente expresado este acercamiento positivo del mundo. Es
por eso que nosotros siempre hemos dicho que estamos en contra. En el Concilio,
seguro, se encuentra la repetición de muchos dogmas, allí se dice que existe la
Santísima Trinidad, que Nuestro Señor Jesús es Dios, ¡allí se dice todo eso! Se
dice también en el Concilio, que para ser salvado es necesario pasar por
Nuestro Señor. Esto es dicho en el Concilio. Hay quien incluso se ha divertido
al demostrar que nosotros éramos más fieles al Concilio que los jesuitas…
Pero
el problema no son las buenas cosas que podemos encontrar en él y que existen
realmente. ¡El problema es el mal! Si usted pone en una sopa una gota de
cianuro, le pone buenas legumbres, buen caldo, la mejor agua, el potaje es
imbebible a causa del veneno. Es lo que pasa en el Concilio. Es por eso que
nosotros decimos que el Concilio es imbebible. No a causa de las buenas cosas
que podemos encontrar allí, sino a causa del veneno. Y justamente, este veneno
se encuentra concentrado no en todas partes, sino en un cierto número de estos
documentos de los cuales Mons. Pozzo nos dice ahora: “Ustedes no están
obligados a aceptarlos para ser reconocidos como católicos”.
Otra
vez, la gran mayoría de la gente que están en la Iglesia hoy, piensan
exactamente lo contrario. Es decir que ellos ven en estos documentos el
fundamento de su Iglesia, lo que llamamos la Iglesia conciliar. Los modernos
viven precisamente de esto. Una parte de nuestra acción consiste en decir lo
que yo les digo de manera suficientemente abierta para ver cómo los modernos
van a reaccionar, porque -en sí- ellos deben reaccionar. Ellos no pueden dejar
pasar esto. Ellos deben reaccionar en Roma y deben decir a las autoridades:
“Esto no es posible”. Algunos tendrán un “son ellos o nosotros”. Es
inconciliable. Veremos lo que pasará.
El
cardenal Müller ha insistido diciendo: “No, la Fraternidad debe aceptar todo el
Concilio”. E incluso ha hablado de un compromiso sin restricción sobre el
ecumenismo. Pero no solamente… Él habla de la liturgia, de la libertad
religiosa. Y luego su subordinado vuelve a decir lo contrario, en julio. ¡Es el
desorden! ¿Qué debemos creer? Es imposible pensar que Mons. Pozzo diga estas
cosas sin estar apoyado. Y de hecho quien lo apoya es el Papa. Evidentemente
son situaciones increíbles. Y yo espero a ver, pues ya ha habido acciones
contrarias. Hubo por ejemplo unos laicos alemanes unidos a una asociación judía
(domradio.de, 19 mayo 2016) que hicieron una declaración pública diciendo:
“Aceptar la Fraternidad sin Nostra aetate, es inadmisible” […] (pone más
ejemplos de oposición).
Hubo
más publicaciones… Especialmente la de un jesuita suizo (Christian Rutishauser
SJ, Tages-Anzeiger, 30 septiembre 2016) que es uno de los miembros
pertenecientes a el comité que aconseja al papa en sus relaciones con los
judíos. Acaba de declarar en un periódico de su país que va a hablar al papa,
pues es absolutamente inaceptable recibir a la Fraternidad sin obligarla a
adherirse a Nostra aetate. Así que es razonable pensar que habrá una
presión enorme para hacer revisar estos juicios que ahora son públicos, como el
de cierto número de documentos del Concilio no obligan para ser católico.
Entonces veremos, será muy interesante.
Veremos
lo que hace la autoridad. Si la autoridad mantiene el principio, incluso sin
decir quién tiene razón y quién está equivocado… Pues el simple hecho de decir
que tenemos el derecho a no estar de acuerdo, es un perno que le quitamos al Concilio
o un tornillo que le quitamos. Entonces esto se vuelve extremadamente
interesante. Esto puede ser el principio del fin del Concilio: que la Iglesia
diga que no es obligatorio, lo que en sí es verdad: no es obligatorio. Que la
autoridad lo diga, esto podría bien ser un principio muy interesante. No es el
fin del combate, sino se restaura un principio muy importante diciendo: “no,
estos textos no son obligatorios”.
Esta idea de no obligatoriedad es una nueva manera
de pensar, sobre la cual no digo que sea buena, pero que vemos aparecer desde
hace algunos años y que es extremadamente importante. Cuando en 2014 discutimos
con la Congregación para la Doctrina de la Fe, nosotros tratamos de demostrar
que había un gran problema al nivel de la enseñanza en la Iglesia, al nivel del
magisterio. Y tomé varios ejemplos.
(…)
Ellos enseñan sin enseñar. Esto
establece una confusión en todas partes. Es una nueva actitud… Hasta ahora,
estaba claro para todo católico que cuando Roma habla: Roma locuta est,
causa finita est. Roma habla, Roma enseña y punto. Y allí nos están
diciendo que no, “solamente damos pistas de reflexión”. En muchas de estas
encíclicas, Juan Pablo II incluso ha hablado de “meditaciones”. Ya no es una
enseñanza, es una “meditación”.
Yo
les doy estos elementos para mostrarles dónde estamos. Las conversaciones
doctrinales continúan, éstas se vuelven cada vez más interesantes porque las
autoridades comienzan a abrir la discusión. Hasta ahora era únicamente “obedezcan”.
Se enseña y luego cállense, sométanse. De repente,
ellos cambian de actitud. Yo creo que están
forzados, es un poco una conclusión de lo que me dijo Mons. Pozzo, ellos están
forzados por la situación catastrófica, la confusión absolutamente
generalizada, hasta en Roma. Ellos están forzados a hacer concesiones. Ellos ya
no pueden sostener sus posiciones, esto ya no sirve de nada. [Absurdo: “ellos”, esto es, el Papa y sus secuaces; “ellos”, los
modernistas que ocupan Roma, tienen todo el poder. “Ellos” pueden hacer todos
los cambios que quieran. “Ellos” no se encuentran aprisionados y neutralizados entre
dos bandos. "Ellos" no son pobrecitas víctimas inocentes. ¡"Ellos" son liberales y modernistas! ¡"Ellos" son el enemigo!]
Esto
me hace pensar en estas palabras del cardenal Müller en 2014. Él nos dijo:
“¡Ustedes están obligando a la Congregación para la Doctrina de la Fe a
consagrarles un tiempo precioso, cuando hay enormes problemas en la Iglesia!”
Es interesante, ¡pues es justamente lo que nosotros les mostramos! De repente,
se está constatando que hay enormes problemas. Y ellos se dicen: esta
Fraternidad no es un problema tan enorme. Pero se molestan porque les decimos:
“Ustedes son el problema”. [Si ellos son el problema, ¿para
qué pretende hacer un acuerdo o ser reconocido por ellos?] Ellos ya no
saben cómo tomarnos, y hacen concesiones. ¿Hasta
dónde llegará esto? Ya lo veremos. Pero creo que
actualmente, la situación es tan catastrófica que causa una reacción
extremadamente interesante. En varios niveles.
Al
nivel de las discusiones, todos los obispos enviados por Roma con los cuales
hemos tenido conversaciones doctrinales desde hace dos años, nos han dicho que
los puntos en discusión -siempre los mismos- son “cuestiones abiertas”. Todos
han dicho eso, incluso cardenales. Las “cuestiones abiertas” es decir que se
pueden discutir. Entonces ya no son obligatorias. Y estas discusiones traen sus
frutos. Todavía no los vemos, pues están al nivel de la reflexión teológica. Y
toma mucho tiempo por supuesto. Hay inicios que van en la dirección que he
indicado. Ciertos pasajes de Mons. Pozzo pueden ser interpretados como si
quisiera utilizar estas discusiones para tratar de corregir la situación en la
Iglesia. Pero no se atreve a decirlo demasiado fuerte, pues precisamente hay
una mayoría que va en el otro sentido.
Además,
con lo que hace el papa, ha habido protestas de Cardenales sobre las cuestiones
morales, sobre la cuestión del matrimonio, sobre la cuestión de la comunión
dada a los divorciados vueltos a casar. Hay un cierto número de cardenales que
han tomado posiciones públicas, y también obispos. Hay algunos de ellos que han
expresado claramente, de manera abierta, su rechazo declarando: “No, no haremos
esto”. Hay obispos africanos que han dicho claramente que no se debe dar la
comunión a los divorciados vueltos a casar. Es una reacción que está diciendo
no a la autoridad suprema. Lo que nosotros hacemos desde hace cincuenta años.
Esto se vuelve extremadamente interesante. Ya
no somos los únicos.
Entonces
algunos dicen: “¡Atención, atención! Si ustedes van a hacer un acuerdo, después
ellos van a cerrarles la boca”. ¡Pero
esto ya terminó! ¡Se terminó! Hay otros que hablan,
ya no somos los únicos. Ya no tenemos el monopolio de la protesta. [Como si la protesta fuera gran cosa. Como si la protesta bastara
para oponerse a los destructores de la Iglesia…] Ellos no son muy
numerosos, pero este número aumenta. Y luego, de cuando en cuando, yo recibo
cartas. Como esta, se las leo en inglés porque es una imagen: Stick to your
guns. Always stick to your guns. Esto quiere decir: tengan las
manos en sus revólveres. Sosténganlos
bien. Dicho de otro modo: “Defiéndanse. Siempre.
Y rechazen los compromisos en las cosas que no pertenecen realmente a la
sustancia de la fe: la libertad religiosa, el ecumenismo, el diálogo con las
religiones no cristianas. Somos numerosos en la jerarquía los que pensamos y
creemos lo que ustedes hacen concerniente a estas cuestiones”. Es un obispo
quien me escribió. El no escribe “yo”, escribe “nosotros” somos numerosos.
Escribe también otras cosas más que no me atrevo a leerles pues son tan
aduladoras, pero es de este tipo: “Necesitamos voces que nos digan los límites
de nuestra libertad en estos dominios”. Dice que la Iglesia, que enseña la
verdad, se ha perdido en lo gris, en lo borroso. Y agrega “pero yo creo en la
Iglesia, esto no puede durar, pero este es el estado actual”. Y dice también: “Vengan en nuestro socorro.” Y
también: “¡No cedan en nada, continúen así, los necesitamos!” ¡Esto es nuevo!
¡Esto no existía antes! Los obispos nos decían: evidentemente hay problemas,
pero en fin… Y ahora nos dicen: “¡Resistan, los necesitamos!” Efectivamente, ellos no hablan muy fuerte
porque saben muy bien que si lo hacen, les cortarán la cabeza. [¡Muy valientes! ¿Y si San Juan Bautista o Santo Tomás Moro hubieran
pensado en salvar sus cabezas como estos “heroicos” amigos de Mons. Fellay?
Pero estos vacilantes prelados “conservadores”, de los que con gran entusiasmo
habla reiteradamente Mons. Fellay, no serán decapitados jamás, sino que, a lo más, perderán algunos
cargos, algunos privilegios, algunas de sus comodidades. Entonces, esos prelados
“conservadores” que se limitan a protestar con susurros contra el gran
destructor Francisco y el resto de la banda de los modernistas extremos, ¿son
dignos de alabanza? ¿No será que Dios pide algo más que formular algunas quejas
esporádicas y diplomáticas en la más profunda crisis de toda la historia de la
Iglesia?]
Pero ellos trabajan en el silencio, trabajan en
restablecer la antigua misa, como un arzobispo que me dijo: “Tengo una
generación de sacerdotes que está perdida. No se puede hacer nada con ellos.
¿Qué hago entonces? Me ocupo de los jóvenes”. Y los dos criterios que me dio:
la formación de los sacerdotes, en teología, es la Suma de Santo Tomás, y en
espiritualidad, en liturgia, es la antigua misa. Yo no les digo su nombre,
porque no queremos quemar a estos prelados, pero son varios. Yo lo descubro con
sorpresa, ¡hay un buen número! ¡Y son obispos jóvenes! ¡Y algunos de entre
ellos son nombrados por el papa Francisco! ¡Así que no nombra más que malvados!
Todo está mezclado, como toda su actitud, lo que aumenta la confusión
generalizada. Pero es extremadamente interesante ver que hay este movimiento, y
estoy seguro que ya no se detendrá. ¿Por qué? Porque estos obispos ven dónde
está la verdad, no cederán. Ellos serán molestados, serán arrinconados, porque
están en el sistema, pero ya no cederán. Igualmente estos sacerdotes que han
descubierto la misa antigua, harán todo lo que puedan, serán molestados,
arrinconados, pero la conservarán. Son trozos de la batalla ganados.
Ante nosotros todavía hay grandes combates. Pero, en
medio del desastre que es para desesperarse verdaderamente, incluso para perder
la fe, ¡no hay que desesperar! Esta Iglesia es la del Buen Dios, ella ha sido
transformada en un campo de batalla inconcebible, inaudito, pero vemos, y esta
es justamente nuestra historia, la de cuarenta años de nuestra Fraternidad,
vemos cómo el Buen Dios está con nosotros. Cómo nos sostiene, cómo nos bendice,
a través de todas las miserias, las desgracias que podemos tener, que pueden
hacernos sufrir. A pesar de todo el Buen Dios está allí; por encima de estas
miserias humanas, hay en esta fe y en esta obra de fe que crece. A pesar de
todo él se nos impone discretamente, gentilmente, en nuestro trabajo de todos
los días. Y nos invita a continuar.
Evidentemente estas son situaciones extremadamente
graves. Y ustedes tienen también la obligación de aferrarse a los textos que
son sanos y santos. Los dos. Todas estas encíclicas de los Papas hasta el
Concilio. Es un alimento que los protege contra todas estas locuras derramadas
actualmente por todas partes. ¡Es inconcebible las tonterías que pueden decirse!
Y de todos lados. Humanamente, uno puede preguntarse cómo podemos salir de
esto. ¡Pero no se trata de un combate humano! ¡Y nuestros medios, son los
medios sobrenaturales! Y verdaderamente, si la Fraternidad continúa, es porque
ella está fundada sobre estos medios sobrenaturales, y antes que nada, ustedes
lo saben, sobre la misa y también sobre la Santísima Virgen. Estos dos
elementos son como los tesoros que nos dio Mons. Lefebvre. La misa, el
sacerdocio, con esto todo el esplendor de Nuestro Señor, lo que llamamos su
Reinado social, y luego la Santísima Virgen. Y todo simplemente, si continuamos
así, estamos en la verdad. No es necesario preocuparse, el Buen Dios está allí.
Y lo muestra todos los días. Hay que continuar.
No se preocupen todo el tiempo con estas cuestiones:
“¿Habrá o no acuerdo?” ¡Yo mismo no sé nada! Ya veremos. No cederemos, esto yo
lo sé, con la gracia de Dios. [O miente Mons. Fellay o
mintieron los 3 Obispos que dijeron
al Superior General, el 2012, lo siguiente: "Por
más que se niegue, este deslizamiento es inevitable. ¿No se ven ya en la
Fraternidad los síntomas de esta disminución en la confesión de la Fe?". La
verdad es que la FSSPX ha cedido y muchísimo, sobre todo desde el 2012. Además
de la notoria decadencia del espíritu de lucha en la Fraternidad, la nunca
retractada Declaración Doctrinal de Mons. Fellay, en particular, es una cesión
gravísima y, por lo mismo, una propia y verdadera traición] ¡Que Él
venga en nuestra ayuda! Pero poco a poco vemos el trabajo que se desarrolla con
el tiempo, esta crisis despierta al pequeño número. Oremos por esta intención.
Y para terminar, ¡gracias a Monseñor Lefebvre! Hay que tenerle una gran
gratitud, no olvidarlo. Y gracias también a todos aquellos que mantienen esta
obra, a ustedes también, queridos fieles.
Para mantener el carácter propio de la conferencia, se
mantuvo el estilo hablado.
(Fuente: FSSPX / MG - Transcripción, título,
subtítulos y referencias: DICI Nº 342 de 14/10/16)