El 25 de marzo de 1991, el Arzobispo Marcel Lefebvre, fundador de la Sociedad de San Pío X, concluyó su peregrinación terrena. Han pasado 33 años desde entonces, y nunca más que hoy comprendemos cuán importante fue su compromiso y su celo apostólico -como verdadero Confesor de la Fe- en la defensa del Sacerdocio Católico y de la Misa de todos los Tiempos.
Si hoy la Misa Apostólica es conocida y celebrada en todo el mundo, se lo debemos a él, como le debemos la denuncia de esos execrables errores del Vaticano II que están en la raíz de la apostasía actual. Llegará el día en que las Autoridades de la Iglesia -no eclipsadas ya por la secta de herejes que la infesta hasta la cumbre- le tributarán los honores públicos que la Corte celestial le concede ya en la gloria eterna del Cielo.