“Dijo Jesús a sus discípulos: en verdad, en verdad os digo: lo que pidáis al padre en mi Nombre, os lo dará. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi Nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea pleno.”
Hay, entonces, ciertos defectos de la oración que hacen que no sea
hecha en el Nombre de Cristo. Dice
el Apóstol Santiago: “pedís y no recibís porque pedís mal”
1) Orar en PECADO MORTAL. Dios no oye al que vive como enemigo suyo y como amigo del diablo.
2) Pedir lo que Dios sabe que NO CONVIENE A NUESTRA ALMA. El “Padre Nuestro”, compuesto por Cristo, es un modelo perfecto de oración. La petición de lo que no sabemos si conviene a nuestra salvación debe ser condicionada: "si es tu voluntad", te pido tal cosa.
3) Pedir PRIMERO
LO MATERIAL y después lo espiritual. Pero dijo Cristo:“Buscad
primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás os será dado por
añadidura”… “No sabéis lo que pedís”, responde Nuestro Señor a una petición de
algunos Apóstoles. Igualmente nosotros solemos pedir salud física, títulos
profesionales, buenos negocios, prosperidad en esta vida, “éxito”... “Una
sola cosa es necesaria”, le dice Cristo a santa Marta. Ninguna de estas
cosas es eso único necesario. ¿Cuál es esa única cosa necesaria? Querer que la voluntad de Dios se cumpla en
nosotros. Si queremos eso llegaremos a Cielo. Dice León XIII, en su Encíclica
"Octobri Mense", sobre el Rosario, de 1891: Ante todo “pedir la salvación
eterna de todos y pedir por la Iglesia. Pueden, después, pedir a Dios los
demás bienes necesarios o útiles
para la vida, con tal que se sometan de antemano a la voluntad de Dios, siempre
justa, y le den asimismo gracias, ya conceda o ya niegue lo que le pidan”.
4) Con falta de HUMILDAD (o de respeto), de CONFIANZA
(o de fe), de PERSEVERANCIA (o firmeza
de ánimo). Sobre la falta de confianza: dice
el Papa que “es cosa indigna e ilícita fijar tiempo y modo en que ha de
ayudarnos Dios, que nada absolutamente nos debe; y que cuando no nos escucha, obra como buen padre
con sus hijos, compadeciéndose de nuestra ignorancia y mirando por nuestro bien.
Sobre la falta de perseverancia,
dice León XIII:“conjuramos, pues,
solícitamente a los cristianos a que no se dejen sorprender por las astucias del antiguo enemigo y a que no
desistan por ningún motivo del celo de la oración; antes bien que perseveren y
persistan sin intermisión”
Además, el Papa dice que a la oración se debe sumar la penitencia: “exhortamos igualmente a todos y cada uno
para que practiquen ambas virtudes, estrechamente unidas entre sí. La oración tiene por efecto sostener el
alma, darle valor, elevarla hacia las cosas divinas; la penitencia tiene por resultado darnos el dominio sobre nosotros
mismos, especialmente sobre nuestro cuerpo, mal inclinado por el pecado
original y enemigo de la razón y de la ley evangélica. Esas virtudes, como es
fácil ver, se sostienen mutuamente
la una a la otra, y concurren igualmente a sustraer y arrancar de las cosas que
perecen al hombre nacido para el cielo, y a elevarlo al trato con Dios. Sucede,
por el contrario, aquel que (por
falta de penitencia) tiene el alma debilitada por el engaño de
los deseos desordenados, halla fastidio
en las dulzuras de las cosas celestiales, y su oración consiste en palabras
frías y lánguidas, indignas de ser escuchada por Dios.” Cristo vino a
sufrir para salvarnos, por eso el cristiano no debe darse gustos a cada momento,
como suele suceder en estos tiempos -por ejemplo- respecto de la comida. Las almas
tibias ven estas cosas como algo totalmente irrelevante: “yo no mato, no robo… y esos
gustos que me doy no me convierten en malo”. Pero impiden que usted sea tan
bueno como Dios quiere que lo sea. Y la falta de espíritu de cristiana penitencia lo pueden llevar a ser malo.
Mayo es el mes de Fátima, aparición en la que la Santísima Virgen insistió mucho acerca del rezo del santo Rosario. León XIII nos exhorta al rezo diario del Rosario,
diciendo en la misma encíclica: “absolutamente
nada se nos concede según la
voluntad de Dios, sino por María.