lunes, 21 de septiembre de 2020

COMENTARIO ELEISON Número DCLXXXVIII (688) - 19 de septiembre de 2020

 


Madiran Introducido

“Pensar” hoy es la disolución del pensamiento.
¿Madiran? ¡La destitución de la disolución!

Como hija mayor de la Iglesia, Francia siempre ha tenido pensadores y escritores en la vanguardia de la defensa de la Iglesia, y los tiempos modernos no son una excepción. En la confusión y el desorden de los católicos que surgieron inmediatamente después de la clausura del Concilio Vaticano II en 1965, un destacado pionero de lo que vendría a ser el pensamiento “tradicional” fue el francés Jean Madiran (1920–2013), creador y editor de la revista mensual derechista y nacionalista ” Itinéraires ” (Itinerarios) de 1956 a 1996. Ya un auténtico defensor de la fe antes del Concilio, hizo de su revista un elemento central de esa defensa después del Concilio, cuando se convirtió en una lectura esencial para muchos católicos que trataban de no perder la cabeza ni la fe.

En los años sesenta, Madiran contribuyó ciertamente a mantener en Francia este público instruido que serviría de apoyo esencial en los años setenta para que Monseñor Lefebvre pudiera dirigir un movimiento “tradicional” en Francia para oponerse a la destrucción de la Iglesia desde el interior por el clero conciliar. Madiran y su revista pueden haber ayudado seriamente al Arzobispo a llegar a su trascendental decisión, a finales de los años sesenta, de fundar en la Suiza francesa la Fraternidad San Pío X, destinada a hacer su decisiva contribución a la salvación de la Tradición Católica durante los próximos 40 años. La única vez que este escritor puede recordar haber visto correr al Arzobispo fue cuando Madiran visitó una vez el seminario de Écône, y el Arzobispo tuvo que alcanzarlo justo antes de que regresara a París.

Desgraciadamente, la colaboración de ellos llegó a su fin cuando Juan Pablo II se convirtió en Papa, y Madiran pensó que rescataría a la Iglesia, pero en lo que respecta al Arzobispo, Madiran había tenido su buena influencia, y la “Tradición” desde ahora estaba bien establecida. Hoy debemos recordar lo impensable que era en los años ‘50 y ‘60 que los católicos dudaran de su clero. Aquí está el enorme mérito de Madiran: una verdadera fe no sacudida por una casi entera jerarquía católica descarriada, junto con el valor de levantarse y escribir en público contra la multitud de gente que o seguía “fielmente” a esa jerarquía por “obediencia”, o que sin fe se regocijaba en el socavamiento de la Iglesia por la masonería. El hecho de que Madiran se dejara engañar posteriormente por Juan Pablo II sólo atestigua la fuerza del magnetismo de Roma que durante un período crucial de tiempo Madiran mismo abia logrado superar al servicio de la Verdad Católica.

Que hubo en él algo que nunca vaciló es sugerido por el hecho de que entre todos los libros que escribió en una larga y productiva vida, aquel en el que él mismo dijo que lo mejor dijo lo que esencialmente quería decir era el libro que vamos a ver en estos “Comentarios Eleison” – L’hérésie du vingtième siècle, La Herejía del Siglo XX. Apareció por primera vez en 1968, en otras palabras, en el fragor de la controversia en torno al Vaticano II. Contiene un Prólogo y seis Partes, haciendo quizás siete números de estos “Comentarios”, porque el libro es un clásico, aunque no haya tenido muchas – o ninguna – traducción.

Es un clásico porque se necesita un filósofo tomista para reconocer y corregir al modernismo – ¿cómo se analiza una niebla? – y Madiran era un filósofo tomista. Pero no cualquier filósofo tomista, porque la mayoría de los obispos del Vaticano II habían sido entrenados en su seminario o congregación en los principios de la filosofía de Santo Tomás de Aquino. Pero no habían aprendido o entendido cómo esos principios se aplican a la realidad. Esto se debe a que es relativamente fácil enseñar esa filosofía como una guía telefónica coherente, es decir, independentemente de la realidad. Los alumnos católicos son dóciles y se lo beben todo, sin comprender necesariamente que el tomismo es el único relato posible de la única realidad que nos rodea. ¿Pero quién puede enseñar la realidad a los alumnos nacidos en la calefacción central, y criados en la televisión? Madiran era de una generación anterior, lo que ayuda, pero incluso entonces, para ver el modernismo tan claramente como él, necesitaba una gracia especial de realismo, como para de Corte, Calderón y algunos otros selectos.

Abróchense los cinturones. Madiran vale la pena. En las semanas que vienen, su Prólogo.

Kyrie eleison.