Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma.
Una persona que no tiene la intención de cambiar su vida y abandonar el pecado público no debe recibir la Sagrada Comunión ni la absolución. No lo digo yo: lo dice Santo Tomás de Aquino, el Doctor Común de la Iglesia.
Y el apóstol San Pablo lo dice con toda claridad en 1 Cor. 11, 27-29:
27. De manera que cualquiera que comiere este pan, o bebiere el cáliz del Señor indignamente, reo será del Cuerpo y de la Sangre del Señor.28. Por tanto, examínese a sí mismo el hombre, y de esta suerte coma de aquel pan y beba de aquel cáliz.29. Porque quien lo come, y bebe indignamente, se traga y bebé su propia condenación, no haciendo el debido discernimiento del Cuerpo del Señor.
Como dice el Levítico: «ninguno que tenga mancha ha de acercarse al altar» (21,16). No existe el derecho a comulgar en pecado mortal: comulgar sin estar en gracia de Dios es sacrilegio y blasfemia. Quienes comulgan en pecado mortal «crucifican de nuevo en sí mismos al Hijo de Dios y lo exponen al escarnio» (He 6,6).
La Eucaristía es el sacramento de la caridad y de la unidad de la Iglesia, como dice San Agustín; y estando el pecador sin caridad y separado, con toda razón, de la unidad de la Iglesia, si se llegase a este sacramento, cometería una falsedad, dando a entender que tiene la caridad que no tiene. Por lo que incurre en sacrilegio como violador del sacramento y, consiguientemente, peca mortalmente.
Algunos objetan que la comunión del Cuerpo de Cristo es una medicina espiritual y que la medicina se da a los enfermos para que se curen, según aquello de Mt 9,12: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Y como los enfermos o indispuestos espiritualmente son los pecadores, podrían recibir la comunión sacramental sin culpa quienes viven en pecado mortal. Aducen así que la eucaristía no es el premio de los santos, sino el Pan de los pecadores, induciendo de esta manera al sacrilegio y a la perdición de las almas.
Pero ante este error, contesta Santo Tomás de Aquino:
No todas las medicinas son buenas para todas las enfermedades. Porque una medicina que se da a quienes se han librado de la fiebre para fortalecerles, dañaría a los que tienen fiebre todavía. Pues así, el bautismo y la penitencia son como medicinas purgativas, que se suministran para quitar la fiebre del pecado. Mientras que este sacramento (la santa comunión) es una medicina reconfortante que no debe suministrarse más que a los que se han librado del pecado.
Afirmar que una persona que vive en adulterio público puede estar al mismo tiempo en gracia de Dios y comulgar sin problema es una herejía como la copa de un pino. Y quien comulga así comulga su propia condenación.
Decir que una pareja homosexual – pareja de hecho o casados civilmente – puede ser bendecida por la Iglesia Católica y que esos hombres o mujeres pueden comulgar como si nada o recibir la absolución sin arrepentimiento de sus pecados y sin cambio de vida es una herejía como una catedral de grande. La Iglesia no puede bendecir el pecado mortal ni dar la comunión a quien no esté en gracia de Dios.
Proclamar públicamente que un homosexual no tiene por qué vivir en castidad, sino que puede mantener relaciones homosexuales con su pareja o con múltiples parejas y al mismo tiempo, estar en gracia de Dios y comulgar como si no estuviera cometiendo pecados mortales que claman al cielo, es una herejía de libro.
Pretender que quien mantiene relaciones sexuales, del tipo que sea, fuera del matrimonio no vive en pecado mortal es propio de un malvado que se cree él mismo dios o, peor aún, mejor que Dios y con poder de enmendarle la plana al mismísimo Jesucristo y al Dios que le dio los mandamientos a Moisés en el Horeb. Si alguien proclama una doctrina contraria a la de Cristo es exactamente un Anticristo.
Lo que Dios dice que es pecado mortal es pecado mortal y nadie puede derogar los mandamientos ni manipularlos ni enmendarlos. Lo que es pecado es pecado. Y el pecado mortal te quita la gracia santificante y te condena a las penas del infierno. Esa es nuestra fe.
Quien se rebela contra Dios es un réprobo impío. Quien es enemigo de Dios es enemigo de cualquier discípulo de Cristo y es enemigo mío. La libertad no es un fin en sí mismo. Es un medio para un fin: el de la salvación del alma. Somos libres para el bien, somos libres para el amor verdadero, somos libres para buscar y seguir la Verdad, que es Dios mismo, Sabiduría absoluta, Logos eterno, Bien eterno.
Todo lo que nos aparta de Dios, nos aparta del bien, nos aparta de la verdad y nos aparta de nuestro fin sobrenatural. Apartarse de Dios implica sumirse en las tinieblas del pecado. Desobedecer a Dios es el mayor pecado que un hombre puede cometer. Hágase, Señor, tu santa voluntad así en la tierra como en el cielo. Todo lo que no sea hacer la voluntad de Dios, todo lo que signifique rebelarse contra la Santa y Eterna Ley de Dios es luciferino.
El hombre puede ser santo por la gracia de Dios. Y una sociedad de santos que adoran al Cordero que quita el pecado del mundo es una sociedad según la voluntad de Dios y reconoce la soberanía de Cristo Rey.
Ahora bien, una sociedad sin Dios y contra Dios es una sociedad oscura y degenerada, incapaz de distinguir el bien del mal. Y una sociedad sin Dios y contra Dios está destinada a su destrucción más pronto que tarde.
Se levantará nación contra nación y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos lugares, hambres, pestes, espantos y grandes señales del cielo.
Temor a un «hambre brutal» en el mundo por las crisis de los países que exportan trigo
La invasión rusa de Ucrania ha suspendido el envío de 25 millones de toneladas de trigo. India ha prohibido la venta de ese cereal debido a las malas cosechas que se esperan por una inusitada ola de calor.
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El conflicto en Ucrania exacerba la escalada de precios de los alimentos, que amenaza con provocar una crisis de desnutrición, turbulencias político-sociales, nuevos flujos migratorios y tensiones geopolíticas.
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Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y sobre la tierra perturbación de las naciones, aterradas por los bramidos del mar y la agitación de las olas.
Lucas, 21
Una sociedad que no reconoce la realeza de Cristo nos aboca a la barbarie. Una sociedad sin Dios no puede ser otra cosa que un infierno, capaz de matar a niños inocentes en los vientres de sus madres y considerar al pecado mortal derecho de la mujer y fruto de su libertad y autonomía como persona. Ya no saben estos necios que la libertad del hombre es siempre y solo libertad para el bien. No hay derechos para el mal. No hay derecho a que se mate a niños inocentes. No hay derecho a que se mate a los ancianos y a los enfermos. No hay derecho a que se pretenda matar a los niños recién nacidos, si estos nacen defectuosos. No hay derecho a la muerte injusta. No hay derecho a la depravación. No hay derecho al pecado nefando. No hay derecho a la blasfemia ni al sacrilegio. No hay derecho a contravenir los mandamientos de la Ley de Dios. No hay derecho a la estulticia, a la necedad. No hay derecho a pervertir a los niños ni a matar sus almas para dárselas al Demonio, haciéndoles creer desde las escuelas que el mal es bien y el bien, mal. Están educando a los niños para que adoren al Demonio. Y no hay derecho.
El pecado hace desgraciados a los hombres y a los pueblos. Sólo la gracia de Dios nos hace felices y libres. El bien de la gracia de uno solo es mayor que el bien natural de todo el universo. Sólo Cristo nos salva. No hay otro Dios. No hay otra Verdad. Sólo Él tiene palabras de vida eterna. La victoria es de Cristo. Antes morir que apartarme de Cristo.
Pero antes de todas estas cosas, pondrán sobre vosotros las manos y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y metiéndoos en prisión, conduciéndoos ante los reyes y gobernadores por amor de mi nombre.
Será para vosotros ocasión de dar testimonio.
Haced propósito de no preocuparos de vuestra defensa, porque yo os daré un lenguaje y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios.
Seréis entregados aun por los padres, por los hermanos, por los parientes y por los amigos y harán morir a muchos de vosotros y seréis aborrecidos de todos a causa de mi nombre.
Pero no se perderá un solo cabello de vuestra cabeza. Por vuestra paciencia salvaréis vuestras almas.
Lucas 21
Estemos preparados: es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios. No seamos cobardes: no permitamos las injurias, las blasfemias ni los sacrilegios contra Dios. Hemos nacido para el combate. Con el auxilio de Dios será nuestra la victoria. No hay derecho al pecado ni libertad para el mal.