jueves, 31 de octubre de 2024
domingo, 27 de octubre de 2024
sábado, 26 de octubre de 2024
lunes, 21 de octubre de 2024
lunes, 14 de octubre de 2024
PRIMERA MISA DEL P. FLAVIO MATEOS SAJM
El domingo 13 de octubre, el P. Flavio Mateos celebró su primera misa en el monasterio benedictino de la Santa Cruz. Asistieron S.E. Dom Tomás de Aquino con toda la comunidad del monasterio y numerosos feligreses. El sermón estuvo a cargo del P. Trincado.
DEO GRATIAS !
Escuchar el sermón predicado en esta misa
Leerlo:
domingo, 13 de octubre de 2024
¡UN NUEVO SACERDOTE PARA LA SAJM!
Ayer 12 de octubre, fiesta de Nuestra Señora de Aparecida, en el Monasterio de la Santa Cruz, Nova Friburgo, Brasil; el diácono Flavio Mateos, de Argentina, fue ordenado sacerdote por S.E.R. Dom Tomás de Aquino OSB.
DEO GRATIAS !
miércoles, 9 de octubre de 2024
HA FALLECIDO MONS. TISSIER DE MALLERAIS
Mons. Bernard Tissier de Mallerais ha fallecido a las 22:08 hrs. de ayer 8 de octubre, tras sufrir una caída en el seminario de Écône el 28 de septiembre.
Nacido en 1945, fue consagrado obispo por Mons. Lefebvre en 1988. Era uno de los mejores teólogos de la FSSPX.
Requiescat in pace
miércoles, 25 de septiembre de 2024
martes, 24 de septiembre de 2024
sábado, 21 de septiembre de 2024
EX SUPERIOR DEL DISTRITO DE ALEMANIA DEJA LA FSSPX Y SE PASA A UNA COMUNIDAD CONCILIAR
viernes, 20 de septiembre de 2024
jueves, 19 de septiembre de 2024
viernes, 13 de septiembre de 2024
martes, 10 de septiembre de 2024
lunes, 9 de septiembre de 2024
domingo, 11 de agosto de 2024
ARZ. VIGANÒ: LA FSSPX PRESENTA SIGNOS DE CANSANCIO
¿Qué piensa usted de la Fraternidad de San Pedro (FSSP), el Instituto de Cristo Rey Sumo Sacerdote (ICKSP) y la Sociedad de San Pío X (FSSPX)? ¿Anima a la gente a asistir a sus misas?
Los antiguos institutos Ecclesia Dei nacieron de la intención del Vaticano de debilitar a la Fraternidad San Pío X después de las Consagraciones Episcopales de 1988, que, habiéndose dado la sucesión apostólica, pudo continuar su apostolado incluso después de la muerte de Monseñor Marcel Lefebvre.
La “autorización” para celebrar la Liturgia Tridentina –que hasta entonces había sido completamente excluida– tenía y tiene todavía como condición la aceptación del “magisterio postconciliar” y la licitud del Novus Ordo . Esta premisa es completamente inaceptable, porque reduce la celebración de la Misa Tradicional en latín a una cuestión ceremonial, mientras que en cambio es evidente que el rito tridentino resume en sí mismo toda la doctrina y espiritualidad de la Fe Católica, en antítesis del rito protestantizado de Pablo VI, que silencia ecuménicamente esa Fe. Quien celebra la Misa de San Pío V no puede aceptar el Vaticano II. De hecho, desde el principio, muchos sacerdotes que habían abandonado la Sociedad de Monseñor Lefebvre y se habían unido a los institutos Ecclesia Dei siguieron teniendo fuertes reservas y, por así decirlo, jugaron con el equívoco de una aceptación tácita que el propio Vaticano no pidió que se hiciera explícita.
En 2007, Benedicto XVI reconoció la legitimidad de la liturgia tradicional, declarando que la Misa tradicional en latín era la “forma extraordinaria” del Rito Romano, junto a la “forma ordinaria” del Novus Ordo . El Motu Proprio Summorum Pontificum revela el enfoque hegeliano de Ratzinger, que en la coexistencia de dos formas del mismo rito buscaba llegar a la síntesis entre la tesis de la Misa tradicional y la antítesis del rito montiniano. Pero incluso en ese caso, la base ideológica del Motu Proprio estaba de hecho moderada por la práctica, y por eso el resultado final de Summorum Pontificum fue relativamente positivo, al menos en la difusión de la celebración de la Misa tradicional en latín que las generaciones más jóvenes de hoy nunca habían vivido. Los sacerdotes jóvenes y muchos de los fieles han abrazado el Rito Apostólico, descubriendo su belleza y su coherencia intrínseca con la fe católica. Ante el éxito de la Misa de todos los tiempos, el Motu Proprio Traditionis Custodes limitó drásticamente la liberalización del Summorum Pontificum, declarando que el derecho de todo sacerdote a celebrar la Misa tradicional había sido abolido y reservándolo sólo a los antiguos institutos Ecclesia Dei. Se ha creado así una “reserva india” de clérigos más o menos conservadores que dependen de Bergoglio, a los que se les exige profesar la fe conciliar mediante la concelebración del nuevo rito al menos una vez al año: algo que prácticamente todos los sacerdotes de estos institutos están forzados a hacer, lo quieran o no. Por otra parte, no me parece que los obispos y cardenales que los apoyan hayan expresado ninguna reserva sobre el Concilio o sobre las desviaciones doctrinales, morales y litúrgicas del período postconciliar y del propio Bergoglio. Es difícil esperar de los subordinados una combatividad que prelados eminentes nunca han demostrado.
Estos institutos están, pues, bajo chantaje. Si con Summorum Pontificum era plausible pensar en un intento de paz litúrgica que dejara a los conservadores libres de elegir el rito que prefieran (en una visión que era, por así decirlo, liberal), con Traditionis Custodes el clero que celebra y los fieles que asisten a la Misa tradicional latina están lastrados por el estigma eclesial del calificativo de retrógrados, del rechazo del Vaticano II, de la rigidez preconciliar. En este caso, la sinodalidad y la parresía ceden ante el autoritarismo de Bergoglio, quien, sin embargo, dice una verdad incómoda: el Rito Antiguo pone en tela de juicio la eclesiología y la teología del Vaticano II y, como tal, no representa a la Iglesia conciliar. La ilusión de paz litúrgica ha quedado, pues, destrozada miserablemente ante la evidencia de la irreconciliabilidad de dos ritos que se “excomulgan” mutuamente, al igual que las dos iglesias –la Iglesia católica y la Iglesia sinodal– de las que son expresión cultual.
En el caso del Instituto de Cristo Rey Sumo Sacerdote, la cuestión ritual y ceremonial parece prevalecer sobre la doctrinal, y no es casualidad que en medio de la disolución general que existe, los canónigos de Gricigliano parezcan estar exentos de oposición y ostracismo: no representan un problema, porque no cuestionan en lo más mínimo el nuevo rumbo y, de hecho, tienen amplias citas de documentos conciliares en sus Constituciones. Los demás institutos también sobreviven, pero queda por ver cómo piensan responder a las futuras restricciones que se avecinan.
La Fraternidad San Pío X, después de cincuenta años de actividad, da señales de cansancio, y a veces parece que su silencio sobre los horrores de Santa Marta está motivado por un tácito acuerdo de no beligerancia, tal vez con la esperanza de poder convertirse en el colector del conservadurismo y de una parte del tradicionalismo católico una vez que Bergoglio haya eliminado “la competencia” de los antiguos institutos Ecclesia Dei. Mi temor es que esta esperanza lleve al final a ratificar el cisma de facto que ya está presente en la Iglesia, obligando a los católicos a abandonar la iglesia oficial, como si fueran ellos, y no la Jerarquía romana, los que estuvieran en estado de cisma. Una vez eliminadas las voces críticas, Bergoglio se encontraría con “su propia” iglesia herética, de la que han sido desterrados los sacerdotes y fieles que no aceptan la revolución permanente.
En cuanto a los fieles, creo que es necesario comprender la situación de gran desorientación y anarquía que se vive en la Iglesia. Muchos católicos que han descubierto la Misa tradicional en latín ya no pueden asistir al rito montiniano, y es comprensible que se “conformen” –por así decirlo– con las Misas tridentinas celebradas por los antiguos institutos Ecclesia Dei, rechazando sin embargo los compromisos que se exigen a sus sacerdotes. Pero es una situación que tarde o temprano tendrá que ser aclarada, sobre todo si la aceptación de los errores conciliares y sinodales se convierte en la condición sine qua non del uso de la Misa tradicional latina. En ese caso, los fieles deben actuar con coherencia y buscar sacerdotes que no estén comprometidos con la Iglesia sinodal. Los horrores de este “pontificado” están en todo caso erosionando el consenso del clero respecto a Bergoglio: una facción tradicional podría decidir no seguirlo en el camino fallido que ha emprendido.
Fuente (negrita añadida por NP)
viernes, 9 de agosto de 2024
miércoles, 31 de julio de 2024
MONS. VIGANÒ, MONS. LEFEBVRE Y/O EL SEDEVACANTISMO
Mons. Viganò, Mons. Lefebvre y/o el sedevacantismo
Mons. Viganò se comportó como un verdadero héroe desde el momento en que comprendió o empezó a comprender la descomposición moral y doctrinal de la Iglesia Conciliar. Desafortunadamente, parece inclinarse hacia la posición sedevacantista. El tiempo dirá mejor cuál es su verdadera posición.
En cuanto a Mpns. Lefebvre, había iniciado esta lucha contra la Iglesia conciliar en circuntancias más decisivas que las actuales. Se había ganado la confianza de los fieles de todo el mundo, por la solidez de su formación y la superioridad de su prudencia. Su prudencia le hizo evitar tanto el railliement de las comunidades Ecclesia Dei como el error del sedevacantismo. Con precisión, mostró cómo Dom Gérard y otros se suicidaron colocándose bajo las autoridades de los modernistas, y cómo los sedevacantistas, a su vez, se colocaron en una posición tan incierta como peligrosa, afirmando más de lo que las enseñanzas de la Iglesia permiten afirmar.
Algunos piensan que Mons. Lefebvre sería hoy sedevacantista. No creo que ese sea el caso. De hecho creo lo contrario. Creo que los argumentos que dio durante su vida conservan su fuerza y actualidad hoy. Sus argumentos son simples. ¿Cómo quedaría la Iglesia si los Papas, desde Juan XXIII hasta Francisco, no son Papas? ¿Los cardenales que nominaron no son cardenales? ¿Quién elegirá entonces al Papa? ¿Cómo podemos tener un Papa otra vez? Esto parece poner en peligro la existencia misma de la Iglesia. Lo mejor es esperar la sentencia que algún día dé la Iglesia, definiendo y resolviendo esta cuestión.
Frente a la divergencia de ideas y de procedimientos dentro de la Tradición, no veo más que una conducta sensata a seguir: conservar y transmitir lo que hemos recibido de Mons. Lefebvre, tanto desde el punto de vista doctrinal como prudencial. Pero muchos dirán: la prudencia tiene en cuenta el cambio de situación entre el estado de crisis en tiempos de Mons. Lefebvre y el actual. Sí, hay algunos cambios, pero no son esenciales. La esencia de la crisis sigue siendo la misma.
Como en la crisis arriana, que duró alrededor de 60 años, esta crisis continúa sin que cambien los puntos esenciales. Por eso el ejemplo de Mons. Lefebvre sigue estando vigente.
Que Nuestra Señora, que venció todas las herejías, nos obtenga la gracia de vencer los ataques del diablo y de los modernistas.
+Tomás de Aquino, OSB
domingo, 28 de julio de 2024
lunes, 22 de julio de 2024
VIAJE APOSTÓLICO DE MONS. FAURE A ECUADOR
Monseñor Faure ha realizado un muy fructífero viaje apostólico a Ecuador, donde dio la Confirmación a numerosos fieles de Cuenca y celebró la primera misa tridentina en Loja desde la reforma litúrgica modernista.
Deo gratias !
viernes, 19 de julio de 2024
miércoles, 17 de julio de 2024
viernes, 12 de julio de 2024
miércoles, 10 de julio de 2024
lunes, 8 de julio de 2024
viernes, 5 de julio de 2024
EL VATICANO DECRETA LA EXCOMUNIÓN DEL ARZOBISPO VIGANÒ
Ser excomulgados por "los anticristos de Roma" -calificativo usado por Monseñor Lefebvre respecto de los jerarcas liberales, modernistas y apóstatas que están demoliendo la Iglesia Católica desde el Vaticano- es "una distinción de honor y un signo de ortodoxia delante de los fieles. Estos, en efecto, tienen absoluto derecho de saber que los sacerdotes a los cuales se dirigen no están en comunión con una falsificación de la Iglesia, evolutiva, pentecostal, y sincretista" (cita de este documento de la FSSPX en sus tiempos de fidelidad).
In data 4 luglio 2024, il Congresso del Dicastero per la Dottrina della Fede si è riunito per concludere il Processo penale extragiudiziale ex can. 1720 CIC a carico di S.E.R. Mons. Carlo Maria VIGANÒ, Arcivescovo titolare di Ulpiana, accusato del delitto riservato di scisma (cann. 751 e 1364 CIC; art. 2 SST).
Sono note le sue affermazioni pubbliche dalle quali risulta il rifiuto di riconoscere e sottomettersi al Sommo Pontefice, della comunione con i membri della Chiesa a lui soggetti e della legittimità e dell’autorità magisteriale del Concilio Ecumenico Vaticano II.
All’esito del processo penale, S.E.R. Mons. Carlo Maria Viganò è stato riconosciuto colpevole del delitto riservato di scisma.
Il Dicastero ha dichiarato la scomunica latae sententiae ex can. 1364 § 1 CIC.
La rimozione della censura in questi casi è riservata alla Sede Apostolica.
Questa decisione è stata comunicata a S.E.R. Mons. Viganò in data 5 luglio 2024.
[01148-IT.01] [Testo originale: Italiano]
PRESS RELEASE
OF THE DICASTERY FOR THE DOCTRINE OF THE FAITH
On 4 July 2024, the Congress of the Dicastery for the Doctrine of the Faith met to conclude the extrajudicial penal process referred to in canon 1720 CIC against the Most Reverend Carlo Maria Viganò, titular Archbishop of Ulpiana, accused of the reserved delict of schism (canons 751 and 1364 CIC; art. 2 SST).
His public statements manifesting his refusal to recognize and submit to the Supreme Pontiff, his rejection of communion with the members of the Church subject to him, and of the legitimacy and magisterial authority of the Second Vatican Council are well known.
At the conclusion of the penal process, the Most Reverend Carlo Maria Viganò was found guilty of the reserved delict of schism.
The Dicastery declared the latae sententiae excommunication in accordance with canon 1364 § 1 CIC.
The lifting of the censure in these cases is reserved to the Apostolic See.
This decision was communicated to the Most Reverend Viganò on 5 July 2024.
[01148-EN.01] [Original text: English]
_______________________________
TRADUCCIÓN AL ESPAÑOL DE NP:
El 4 de julio de 2024, el Congreso del Dicasterio para la Doctrina de la Fe se reunió para concluir el proceso penal extrajudicial previsto en el canon 1720 CIC contra Mons. Carlo Maria Viganò, arzobispo titular de Ulpiana, acusado del delito reservado de cisma ( cánones 751 y 1364 CIC art. 2 SST).
Son bien conocidas sus declaraciones públicas manifestando su negativa a reconocer y someterse al Sumo Pontífice, su rechazo a la comunión con los miembros de la Iglesia sujetos a él y a la legitimidad y autoridad magisterial del Concilio Vaticano II.
Al concluir el proceso penal, Mons. Carlo Maria Viganò fue declarado culpable del delito reservado de cisma.
El Dicasterio declaró la excomunión latae sententiae de acuerdo con el canon 1364 § 1 CIC.
El levantamiento de la censura en estos casos está reservado a la Sede Apostólica.
Esta decisión fue comunicada a Mons. Viganò el 5 de julio de 2024.
domingo, 30 de junio de 2024
"YO ACUSO" - DECLARACIÓN DEL ARZOBISPO VIGANÒ
YO ACUSO
Declaración del Arzobispo Carlo Maria Viganò, Arzobispo Titular de Ulpiana, Nuncio Apostólico, sobre la acusación de cisma
(Con pocos y breves comentarios de NP)
"Pero aunque nosotros o un ángel del cielo os predicara un evangelio distinto del que os hemos predicado sea anatema. Como hemos dicho antes, y ahora lo repito, si alguien os predica un evangelio distinto del que habéis recibido, sea anatema". Gal 1, 8-9
"Cuando pienso que estamos en el palacio del Santo Oficio, que es el testigo de excepción de la Tradición y de la defensa de la Fe católica, no puedo dejar de pensar que estoy en mi casa, y que soy yo, a quien llamáis "el tradicionalista", quien debe juzgaros". Así habló el Arzobispo Marcel Lefebvre en 1979, cuando fue convocado al antiguo Santo Oficio, en presencia del Prefecto, el Cardenal Franjo Šeper, y de otros dos Prelados.
Tal como declaré en el Comunicado del pasado 20 de junio, no reconozco la autoridad ni del tribunal que pretende juzgarme, ni de su Prefecto, ni de quienes lo nombraron. Esta decisión mía, ciertamente dolorosa, no es fruto de la precipitación ni de un espíritu de rebelión, sino que está dictada por la necesidad moral que, como Obispo y Sucesor de los Apóstoles, me obliga en conciencia a dar testimonio de la Verdad, es decir, de Dios mismo, de Nuestro Señor Jesucristo.
Afronto esta prueba con la determinación que me da el saber que no tengo ningún motivo para considerarme separado de la comunión con la Santa Iglesia y con el Papado, a los que siempre he servido con devoción y fidelidad filiales. No podría concebir un solo momento de mi vida fuera de esta única Arca de salvación, que la Providencia ha constituido como Cuerpo Místico de Cristo, en sumisión a su Cabeza divina y a su Vicario en la tierra.
Los enemigos de la Iglesia católica temen el poder de la Gracia que actúa a través de los Sacramentos y especialmente el poder de la Santa Misa, terrible katèkon que frustra muchos de sus esfuerzos y gana para Dios tantas almas que de otro modo se condenarían. Y es precisamente esta conciencia del poder de la acción sobrenatural del Sacerdocio católico en la sociedad lo que está en el origen de su feroz hostilidad a la Tradición. Satanás y sus secuaces saben muy bien la amenaza que supone la única Iglesia verdadera para su plan anticristiano. Estos subversivos -a quienes los Romanos Pontífices han denunciado valientemente como enemigos de Dios, de la Iglesia y de la humanidad- son identificables en la inimica vis, la Masonería. Ésta se ha infiltrado en la Jerarquía y ha logrado que ésta deponga las armas espirituales de las que disponía, abriendo las puertas de la Ciudadela al enemigo en nombre del diálogo y de la fraternidad universal, conceptos que precisamente son intrínsecamente masónicos. Pero la Iglesia, siguiendo el ejemplo de su divino Fundador, no dialoga con Satanás: lo combate…
Las causas de la crisis actual
Como ha puesto en evidencia Romano Amerio en su fundamental ensayo Iota unum, esta entrega cobarde y culpable comenzó con la convocatoria del Concilio Ecuménico Vaticano II y con la acción clandestina y muy organizada de clérigos y laicos vinculados a las sectas masónicas, encaminada a subvertir lenta pero inexorablemente la estructura de gobierno y de magisterio de la Iglesia para demolerla desde dentro. Es inútil buscar otras razones: los documentos de las sectas secretas prueban la existencia de un plan de infiltración concebido en el siglo XIX y llevado a buen término un siglo después, exactamente en los términos en que había sido pensado. Análogos procesos disolventes se habían producido anteriormente en el ámbito civil, y no es casualidad que los Papas supieran ver la labor disgregadora de la Masonería internacional en los levantamientos y en las guerras que ensangrentaron las naciones de Europa.
A partir del Concilio, la Iglesia se ha convertido entonces en portadora de los principios revolucionarios de 1789, como han admitido algunos de los partidarios del Vaticano II y como lo ha confirmado el aprecio, por parte de las logias, de todos los Papas del Concilio y del postconcilio, precisamente por los cambios que los francmasones venían invocando desde hacía tiempo.
El cambio, o mejor dicho, el aggiornamento, ha sido tan central en la narrativa del Concilio como para constituir la marca distintiva del Vaticano II y situar esta asamblea como el terminus post quem que sanciona el fin del ancien régime -el de la “vieja religión”, el de la “Misa vieja”, del “preconcilio”- y el comienzo de la “Iglesia conciliar”, con su “nueva Misa” y la relativización sustancial de todo los Dogmas. Entre los partidarios de esta revolución aparecen los nombres de quienes hasta el pontificado de Juan XXIII habían sido condenados y apartados de la enseñanza por su heterodoxia. La lista es larga e incluye también a ese Ernesto Buonaiuti, excomulgado vitandus, amigo de Roncalli, que murió impenitente en la herejía y a quien hace pocos días el Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, el cardenal Matteo Zuppi, conmemoró con una Misa en la catedral de Bolonia, según informa con énfasis mal disimulado Il Faro di Roma (aquí): “Casi ochenta años después, un cardenal completamente en línea con el Papa se estrena precisamente con un gesto litúrgico que tiene en todos los sentidos el sabor de la rehabilitación. O al menos de un primer paso en esa dirección”.
La Iglesia y la anti iglesia
Estoy, pues, citado ante el tribunal que ha tomado el lugar del Santo Oficio para ser juzgado por cisma, mientras el jefe de los obispos italianos -enumerado entre los candidatos papales y completamente en línea con el Papa– celebra ilícitamente una Misa de sufragio por uno de los peores y más obstinados exponentes del Modernismo, contra el cual la Iglesia -aquella de la que, según ellos, yo sería separado- había pronunciado la más severa sentencia de condena. En 2022, en el diario Avvenire de la CEI, el profesor Luigino Bruni tejía el panegírico del Modernismo en estos términos: […] “un proceso de renovación necesario para la Iglesia católica de su tiempo, todavía impermeable a los estudios críticos sobre la Biblia que desde hacía muchas décadas estaban surgiendo en el mundo protestante. Aceptar los estudios científicos e históricos sobre la Biblia era para Buonaiuti el camino principal para el encuentro de la Iglesia con la modernidad. Un encuentro que, en cambio, no se produjo, porque la Iglesia católica seguía dominada por los teoremas de la teología neoescolástica y bloqueada por el miedo contrarreformista a que los vientos protestantes pudieran invadir finalmente el cuerpo católico”.
Bastarían estas palabras para hacer comprender el abismo que separa a la Iglesia católica de la que la sustituyó con el Concilio Vaticano II, cuando los vientos protestantes invadieron finalmente el cuerpo católico. Este último episodio no es más que el último de una serie interminable de pequeños pasos, de silenciosas aquiescencias, de guiños cómplices con los que las más altas esferas de la Jerarquía Conciliar han hecho posible el tránsito “de los teoremas de la teología neoescolástica” -es decir, de la formulación clara e inequívoca de los Dogmas- a la actual apostasía. Nos encontramos en la situación surrealista en la que una Jerarquía se define católica y, por lo tanto, exige obediencia por parte del cuerpo eclesial, mientras que al mismo tiempo profesa doctrinas que antes del Concilio la Iglesia había condenado; y condena como heréticas a doctrinas que hasta entonces habían sido enseñadas por todos los Papas.
Esto sucede cuando se quita lo absoluto a lo Verdadero y se lo relativiza, adaptándolo al espíritu del mundo. ¿Cómo actuarían hoy los Papas de los últimos siglos? ¿Me considerarían culpable de cisma, o más bien condenarían a quien pretende ser su Sucesor? Junto conmigo, el sanedrín modernista juzga y condena a todos los Papas católicos, porque la Fe que ellos defendieron es la mía; y los errores que Bergoglio defiende son los que ellos, sin excepción, condenaron.
Hermenéutica de la ruptura
Me pregunto entonces: ¿qué continuidad puede darse entre dos realidades opuestas y contradictorias entre sí? Entre la Iglesia conciliar y sinodal de Bergoglio y la “bloqueada por el miedo contrarreformista” de la que se distancia ostensiblemente? ¿Y de qué “Iglesia” estaría en estado de cisma, si la que se dice católica se diferencia de la verdadera Iglesia precisamente en su predicación de lo que aquélla condenaba y en su condena de lo que ésta predicaba?
Los seguidores de la “Iglesia conciliar” responderán que ello se debe a la evolución del cuerpo eclesial en una “renovación necesaria”; mientras que el Magisterio católico nos enseña que la Verdad es inmutable y que la doctrina de la evolución de los dogmas es herética. Dos Iglesias, ciertamente: cada una con sus doctrinas, sus liturgias y sus santos; pero para el católico la Iglesia es Una, Santa, Católica y Apostólica; para Bergoglio, la Iglesia es conciliar, ecuménica, sinodal, inclusiva, inmigracionista, eco-friendly y gay-friendly.
La autodestitución de la jerarquía conciliar (Este apartado necesita diversas distinciones y precisiones. Nota de NP)
¿La Iglesia habría entonces comenzado a enseñar el error? ¿Podemos creer que la única Arca de salvación es al mismo tiempo un instrumento de perdición para las almas? ¿Que el Cuerpo Místico se separa de su Cabeza divina, Jesucristo, rompiendo así la promesa del Salvador? Evidentemente, esto no puede ser admisible y quienes lo sostienen caen en la herejía y en el cisma. La Iglesia no puede enseñar el error, ni su Cabeza, el Romano Pontífice, puede ser a la vez hereje y ortodoxo, Pedro y Judas, en comunión con todos sus Predecesores y al mismo tiempo en cisma con ellos. La única respuesta teológicamente posible es que la Jerarquía conciliar, que se proclama católica pero abraza una fe diferente de la enseñada sistemáticamente durante dos mil años por la Iglesia católica, pertenece a otra entidad y, en consecuencia, no representa a la verdadera Iglesia de Cristo.
A quienes me recuerdan que el arzobispo Marcel Lefebvre nunca llegó a cuestionar la legitimidad del Romano Pontífice, aun reconociendo la herejía e incluso la apostasía de los Papas conciliares -como cuando exclamó: “¡Roma ha perdido la Fe! ¡Roma está en apostasía!”- les recuerdo que en los últimos cincuenta años la situación ha empeorado dramáticamente y que muy probablemente este gran Pastor actuaría hoy con igual firmeza, repitiendo públicamente lo que entonces decía sólo a sus clérigos: “En este concilio pastoral, el espíritu del error y de la mentira ha podido obrar a sus anchas, colocando por doquier bombas con retardo que harán estallar las instituciones a su debido tiempo” (Principes et directives, 1977). Y también: “Quien está sentado en el trono de Pedro participa en cultos de falsos dioses. ¿Qué conclusión debemos sacar, quizá dentro de unos meses, frente a estos reiterados actos de comunicación con los falsos cultos? No lo sé. Me lo pregunto. Pero es posible que nos veamos obligados a creer que el Papa no es Papa. Porque a primera vista me parece -todavía no quiero decirlo de manera solemne y pública- que es imposible que sea Papa quien es hereje pública y formalmente” (30 de marzo de 1986).
¿Por qué entendemos que la “Iglesia sinodal” y su líder Bergoglio no profesan la fe católica? Por la adhesión total e incondicional de todos sus miembros a una multiplicidad de errores y herejías ya condenados por el Magisterio infalible de la Iglesia católica y por su ostensible rechazo de toda doctrina, precepto moral, acto de culto y práctica religiosa no sancionada por “su” Concilio. Ninguno de ellos puede en conciencia suscribir la Profesión de Fe Tridentina y el Juramento Antimodernista, porque lo que ambos expresan es exactamente lo contrario de lo que el Vaticano II y el llamado “magisterio conciliar” insinúan y enseñan.
Dado que no es teológicamente sostenible que la Iglesia y el Papado sean instrumentos de perdición y no de salvación, debemos concluir necesariamente que las enseñanzas heterodoxas transmitidas por la llamada “Iglesia conciliar” y los “Papas del Concilio” desde Pablo VI en adelante constituyen una anomalía que pone seriamente en duda la legitimidad de su autoridad magisterial y de gobierno.
El uso subversivo de la Autoridad (Idem)
Debemos comprender que el uso subversivo de la autoridad en la Iglesia con vistas a su destrucción (o a su transformación en una Iglesia distinta de la querida y fundada por Cristo) constituye en sí mismo un elemento suficiente para dejar sin efecto la autoridad de este nuevo sujeto que se ha superpuesto dolosamente a la Iglesia de Cristo usurpando su poder. Por eso no reconozco la legitimidad del Dicasterio que me juzga.
Las modalidades con las que se llevó a cabo la acción hostil contra la Iglesia Católica confirma que fue planificada y deseada, porque de lo contrario los que la denunciaban habrían sido escuchados y los que cooperaban con ella se habrían detenido inmediatamente. Ciertamente, con los ojos de la época y la formación tradicional de la mayoría de los Cardenales, Obispos y Clérigos, el “escándalo” de una Jerarquía que se contradecía a sí misma aparecía como una enormidad tal que indujo a muchos Prelados y clérigos a no querer que fuera posible que los principios revolucionarios y masónicos pudieran encontrar aceptación y promoción en la Iglesia. Pero éste fue el golpe maestro de Satanás -como lo llamó el arzobispo Lefebvre-, que supo aprovechar el connatural respeto y amor filial de los católicos por la sagrada autoridad de los Pastores para inducirles a anteponer la obediencia a la Verdad, quizá con la esperanza de que un futuro Papa pudiera sanar de algún modo el desastre que se había producido y cuyos resultados perturbadores ya podían preverse. Esto no sucedió, a pesar de que algunos habían dado valientemente la voz de alarma. Y yo mismo me cuento entre los que en aquella fase convulsa no se atrevieron a oponerse a errores y desviaciones que aún no habían mostrado plenamente su valor destructivo. No quiero decir con esto que no viera lo que estaba ocurriendo, sino que no encontré -debido al intenso trabajo y a las tareas absorbentes de carácter burocrático y administrativo al servicio de la Santa Sede- las condiciones para captar la gravedad sin precedentes de lo que estaba ocurriendo ante nuestros ojos.
El enfrentamiento
La ocasión que me llevó al enfrentamiento con mis superiores eclesiásticos comenzó cuando era Delegado para las Representaciones Pontificias, luego como Secretario General de la Gobernación y finalmente como Nuncio Apostólico en Estados Unidos. Mi guerra contra la corrupción moral y financiera desató la furia del entonces secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone, cuando -de acuerdo con mis responsabilidades como Delegado para las Representaciones Pontificias- denuncié la corrupción del cardenal McCarrick y me opuse a la promoción al Episcopado de candidatos corruptos e indignos presentados por el secretario de Estado, quien me hizo trasladar a la Gobernación, porque “le impedía hacer obispos a quienes él quería”. También fue Bertone, con la complicidad del cardenal Lajolo, quien obstaculizó mi trabajo destinado a contrarrestar la corrupción generalizada en la Gobernación, donde ya había conseguido importantes resultados más allá de todas las expectativas. Fueron de nuevo Bertone y Lajolo quienes convencieron al papa Benedicto XVI de que me echara del Vaticano y me enviara a Estados Unidos. Aquí me encontré con que tenía que lidiar con las vergonzosas actitudes del cardenal McCarrick, incluidas sus peligrosas relaciones con figuras políticas de la Administración Obama-Biden y a nivel internacional, que no dudé en denunciar al secretario de Estado Parolin, quien no las tuvo en cuenta.
Esto me llevó a considerar de otra manera muchos acontecimientos de los que había sido testigo durante mi carrera diplomática y de Pastor, a captar su coherencia con un único proyecto que, por su propia naturaleza, no podía ser ni exclusivamente político ni exclusivamente religioso, ya que incluía un ataque global a la sociedad tradicional basada en la enseñanza doctrinal, moral y litúrgica de la Iglesia.
La corrupción como instrumento de chantaje
Así, de ser un Nuncio Apostólico apreciado -por lo que el propio cardenal Parolin reconoció el otro día mi lealtad, honradez, equidad y eficacia ejemplares- he pasado a ser un Arzobispo incómodo, no sólo por haber exigido justicia en los procesos contra prelados corruptos, sino también y sobre todo por haber dado una clave de lectura que muestra cómo la corrupción en la Jerarquía fue una premisa necesaria para controlarla, manipularla y obligarla mediante el chantaje a actuar contra Dios, contra la Iglesia y contra las almas. Y este modus operandi -que la Masonería había descrito minuciosamente antes de infiltrarse en el cuerpo eclesial- es especular al adoptado en las instituciones civiles, donde los representantes del pueblo, especialmente en los niveles más altos, son chantajeados en gran medida porque son corruptos y están pervertidos. Su obediencia a los delirios de la élite globalista conduce a los pueblos a la ruina, a la destrucción, a la enfermedad, a la muerte -a la muerte no sólo del cuerpo, sino también del alma. Porque el verdadero proyecto del Nuevo Orden Mundial -al que Bergoglio está esclavizado y del que extrae su legitimidad de los poderosos del mundo- es un proyecto esencialmente satánico, en el que la obra de la Creación del Padre, de la Redención del Hijo y de la Santificación del Espíritu Santo es odiada, borrada y falsificada por los simia Dei y sus servidores.
Si ustedes no hablan, gritarán las piedras (Idem)
Ser testigos de la subversión total del orden divino y de la propagación del caos infernal con la celosa colaboración de la cúpula vaticana y del Episcopado, nos hace entender de cuán terribles son las palabras de la Virgen María en La Salette –Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del Anticristo– (acerca de estas supuestas palabras de la Virgen Santísima, ver acá. Nota de NP) y qué odiosa traición constituye la apostasía de los Pastores, y la aún más inaudita apostasía de quien se sienta en el Trono del Beatísimo Pedro.
Si yo permaneciera en silencio ante esta traición -que se consuma con la temible complicidad de muchos, demasiados Prelados que no quieren reconocer en el Concilio Vaticano II la causa principal de la actual revolución y en la adulteración de la Misa católica el origen de la disolución espiritual y moral de los fieles- faltaría al juramento que hice el día de mi Ordenación y que renové con ocasión de mi Consagración episcopal. Como Sucesor de los Apóstoles no puedo ni quiero aceptar asistir a la demolición sistemática de la Santa Iglesia y a la condenación de tantas almas sin intentar por todos los medios oponerme a todo ello. Tampoco puedo considerar que un silencio cobarde en aras de una vida tranquila sea preferible al testimonio del Evangelio y a la defensa de la Verdad Católica.
Una secta cismática me acusa de cisma: eso debería bastar para demostrar la subversión que se está produciendo. Imagínense qué imparcialidad de juicio ejercerá un juez que depende del que acuso de usurpador. Pero precisamente porque este asunto es emblemático, me gustaría que los fieles -que no tienen por qué conocer el funcionamiento de los tribunales eclesiásticos- comprendieran que el delito de cisma no se consuma cuando existen razones fundadas para considerar dudosa la elección del Papa, a causa del vicio de consenso y por las irregularidades o violaciones de las normas que rigen el Cónclave. (cf. Wernz – Vidal, Ius Canonicum, Roma, Pont. Univ. Greg., 1937, vol. VII, p. 439).
La bula Cum ex apostolatus officio de Pablo IV estableció a perpetuidad la nulidad del nombramiento o elección de cualquier prelado -incluido el Papa- que hubiera caído en la herejía antes de su promoción a cardenal o elevación a Romano Pontífice. Define la promoción o elevación como nulla, irrita et inanis, es decir, nula, inválida y sin valor alguno, “aunque haya tenido lugar con la concordancia y el consentimiento unánime de todos los Cardenales; ni siquiera se podrá decir que haya sido convalidada por la recepción del cargo, de la consagración o de la posesión […], o por la entronización […] del mismo Romano Pontífice o por la obediencia que todos le presten y por el transcurso de cualquier tiempo en el dicho ejercicio de su cargo”. Pablo IV añade que todos los actos realizados por esta persona deben considerarse igualmente nulos y que sus súbditos, tanto clérigos como laicos, quedan libres de obediencia hacia él, sin perjuicio, sin embargo, por parte de estos mismos súbditos, de la obligación de lealtad y obediencia que deben prestar a los futuros Obispos, Arzobispos, Patriarcas, Primados, Cardenales y al Romano Pontífice canónicamente sucesores. Pablo IV concluye: “Y para mayor confusión de los así promovidos y elevados, si pretendieran continuar la administración, sea lícito solicitar el auxilio del brazo secular; ni por esta razón los que rehúyan la fidelidad y obediencia a los que han sido de la manera ya mencionada promovidos y elevados, sean sujetos a ninguna de aquellas censuras y castigos infligidos a los que quieren deshacer el manto del Señor” (pero los Dominicos de Avrillé sostienen que "buenos estudios han demostrado que esta constitución perdió su fuerza jurídica." Cita de acá. Nota de NP).
Por esta razón, con serenidad de conciencia, considero que los errores y las herejías a los que Bergoglio adhirió antes, durante y después de su elección y la intención puesta en su supuesta aceptación del Papado hacen nula su elevación al Trono (lamentablemente, el Arzobispo Viganò adopta, en esta declaración, una posición claramente sedevacantista. Posiblemente la FSSPX habría podido evitar esto, de no haber rechazado siempre al Arz. Viganò. Nota de NP).
Si todos los actos de gobierno y magisterio de Jorge Mario Bergoglio, en su contenido y en su forma, resultan ajenos e incluso en conflicto con lo que constituye la actuación de cualquier Papa; si hasta un simple creyente e incluso un no católico comprenden la anomalía del rol que Bergoglio está desempeñando en el proyecto globalista y anticristiano llevado adelante por el Foro Económico Mundial, las Agencias de la ONU, la Comisión Trilateral, el Grupo Bilderberg, el Banco Mundial y todas las demás ramificaciones tentaculares de la élite globalista, esto no demuestra en absoluto mi voluntad de cisma al poner de relieve y denunciar esta anomalía. Sin embargo, se me ataca y se me persigue porque hay quienes se engañan pensando que condenándome y excomulgándome mi denuncia del golpe de Estado pierde consistencia. Este intento de silenciar a todos no resuelve nada y, de hecho, hace más culpables y cómplices a quienes tratan de ocultar o minimizar la metástasis que está destruyendo el cuerpo eclesial.
La “deminutio” del papado sinodal
A esto se agrega el Documento de Estudio El Obispo de Roma que el Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos publicó recientemente (aquí) y la degradación del Papado que se teoriza en él en aplicación de la Encíclica Ut unum sint de Juan Pablo II, que a su vez se refiere a la Constitución Lumen Gentium del Vaticano II. Parece totalmente legítimo -y correcto, en nombre de la primacía de la Verdad Católica consagrada en los documentos infalibles del Magisterio papal- preguntarse si la elección deliberada de Bergoglio de abolir el título apostólico de Vicario de Cristo y optar por llamarse a sí mismo simpliciter Obispo de Roma no constituye de alguna manera una deminutio del propio Papado, un ataque a la constitución divina de la Iglesia y una traición al Munus petrinum. Y bien mirado, el paso anterior lo dio Benedicto XVI, que inventó -junto con la “hermenéutica” de una imposible “continuidad” entre dos entidades totalmente ajenas- el monstruo de un “Papado colegial” ejercido por el jesuita y por el emérito.
El Documento de Estudio cita no por casualidad una frase de Pablo VI: El Papa […] es sin duda el mayor obstáculo en el camino hacia el ecumenismo (Discurso al Secretario para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, 28 de abril de 1967). Montini había comenzado a preparar el terreno cuatro años antes, estableciendo enfáticamente el triregno. Si ésta es la premisa de un texto que debe servir para hacer “compatible” el Papado romano con la negación del Primado de Pedro que rechazan los herejes y los cismáticos; y si el mismo Bergoglio se presenta como primus inter pares en la asamblea de las sectas y denominaciones cristianas no en comunión con la Sede Apostólica, faltando a la proclamación de la doctrina católica sobre el Papado definida solemne e infaliblemente por el Concilio Vaticano I, ¿cómo se puede pensar que el ejercicio del Papado y la misma voluntad de aceptarlo no estén viciados por una vicio de consentimiento, tal que haga nula o al menos altamente dudosa la legitimidad del “papa Francisco”? ¿De qué “Iglesia” podría separarme, a qué “Papa” me negaría a reconocer, si la primera se define como una “Iglesia conciliar y sinodal” en contraposición a la “Iglesia preconciliar” -es decir, la Iglesia de Cristo- y el segundo demuestra que considera el Papado como una prerrogativa personal de la que puede disponer modificándolo y alterándolo a su antojo, y siempre en coherencia con los errores doctrinales implícitos en el Vaticano II y en el “magisterio” postconciliar?
Si el papado romano -el papado, para entendernos, de Pío IX, León XIII, Pío X, Pío XI, Pío XII- es considerado un obstáculo para el diálogo ecuménico y el diálogo ecuménico es perseguido como la prioridad absoluta de la “Iglesia sinodal” representada por Bergoglio, ¿de qué otra manera podría materializarse este diálogo, si no es en la eliminación de aquellos elementos que hacen al papado incompatible con él, y por lo tanto manipulándolo de una manera totalmente ilegítima e inválida?
El conflicto de tantos hermanos y fieles
Estoy convencido de que entre los obispos y sacerdotes hay muchos que han experimentado y experimentan aún hoy el desgarrador conflicto interior de verse divididos entre lo que Cristo Pontífice les pide (y ellos lo saben) y lo que el que se presenta como Obispo de Roma impone por la fuerza, con chantajes y con amenazas.
Hoy es tanto más necesario que los pastores despertemos de nuestro letargo: Hora est jam nos de somno surgere (Rom 13, 11). Nuestra responsabilidad frente a Dios, a la Iglesia y a las almas nos exige denunciar inequívocamente todos los errores y desviaciones que hemos tolerado durante demasiado tiempo, porque no seremos juzgados ni por Bergoglio ni por el mundo, sino por Nuestro Señor Jesucristo. A Él daremos cuenta de cada alma perdida por nuestra negligencia, de cada pecado cometido por ella a causa nuestra, de cada escándalo ante el que hemos callado por falsa prudencia, por quietud, por complicidad.
En el día en que debería comparecer frente al Dicasterio para la Doctrina de la Fe para defenderme, he decidido hacer pública esta declaración mía, a la que añado una denuncia contra mis acusadores, su “Concilio” y su “Papa”. Ruego a los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, que consagraron la tierra del Alma Urbe con su propia sangre, que intercedan ante el trono de la Majestad divina, para que obtengan que la Santa Iglesia sea finalmente liberada del asedio que la eclipsa y de los usurpadores que la humillan, haciendo de la Domina gentium la sierva del plan anticristiano del Nuevo Orden Mundial.
En defensa de la Iglesia (Idem)
La mía no es, pues, una defensa personal, sino la de la Santa Iglesia de Cristo, en la que he sido constituido Obispo y Sucesor de los Apóstoles, con el mandato preciso de custodiar el Depósito de la Fe y de predicar la Palabra, insistir oportuna e inoportunamente, reprender, exhortar con toda paciencia y doctrina (2Tim 4, 2).
Rechazo con vehemencia la acusación de haber rasgado el manto inconsútil del Salvador y de haberme sustraído a la suprema autoridad del Vicario de Cristo: para separarme de la comunión eclesial con Jorge Mario Bergoglio, primero tendría que haber estado en comunión con él, lo cual no es posible, desde el momento que el mismo Bergoglio no puede ser considerado miembro de la Iglesia, debido a sus múltiples herejías y a su manifiesto extrañamiento e incompatibilidad con el cargo que inválida e ilícitamente ostenta.
Mis acusaciones contra Jorge Mario Bergoglio (Idem)
Frente a mis Hermanos en el Episcopado y todo el cuerpo eclesial, acuso a Jorge Mario Bergoglio de herejía y cisma, y como hereje y cismático exijo que sea juzgado y apartado del Trono que indignamente ocupa desde hace más de once años. Esto no contradice en absoluto el adagio Prima Sedes a nemine judicatur, porque es evidente que un hereje, en la medida en que no puede asumir el Papado, no está por encima de los Prelados que lo juzgan.
Acuso igualmente a Jorge Mario Bergoglio por haber provocado -a causa del prestigio y de la autoridad de la Sede Apostólica que usurpa- graves efectos adversos, esterilidad y muerte en los millones de fieles que han seguido su martilleante llamada a someterse a la inoculación de un suero génico experimental producido con fetos abortados, llegando incluso a hacer publicar una Nota indicando su uso como moralmente lícito. Tendrá que responder ante el Tribunal de Dios por este crimen contra la humanidad.
Por último, denuncio el Acuerdo Secreto entre la Santa Sede y la dictadura comunista china, por el que la Iglesia es humillada y obligada a aceptar el nombramiento gubernamental de obispos, el control de las celebraciones y las restricciones a su libertad de predicación, mientras los católicos fieles a la Sede Apostólica son perseguidos impunemente por el gobierno de Pekín ante el silencio cómplice del Sanedrín romano.
El rechazo de los errores del Vaticano II
Constituye para mí un honor que se me “acuse” de rechazar los errores y las desviaciones implicadas en el llamado Concilio Ecuménico Vaticano II, al que considero completamente desprovisto de autoridad Magisterial a causa de su heterogeneidad respecto a todos los verdaderos Concilios de la Iglesia, que reconozco y acepto plenamente, así como a todos los actos magisteriales de los Romanos Pontífices.
Rechazo firmemente las doctrinas heterodoxas contenidas en los documentos del Vaticano II que han sido condenadas por los Papas hasta Pío XII, o que contradicen de alguna manera el Magisterio católico (cf. Apéndice I). Me resulta cuando menos desconcertante que quienes me juzgan por cisma sean los que se apropian de la doctrina heterodoxa, según la cual subsiste un vínculo de unión “con los que, siendo bautizados, lo son con el nombre de cristianos, pero no profesan integralmente la fe o no conservan la unidad de la comunión bajo el sucesor de Pedro” (LG n. 15). Me pregunto con qué descaro se puede desafiar a un obispo a romper una comunión que también se afirma que existe con herejes y cismáticos.
De la misma manera, condeno, rechazo y repudio las doctrinas heterodoxas expresadas en el llamado “magisterio postconciliar” originadas por el Vaticano II, así como las recientes herejías relativas a la “iglesia sinodal”, a la reformulación del Papado en clave ecuménica, la admisión de concubinarios a los sacramentos y a la promoción de la sodomía y de la ideología de “género”. Asimismo, condeno la adhesión de Bergoglio al fraude climático, una insana superstición neomalthusiana engendrada por quienes, odiando al Creador, no pueden sino detestar también la Creación, y con ella al hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios.
Conclusión
A los fieles católicos, hoy escandalizados y desorientados por los vientos de novedad y de las falsas doctrinas que promueve e impone una Jerarquía rebelde al divino Maestro, les pido que recen y ofrezcan sus sacrificios y ayunos pro libertate et exaltatione Sanctæ Matris Ecclesiæ, para que la Santa Madre Iglesia recupere su libertad y pueda triunfar con Cristo después de este tiempo de pasión. Que los que han tenido la Gracia de ser incorporados a ella en el Bautismo no abandonen a su Madre, hoy sufriente y postrada: tempora bona veniant, pax Christi veniat, regnum Christi veniat.
Dado en Viterbo, 28 de junio del año del Señor 2024, Vigilia de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo.
+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo