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lunes, 16 de abril de 2018

VOZ DE FÁTIMA, VOZ DE DIOS N° 54



VOZ DE FÁTIMA, VOZ DE DIOS N° 54

Vox túrturis audita est in terra nostra”
(Cant. II, 12)

10 de Marzo de 2018

Para que profundicemos cada vez más en el mensaje de Fátima, detengámonos a meditar algunos pasajes de las memorias de la Hermana Lucía como los que siguen:

“"Mis padres llevaban una vida dura y sencilla, pero tranquila y feliz" (Memoria VI), "Un día, vi llegar cerca de la puerta a un pobre. Yo entré en casa y dije a mi padre: "Aquí está un pobre pidiendo limosna'. Mi padre se levantó, fue a la chimenea y, con su cuchillo, cortó la cuerda de un chorizo. Tomándolo le preguntó a mi madre: "¡Mira! ¿Puedo dar esto a ese pobre? ¿No nos hará falta?" Mi madre respondió: "Puedes. Lo que damos a los pobres, nunca nos hará falta." (Memoria V), "Cada día, cuando las campanas de la iglesia parroquial tocaban el Ángelus, mi padre paraba el trabajo, con la cabeza descubierta, él recitaba tres Ave Marías y volvía a casa." (Memoria VI).

¡Qué bellos ejemplos para ser imitados por nosotros!

Al referirse a la segunda aparición del Ángel, la Hermana Lucía dice:

"Las palabras del Ángel se grabaron en nuestro espíritu como una luz que nos hacía comprender quién es Dios,
cómo Él nos ama,
cómo Él quiere ser amado por nosotros,
el valor del sacrificio,
cómo el sacrificio es agradable a Dios,
cómo Él convierte a los pecadores en vista de nuestros sacrificios "(Memoria IV).

Coloqué por separado estas frases para dar la debida atención a cada una de ellas y, así, intentar impregnarnos de las mismas.

Y el Ángel indica uno de los más preciosos sacrificios: "Sobre todo, aceptad y soportad con sumisión los sufrimientos que el Señor os envíe. (Memoria IV).

Nuestra Señora desea iluminarnos, así, como un amor especial por Dios y por el misterio de la Santísima Trinidad: "Y la luz que emana de Nuestra Señora es una luz fuerte, tan intensa, que entrando en nuestros corazones y penetrando hasta el más profundo de nuestra alma, nos hace vernos a nosotros mismos en Dios. "(cf. Memoria IV).

Y para recibir esa luz de Nuestra Señora no es necesaria una visión extraordinaria como la de los pastorcitos, sino que es preciso un avance serio en la vida espiritual, lo que es un deber de todos nosotros.

Y si hacemos eso, podremos decir con Francisco: "lo que más me gustó fue ver a Nuestro Señor en esa luz que Nuestra Señora nos colocó en el pecho. ¡Amo tanto a Dios! Pero Él está tan triste a causa de tantos pecados. ¡No debemos cometer ningún pecado! "(Memoria IV).

¡Que María Santísima nos ayude a alcanzar esa gracia!

Arsenius
U.I.O.G.D