REFUGIÉMONOS
BAJO LA ÉGIDA DE MARIA
P. Marie-Dominique O.P.[i]
Esta Mujer agotada por el
sufrimiento, escribe el P. Faber[ii], es la fuerza de la Iglesia.
Podemos
llamar a la Virgen María Nuestra Señora de las Tempestades. La Virgen María es
como los inmensos robles de nuestras selvas, que no quebrantan las más duras
tormentas:
-En
las tempestades de la vida, es en Ella que es necesario buscar abrigo y
seguridad empuñando nuestro rosario.
-Agrupémonos
también en torno a Ella en este tiempo en que la Iglesia revive la Pasión de
Nuestro Señor, donde las tinieblas han recubierto al mundo como el Viernes
santo en el Calvario. Cuando los hombres de Iglesia ya no son una luz, la
oscuridad recubre la tierra.
Es
Nuestra Señora quien nos hará perseverar en la verdadera fe y en el estado de
gracia hasta que Nuestro Señor haga que termine la prueba, ya sea
individualmente llamándonos a Él a la hora de nuestra muerte, sea
colectivamente haciendo terminar la crisis de la Iglesia a su hora –y Él solo
podrá ponerle fin. Esperando, no capitulemos por hastío y falta de espíritu de
fe, entregando las armas al mundo o a la iglesia conciliar. Hay que aguantar
hasta el final como Nuestra Señora. No nos angustiemos si solo somos muy pocos
actualmente: el Viernes santo había demasiado pocos al pie de la Cruz con Nuestra
Señora.
Dijo
el Papa León XIII[iii]:
En tiempos críticos y angustiosos siempre el principal y constante cuidado de los católicos refugiarse bajo la égida de María y ampararse a su maternal bondad, lo cual demuestra que la Iglesia católica ha puesto siempre y con razón en la Madre de Dios toda su confianza. […] La historia antigua y moderna, y los fastos más memorables de la Iglesia recuerdan las preces públicas y privadas dirigidas a la Virgen Santísima, como los auxilios concedidos por Ella; e igualmente en muchas circunstancias la paz y tranquilidad pública, obtenidas por su intercesión. De ahí estos excelentes títulos de Auxiliadora, Bienhechora y Consoladora de los cristianos; Reina de los ejércitos y Dispensadora de la paz, con que se la ha saludado.
El
camino está trazado. Que Nuestra Señora nos ayude a perseverar en él hasta la
muerte.