Enseña San Agustín que las
naves mencionadas en el Evangelio de
hoy representan la Iglesia, que se llenará de peces buenos
y malos hasta el fin del mundo. Las redes
se rompen por causa de una gran multitud de hombres carnales que desgarrarán a la Iglesia con herejías y cismas.
San Beda, por su parte,
dice que las naves que corren peligro de
hundirse por causa de los mismos peces, figuran a la Iglesia que amenazará hundirse por causa de los malos cristianos, que son sus enemigos internos, según lo que
profetizó San Pablo en 2 Timoteo: “Has de saber que en los últimos días
sobrevendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán egoístas y amadores
del dinero, jactanciosos, soberbios, difamadores, rebeldes a sus padres,
desagradecidos, impíos, inhumanos, implacables, calumniadores, desenfrenados,
crueles, enemigos de todo bien, traidores, temerarios, obcecados, más amantes
de los placeres que de Dios; y aunque harán ostentación de piedad… se opondrán
a la verdad… hombres de inteligencia corrompida, réprobos en lo que refiere a
la fe”.
San Ambrosio explica que
la barca peligra por tener a bordo a Judas, y agrega: “evitemos el trato con el traidor, no sea que muchos vacilemos,
empujados por uno solo”. Se cumple la Escritura. Desde el Vaticano II la Iglesia se hunde por causa de las modernas legiones de Judas: los liberales que usurpan
la jerarquía católica, los innumerables clérigos y religiosos sodomitas, los
izquierdistas que se dicen católicos, y muchos otros destructores de la Iglesia
y enemigos de Cristo; hijos del diablo,
según la expresión bíblica.
Dice san Pedro: "Maestro, toda la noche hemos estado
trabajando, sin haber atrapado nada"; porque -comenta San Ambrosio- el fruto que ha de obtenerse por medio de
la predicación no depende de los hombres, sino de Dios. Para lograr esta
pesca milagrosa, N.S. manda a San Pedro conducir las naves mar adentro y éste
responde que en su nombre (en el
Nombre de Cristo) serán echadas las redes. Hay
que confiar sólo en Dios.
Nada pescaba Pedro esa
noche porque sus esfuerzos eran puramente humanos. Esa noche infructuosa es la noche de la actual crisis de la Iglesia: recurrir
a medios humanos despreciando los divinos fue, precisamente, el intento del concilio Vaticano II. Desde
él la Iglesia se encuentra en una espantosa
noche de ya largos 50 años. Noche de
la apostasía de la cristiandad por no lanzar las redes en el Nombre de Cristo
sino en el nombre del mismo hombre; noche
fría, tormentosa y muy oscura, por poner la confianza en el hombre y no en Dios.
Pero se leen, en el Profeta Jeremías, estas graves y siempre actuales palabras:
“Así dice el Señor: Maldito el hombre que
confía en el hombre y hace de la carne su fortaleza y su corazón se aparta del
Señor” (Jer 17, 5).
Trágicamente, esa
oscuridad finalmente ha alcanzado a FSSPX. El demonio tiene también sus redes,
y habiendo caído en ellas, confiando más en la nada del hombre que en el poder
de Dios, la congregación está hoy dispuesta
a apoyarse adúlteramente en los liberales moderados para contener a los
liberales extremos. Las autoridades de la congregación se están comportando
como verdaderos ciegos guías de ciegos, según lo demuestra, de modo
irrefutable, el hecho de haber contratado, recientemente, a un ateo experto en
mercadeo para que éste adapte la imagen
corporativa de la congregación a los gustos de los liberales. Esta
gravísima infidelidad, este increíble despropósito ha sido revelado
recientemente por el Padre Girouard, de la Resistencia, y está probado por las
palabras que el Superior del Distrito de Canadá, P. Wegner, escribió en enero
de 2012: “Una reconocida firma europea de
imagen corporativa, desarrolló un estilo corporativo para la Fraternidad (…) El
estilo es nuevo y fresco, atractivo para viejos y jóvenes. Una (…) característica
de este nuevo estilo es su positividad. Desprovisto de cualquier elemento
agresivo e impositivo, nos compromete con una manera positiva de escribir (…)” (“Angelus”,
enero de 2012). Se trata, entonces de
recurrir a unos ateos que nos enseñarán el modo de proyectar una imagen
agradable a los hombres. “¡Adúlteros! ¿no
sabéis que la amistad del mundo es enemistad con Dios? Cualquiera pues que
quisiere ser amigo del mundo, se constituye en enemigo de Dios” (Sant. 4,
4). ¡Dios nos libre!
Sin duda se
vive también en la Tradición esa “desorientación diabólica” de la que en
ocasiones hablaba Sor Lucía de Fátima. Para proteger nuestras almas de eso,
nunca olvidemos que Cristo mandó a San
Pedro ir mar adentro, para que ahí, en lo profundo, fueran lanzadas redes en
su Nombre. Es necesario desplegar muchos y grandes esfuerzos en defensa
de la fe y de la Iglesia, hacer lo que podamos por mantener vivo el auténtico
espíritu católico, que es esencialmente batallador y conquistador; pero no es
menos necesario ir hacia lo profundo por
los caminos del espíritu, por la
unión del alma con Dios que se obra mediante la oración, la que consiste en elevar el alma a Dios, a ese Dios que
mora en lo profundo del alma en gracia.
Sin oración no podemos esperar nada de Dios, pero con la oración debemos
esperarlo todo de Él.
San Agustín compara la pesca del Evangelio de hoy con otra pesca milagrosa, esa en la que
los Apóstoles atrapan 153 peces. No
es casualidad que el Rosario completo
(con sus 3 coronas, con sus 15 Misterios) tenga, exactamente, 153 Avemarías. Bueno, por lo menos a hasta que los modernistas osaron
“corregirlo”, agregando los llamados “misterios de la luz”.
Estimados fieles:
¡Confiemos en Dios, creamos en el
divino poder del Rosario! Empuñando a diario -e idealmente con sus 15
Misterios- el Santo Rosario, arma todopoderosa; seremos capaces de lanzar una
y otra vez y cada vez en mayores profundidades de caridad, las redes santas que
son nuestras obras hechas para cumplir la voluntad de Dios, nuestras vidas
vividas en “el Nombre de Cristo”.
|