PÁGINAS

domingo, 17 de mayo de 2015

R.P. TRINCADO - SERMÓN DOMINGO DESPUÉS DE LA ASCENCIÓN




Os he dicho estas cosas para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas, y viene la hora en que cualquiera que os mate pensará que sirve a Dios. Y os harán esto porque no conocieron al Padre ni a Mí. San Juan Crisóstomo comenta que Nuestro Señor intenta consolar a los Apóstoles con estas palabras, como si dijera: basta para vuestro consuelo el saber que padecéis esto por mí y por mi Padre. Nos dice Cristo: Me persiguieron a Mí y os perseguirán también a vosotros. La persecución es para nosotros católicos el pan nuestro de cada día; esta es la señal de que somos discípulos verdaderos de Jesucristo (P. B. Martín Sánchez en “El Reino de los Cielos Padece Violencia"). Esa es la verdadera señal, el sello de la auténtica catolicidad, ¡no las certificaciones o reconocimientos de gobiernos revolucionarios o de prelados herejes!

Os he dicho estas cosas para que no os escandalicéis, es decir, no tropecéis y seáis vencidos al ver que la persecución viene a veces de donde menos podía esperarse: de los buenos, de los más cercanos, de los amigos, de los superiores, de los compañeros de combate. Jesús nos previene para que no incurramos en el escándalo de que habla Mt 13, 21 (Mons. Straubinger): el sembrado en pedregales es el que oye la palabra y la recibe con gozo, pero no tiene raíz en sí mismo sino por un tiempo, y cuando viene la tribulación o la persecución por la palabra, pronto se escandaliza.

Os expulsarán de las sinagogas -o de la Iglesia mediante excomuniones, como en 1988; o de la congregación, o de la feligresía, como sucede en la Fraternidad desde el 2012-, y viene la hora en que cualquiera que os mate pensará que sirve a Dios. Y os harán esto porque no conocieron al Padre ni a Mí. Dice Mons. Straubinger: Rara vez habrá quien haga el mal por el mal mismo, y de ahí que la especialidad de Satanás, habilísimo engañador, sea llevarnos al mal con apariencia de bien. Así Caifás condenó a Jesús, diciendo piadosamente que estaba escandalizado de oírlo blasfemar, y todos estuvieron de acuerdo con Caifás. Lo mismo hizo Ménzingen cuando condenó la consagración de Mons. Faure.
Todos los que aspiran a vivir piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecución, dice San Pablo (2 Tim 3. 12). No hay duda de que todos los que quieren vivir conforme a la doctrina de Cristo serán perseguidos por envidia y malicia. Serán perseguidos por los demonios... por el mundo corrompido... Se les llenará de injurias, de burlas, de afrentas, de desprecio, siempre por envidia, ceguedad, injusticia y crueldad. Serán perseguidos en odio a la verdad, de los buenos ejemplos, del Evangelio, de la religión, del orden, de la sana doctrina, de la moral (…)... Serán perseguidos por sí mismos, por la concupiscencia, por el hombre viejo, que afrentan, que encadenan a pesar suyo, y que someten al espíritu.
No es cosa nueva que las almas piadosas sean perseguidas; esto se verifica desde el principio del mundo. Así Caín persiguió al piadoso Abel, su hermano, y le mató. (…) Abraham fue perseguido por los cananeos. Lot por los sodomitas. Isaac por Ismael. Jacob por Esaú, José por sus hermanos, Moisés por el faraón. Los hebreos primero por los egipcios y más tarde por los filisteos y otras naciones. Saúl persiguió a David; Absalón persiguió a su padre David; Manasés persiguió a Isaías; los judíos persiguieron a Jeremías, a Amós, a Ezequiel y a los demás profetas. Nabucodonosor persigue a Daniel (...) Herodes (el Grande) persigue a los santos Inocentes y (Herodes Antipas) hace decapitar a San Juan Bautista; Jesucristo es perseguido hasta su muerte... Los apóstoles  son perseguidos de mil maneras, y se les sentencia muerte por ser discípulos de Jesucristo... ¡Cuántos millares de mártires!... Todos los santos han sido más o menos perseguidos... (P. B. Martín Sánchez, ibíd.). Pensemos en los Cristeros perseguidos por los masones, en México, en el siglo pasado. En los católicos perseguidos por los comunistas en España, por la misma época, y en el resto del mundo durante la mayor parte del siglo XX. Pesemos en la muy sangrienta persecución que se desarrolla actualmente en el medio oriente. Pensemos en los millones y millones de niños asesinados en el vientre de sus madres…

Volvamos a la persecución de los católicos por los mismos católicos, que no por menos brutal es menos injusta, y que hoy nos toca padecer a nosotros en la Resistencia: Dice Mons. Lefebvre (“Itinerario Espiritual”): Así como el Israel del Antiguo Testamento tuvo una historia muy turbulenta por sus continuas infidelidades con Dios, muchas veces debidas a sus jefes y a sus levitas, así también la Iglesia militante (…) conoce sin cesar períodos de pruebas por causa de la infidelidad de sus clérigos, por sus compromisos con el mundo. Cuanto de más arriba vienen los escándalos, tantos más desastres provocan. Cierto es que la Iglesia en sí misma conserva toda su santidad y sus fuentes de santificación, pero la ocupación de sus instituciones por papas infieles y por obispos apóstatas, arruina la fe de los clérigos y de los fieles, esteriliza los instrumentos de la gracia, favorece los asaltos de todas las potencias del Infierno, que parecen triunfar. Esta apostasía convierte a estos miembros en adúlteros, en cismáticos opuestos a toda tradición y en ruptura con el pasado de la Iglesia, y, por lo tanto, con la Iglesia de hoy, en la medida en que ella permanece fiel a la Iglesia de Nuestro Señor. Todo lo que sigue siendo fiel a la verdadera Iglesia es objeto de persecuciones salvajes y continuas (…) Pero no somos los primeros perseguidos por falsos hermanos por haber conservado la fe y la tradición; el Martirologio nos lo enseña cada día. Cuanto más ultrajada está la Iglesia, tanto más debemos aferrarnos a Ella, en cuerpo y alma, y esforzarnos por defenderla y asegurarle su continuidad, valiéndonos de sus tesoros de santidad para reconstruir la Cristiandad (…) algunos nos perseguirán, como persiguieron a Nuestro Señor y a los apóstoles: “Me odian, os odiarán”. Lo que importa es que (…) por encima de todo guardemos la fe, ya que por ella murió Nuestro Señor (…); por ella murieron todos los mártires; por ella se santificaron todos los elegidos. Huyamos de quienes nos la hacen perder o la disminuyen.

Estimados hermanos: somos perseguidos porque queremos mantenernos enteramente católicos. Tengamos, entonces, siempre presentes las palabras eternas de Cristo: Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos... por mi causa seréis conducidos ante los gobernadores y los reyes para dar testimonio de mí ante ellos y ante las naciones (Mt 10 16-18). En el mundo tendréis grandes tribulaciones, pero tened confianza: yo he vencido al mundo (Jn 16 33). Sabed que yo estaré siempre con vosotros, hasta el fin del mundo (Mt 28, 20). Felices los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5, 10). Felices seréis cuando os insulten y os persigan, y con mentira digan contra vosotros todo género de mal por mí. Alegraos y regocijaos, porque grande será en los cielos vuestra recompensa (Mt 10 11). El que pierda su vida por mi amor, la salvará (Lc 9, 24).