SERMON
DE LA FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA
Bogotá,
D.C., 2 de Febrero de 2014
“Una
señal apareció en el cielo, una mujer vestida de sol con la luna bajo sus pies
y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”. (Apoc. 12, 1).
El Apóstol San Juan nos habla de esta señal apocalíptica,
como señal de la proximidad del fin de
los tiempos cuando arrecia el combate final entre la mujer y el dragón. Y esta señal se repite desde el triunfo de la
masonería en los países católicos, con la revolución, y de la infiltración de
las ideas masónicas y herejías del liberalismo revolucionario, cosa que el catolicismo liberal que empieza a
infiltrarse en Francia con el sacerdote apóstata Lamennais condenado por el Papa
[Gregorio XVI] en 1830 [1832]. En 1830
también aparece la Virgen de la Medalla Milagrosa, en Paris, en la Rue du Bac y
después en la Salette (1846), en Lourdes (1858), en Pontmain (1871), en Fátima
(1917) y en muchos otros lugares del mundo. Apariciones severamente atacadas
por los gobiernos masónicos, a pesar de la enorme mayoría católica y del engaño
democrático, que no es otra cosa que una mentira y una máquina de guerra contra
el catolicismo. Pero, la infiltración de la doctrina liberal en la iglesia
terminó por triunfar en el Concilio Vaticano II que fue el resultado de un
complot cogido desde muchos años antes y anunciado más de 50 años antes por el
sacerdote apóstata Rocca y otras fuerzas tenebrosas.
Y este triunfo ha amenazado también arrastrar a la Fraternidad
con la reconciliación e reintegración acuerdista. Pero, este combate de la
mujer contra el dragón empezó con la caída del hombre y después de la primera
victoria de Satanás en el paraíso terrenal Adán responde a Dios: “Es la mujer que Tú me diste por esposa que
me dio del árbol prohibido del conocimiento del bien y del mal y comí” (Gén. 3,
12); y la mujer dijo a Dios: “Es la serpiente que me engañó y comí” (Gén.
3, 13). Pero, Dios da a los primeros
hombres el primer rayo de luz y de
esperanza. El corazón paternal de Dios tiene preparada una salida compasiva e insospechada
la futura reparación y salvación de los hombres por medio de un nuevo Adán,
Cristo Nuestro Señor que traerá la salvación.
Por boca de San Pablo el Espíritu Santo nos dice: “Por tanto, como por un solo hombre entró el pecado original en el
mundo, y por el pecado la muerte, también así la muerte pasó a todos los
hombres, por cuanto todos pecaron” (Rom. 5, 12).
Y Dios dijo a la serpiente infernal: “Pondré enemistad (guerra) entre ti y la mujer y entre tu linaje (que son los hombres
malvados enemigos de Cristo, que reclaman el derecho del hombre de rebelarse contra Dios con la
libertad religiosa y los derechos humanos, con la libertad de perdición en
realidad), enemistad entre tu linaje y la
descendencia de la mujer; éste te
aplastará tu cabeza (llena de soberbia) y
tu le aplastarás el calcañar” (Gén. 3, 15).
La descendencia de la Mujer con Nuestro Señor Jesucristo y los
santos, vencerá al demonio, de la misma manera que el hombre aplasta la
cabeza de una serpiente. La descendencia
de la Mujer hoy son “los a quien” [N. del
T. aquellos a quienes] Nuestro Señor dijo en la Cruz: “He aquí a vuestra Madre” (Sn. Juan 19, 26b). Pero la descendencia principalmente es Nuestro
Señor Jesucristo, el Salvador: que es el Rey de toda la humanidad, como lo dice
San Pablo: “Cristo, [Nuestro Señor] es la
imagen viva del Dios invisible, el primogénito
de toda la creación. Por Él fueron
creadas todas las cosas, por medio de Él y para Él”.(Col. 1, 15-16) “…en todo El
es el primero, [el Rey], pues plugo al Padre hacer habitar en Él toda la
plenitud y por medio de Él reconciliar consigo todas las cosas, [tanto las de
la tierra como las del cielo,]haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.”
(Col. 1, 19-20).
Esta victoria del Hijo, de la descendencia de la Mujer es
el primer anuncio, desde las primeras líneas del Antiguo Testamento, del futuro
Redentor, primera Buena Nueva, eso es lo que
significa la palabra Evangelio, la Buena Nueva de nuestra salvación, de
nuestra felicidad eterna que nos está esperando. Así que de ninguna manera somos [estamos]
tristes, ni deprimidos, sino alegres y optimistas, porque sabemos que Dios
tendrá como siempre la última palabra.
Al triunfo del Salvador va asociada su Madre, la magna Señora
que se contrapone a Eva y que es la nueva madre de la humanidad regenerada. La
serpiente aplastará el calcañar de la Mujer y esto ocurrió cuando Nuestro Señor,
Su Hijo fue clavado en la cruz por obra de Satanás y de sus cooperadores de la
sinagoga; aparente victoria de ellos, mas el verdadero vencedor fue Nuestro Señor
[que] con su muerte en la cruz aplastó la soberbia de los enemigos de los
hombres, mostrando el ejemplo y la necesidad del sacrificio, del don de sí
mismo a Dios y al prójimo; de la humildad y de la paciencia, expiando así sobre
todo los crímenes y el escándalo del pecado, de la soberbia que desfigura y
ensucia la creación de Dios.
Ella es vuestra Madre y vosotros sus hijos. Es en el Calvario
donde se realiza el sacrificio de nuestra redención que Nuestro Señor
Jesucristo asocia a la Santísima Virgen a su sacrificio. El
mejor de los hijos, siendo Dios, quiso compartir su vida terrenal, su misión
redentora, uniendo perfectamente en todo a su Santísima Madre haciéndola Reina
de los Mártires, corredentora y mediadora de todas las gracias,
indisolublemente unida a la misión de la salvación operada por su Hijo y por
eso también en la agonía del mundo, en la ultima apostasía universal, la ve San
Juan como una señal de que Dios no nos olvida y que no debemos disminuir en
nuestra Fe y en nuestra Esperanza. En ese naufragio general que nos toca vivir,
ella es el último recurso que Dios nos ofrece. Nuestra Santísima Madre, Madre
de la misericordia, Reina del Rosario y Ella viene a prepararnos en cada etapa
de esta bajada a los infiernos de esta apostasía de la revolución anunciando
con anticipación cada desastre para exhortarnos a la oración y a la
santificación dándonos el valor y la paciencia en el sufrimiento y la esperanza
en la victoria final: “Al fin, mi Corazón
Inmaculado triunfará” (Ntra. Sra. En Fátima).
Mientras no nos dejemos arrastrar por la corriente
liberal que lleva las almas al infierno.
Nos quieren arrastrar a esta corriente, con muy buenas razones aparentemente, el diablo disfrazado
de ángel de luz, no debemos ser
rebeldes, debemos obedecer al Papa, debemos obedecer al Superior, debemos
descuidarnos de nuestro sentimiento personal de nuestra voluntad propia, etc.,
etc. Muchísimas cosas que son excelentes
y muy necesarias en la vida espiritual, pero que nunca se pueden esgrimir en
contra de la Fe. La virtud de Fe, sin la cual es imposible la salvación es
imposible agradar a Dios. No hay ni un
gramo de Caridad sin la Fe. La Fe es la puerta de todo, la puerta de la vida
sobrenatural, la puerta del Cielo. “Los que no creerán ya están condenados”
(Mc. 16, 16), dice Nuestro Señor.
Ahora, el enemigo
liberal se apoderó del puesto de mando en la barca de Pedro. Eso es el
golpe maestro de Satanás que le permite llevar a los fieles a obedecerle a él
creyendo obedecer a la autoridad. Pero,
toda autoridad viene de Dios y es para Dios; por consiguiente, la autoridad
religiosa no puede llevarnos a aceptar el liberalismo, enemigo de Dios. El
liberalismo es pecado y lleva las almas a la perdición de una manera sutil,
como diría monseñor Fellay.
Nuestra señora en la Salette nos dijo: (la Salette, 1846.
Reconocida por el Papa Pio IX, donde se autorizó también la construcción de
una gran Basílica donde fueron millones
de peregrinos.) En la Salette nuestra señora nos dice: “Roma perderá la Fe y
llegará a ser la sede del anticristo”. “Roma
perderá la Fe.” ¿Qué significa eso? ¿Quién está en Roma? En Roma está el Papa. San Roberto Belarmino y la mayoría de los
grandes teólogos nos dicen que no es imposible que un Papa pueda perder la Fe y
llegar hasta la herejía o el cisma y claro si eso ocurre será en medio de la
ultima apostasía universal y
desgraciadamente hoy el Papa está destruyendo la imagen del pontificado del Papa. Poniéndose por ejemplo, como se ha visto en
todos los periódicos, en internet, en
medio de otras personas que llevaban una nariz roja de payaso; él mismo se la
puso y hoy hay varios casos de sacerdotes que realizan actos sagrados como el
bautismo, o predicando en su Iglesia con una nariz de payaso; se ve en internet
se ve cualquier cosa en la celebraciones de los misterios sagrados, la misa y de esta manera, tal vez él cree
mostrar a todos los fotógrafos del mundo como él, Francisco, es tan humilde, es
una aberración. Todo el mundo lo vio en la prensa. Su foto aparece en cientos
de portadas de las revistas más escandalosas del planeta como el “hombre del
año”. Revistas gay, revistas satanistas,
revistas de los rolling stone, revistas de todos los enemigos de siempre de la iglesia. Uno se puede preguntar acaso
no sucederá algo semejante cuando aparezca el hombre de perdición, el
anticristo. Se dice que se verá su imagen en el mundo entero al mismo tiempo.
Es el momento de
acordarnos de estas palabras a los Corintios inspiradas por Dios a San Pablo que
son para nuestra época. “Nosotros los Apóstoles,
dice San Pablo, toda la autoridad
tenemos que Dios nos dio sobre vosotros es para llevaros a Dios, para
edificaros en la fe y en la caridad no
tenemos nosotros los apóstoles, no tenemos ninguna autoridad sobre vosotros
para apartarlos de Dios aun siendo nosotros los apóstoles nombrados por Dios.
Ninguna autoridad para destruir, para disminuir vuestra fe. Ninguna autoridad
contra la verdad.” (II Cor. X, 8)
La autoridad viene de Dios, ¿cómo podría existir para
alejarnos de Dios? Por una falsa
obediencia, ¿cómo Dios va a dar autoridad a los apóstoles o al papa o a nuestro
superior para apartarnos de la doctrina de Dios? La doctrina de los predecesores
de los Papas, 260 Papas hasta el Concilio Vaticano II, una autoridad que pretenden usar para
reintegrarnos al concilio, al Concilio Vaticano II, hacérnoslo aceptar con
todas sus herejías, sus errores, su espíritu modernista subjetivista fruto de
la nueva teología de los últimos siglos, del idealismo alemán; ellos quieren
reconciliarnos con la apostasía de la Roma que ha perdido la Fe.
Mons. Lefebvre decía a los seminaristas de Ecône: Roma ha
perdido la Fe; no son palabras en el aire que os digo. Roma ha perdido la Fe. Ellos, los del Vaticano de Ratzinger que era
su interlocutor, salieron de la Iglesia. ¿Cómo confiar en esa gente que no cree
en el magisterio anterior de la iglesia, de todos los Papas? ¿Cómo entregarnos
en sus manos, cuando ellos tienen todos los medios legales para estrangularnos,
para reducirnos a la obediencia al Concilio, para obligarnos a aceptar su nueva
religión conciliar?
Monseñor Fellay es optimista para la iglesia. Nos llevó a ver la luz al final del túnel. Nos cuenta que la situación ha cambiado en Roma. Que hay esperanza. Parece que la restauración
ha empezado según se ven las primeras señales de la primavera que está
llegando. Pero, ¿cuál es la realidad? La realidad es que los cardenales han
encontrado la única salida de la crisis y para la restauración: es regalarnos
al Papa Francisco, como él quiere que lo llamen: “Francisco, todo el mundo te
quiere”. El va a restaurar la Iglesia
con esas palabras por ejemplo: “Quién soy yo para juzgar a los homosexuales”; la moral es hacer lo que a uno le parece bien.
¿Cómo es eso? Entonces, claro, sabemos lo que les parece bien a los
homosexuales. Y son palabras del Papa Francisco: “Para mí un Dios católico no
existe.” Acaso, el primer mandamiento, el más importante ¿no nos ordena: No
tendrás otro Dios que el verdadero Dios vivo? El único Dios católico, por
consiguiente, la Santísima Trinidad.
La realidad de hoy,
que desgraciadamente nos toca vivir, es lo que anunció la Santísima Virgen en
la Salette.
El mensaje, a
pesar de la fuerte oposición por parte de los liberales, fue aprobado por el santo
Papa Pio IX, junto con la construcción de una gran basílica. Y eso es el
mensaje, que es difícil ver; pero, lo debemos hacer, si la Virgen ha venido a darlo por alguna razón debe ser: “Los
sacerdotes ministros de mi Hijo, por su mala vida, por su impiedad en celebrar
los santos misterios (la nueva misa) por
amor del dinero, de los honores y de los placeres se han transformado en
cloacas de impureza. Hoy sabemos que (la última fue la Diócesis de California)
11 diócesis de Estados Unidos se han declarado en quiebra por las decenas de
millones de dólares que les han costado los juicios y reparaciones a víctimas
de pedofilia.
“Los sacerdotes”, sigue el mensaje, “los sacerdotes
reclaman venganza y la venganza está suspendida sobre sus cabezas. Ellos crucifican
de nuevo a mi Hijo. Los superiores, los conductores del pueblo de Dios (acaso
no son también los Papas) han descuidado la oración y la penitencia; el demonio
ha oscurecido sus inteligencias; hay que esperar ser gobernado por una vara de
hierro, como es el comunismo. Muchos
sacerdotes y obispos abandonarán la Fe, se apartarán de la verdadera religión.
Lucifer con un gran número de demonios serán soltados del infierno. Abolirán la
fe poco a poco. Muchas casas religiosas
es decir conventos, sociedades, fraternidades religiosas perderán enteramente
la fe y perderán muchas almas. La verdadera fe se ha extinguido y la falsa
luz alumbra el mundo. La estatua de la libertad y de los derechos
del hombre en Nueva York tiene una inmensa antorcha para difundir la falsa luz
de la libertad de conciencia que eclipsa la luz de la fe, la luz de Nuestro Señor
“que ilumina a todo hombre, “luz que es
la vida de los hombres”, como dice San Juan (Sn. Juan, 1,9).
Sigue el mensaje. “Desdichados los príncipes de la
iglesia que solo se hayan ocupado en salvaguardar su autoridad y en
dominar con orgullo”, por ejemplo
queriendo imponer por la fuerza el concilio y su nueva religión conciliar y
liberal. Dice Nuestra Señora, esto será
el tiempo de las tinieblas, la Iglesia tendrá una crisis terrible; los
gobiernos civiles tendrán todos un mismo designio, que será abolir y hacer
desaparecer la fe, para hacer lugar al materialismo, al ateísmo, al espiritismo
y a toda clase de vicios.
En el año 1865, pero, fue sobre todo en el año 1965, al
fin del concilio, como lo dijo el Papa Pablo VI, que se vio entrar el humo de
Satanás dentro de la iglesia. Lo escuché con mis propios oídos en Roma.
Dice la Salette: “se verá entonces la abominación en los
lugares santos la abominación de la desolación en el templo”, de la cual habla
el Apocalipsis y el profeta Daniel. “En los conventos, las flores de la Iglesia
se pudrirán y el demonio será como rey de los corazones. El amor de los placeres carnales será
extendido por toda la tierra. Luego, habrá una guerra general y que será
espantosa. Paris será quemada y Marsella
engullida por el mar. Y muchas grandes
ciudades por terremotos.” Eso prueba que
no se trataba de la Segunda Guerra Mundial, sino que se trata de la Tercera Guerra
Mundial. Entonces Jesucristo, justo después de esta guerra, por un acto de su
justicia y de su misericordia ordenará a sus ángeles que todos sus enemigos
sean ejecutados.
De pronto los perseguidores de la iglesia de Jesucristo
perecerán. Cuáles son estos
perseguidores de la iglesia esparcidos en el mundo y en los gobiernos. Así que
no es la visión que tiene monseñor Fellay, antes de este gran escobazo no habrá
restauración esta es una razón absolutamente inverosímil, utópica, cuando uno
ve la situación real de la iglesia. Y la
tierra quedara como un desierto entonces será la paz, la reconciliación de Dios
con los hombres. Los nuevos reyes serán el brazo derecho de la santa iglesia y
el evangelio será predicado en todas partes.
Esta paz entre los hombres no será larga, pues olvidaran las
consecuencias terribles del pecado.
Temblad vosotros que hacéis profesión de servir a Jesucristo y que por
dentro os adoráis a vosotros mismos. Los
lugares santos, es decir, roma se hallan en la corrupción. Roma perderá la fe y se convertirá en la sede
del anticristo. La iglesia será
eclipsada (es decir que hasta nuestros superiores no podrán ver mucho la
visibilidad de la iglesia eclipsada roma eterna eclipsada por la roma
modernista.
Eso mismo decía Monseñor Lefevbre, textualmente en el
sermón de las ordenaciones del 29 de junio de 1987: “Roma está en las
tinieblas, en las tinieblas del error.
No podemos negarlo, es imposible.
Debemos ser conscientes de este combate dramático, apocalíptico. En Roma se encierran en las tinieblas, conducen
las almas a la apostasía, a la ruina de la fe.”
Y también, en la conferencia a los sacerdotes en Ecône,
el 4 de septiembre de 1987, monseñor Lefebvre dice: “Se lo digo, mis queridos
amigos, Roma ha perdido la fe, Roma está en la apostasía. No son palabras, no son palabras en el aire
que les estoy diciendo. ¡Es la verdad!
Roma está en la apostasía, ya no podemos tener confianza en esa gente, ellos
han salido de la iglesia. Han dejado la
iglesia. Es seguro…. Seguro….seguro. No
podemos entendernos con ellos. No podemos seguir esa gente. Se lo expliqué al cardenal Ratzinger. Es la apostasía. No creen más en la divinidad de Nuestro Señor
que debe reinar….”
Y, como lo decía hace poco el Papa Francisco: “para mí un
Dios católico no existe”….que Dios nos guarde, Ave María Purísima.
P. Jean Michael Faure