PÁGINAS

jueves, 12 de diciembre de 2013

P. R. TRINCADO - SERMÓN EN LA FIESTA DE N.S. DE GUADALUPE.-




Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” Apoc 12 1-2a.

¿Quién es esta que va subiendo cual aurora naciente, bella como la luna, brillante como el sol, imponente como un ejército en orden de batalla? Cant 6 10.

Con profundidad y erudición, nos decía acerca del acontecimiento guadalupano, hace pocos días, un fiel de la Resistencia de la Ciudad de Méjico (don Luis de Guerrero Osio), que tres naves y un solo viaje hubo en el descubrimiento de América, como son Tres las Divinas Personas y un Único Dios. “Pinta la Niña Santa María” es la única frase que se compone con el nombre de esas tres naves, patente profecía de lo que el Cielo había dispuesto para tener lugar en el Tepeyac, poco después, en 1531.


Cristóforo (Cristóbal) Colombo es el nombre de descubridor. Cristóforo significa portador de Cristo, Colombo significa palomo: profético de nuevo, pues ese hombre hizo posible que los benditos españoles trajeran el Espíritu Santo para la evangelización de nuestros pueblos indígenas. Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres (Jn 8 32): la verdadera fe debía liberar a esas gentes de la inveterada, tremendamente amarga y durísima esclavitud del demonio, y someterlas al suave yugo de Cristo.

Después de haber comenzado a ser pintada esta Niña, por los predicadores, en las almas de los indios, y a casi cuarenta años de la llegada de Colón en aquél 12 de octubre, el 12 de diciembre de 1531 sucedió el portentoso milagro que marcaría la historia de Méjico, de América y de la Iglesia Católica para siempre: la Niña Virgen Madre fue pintada por el mismo Dios en el ayate de Juan Diego. A partir de ese momento, las conversiones de los indígenas se multiplican de modo totalmente extraordinario. La Madre de Dios tomaba posesión de América para su Divino Hijo.

En 1541 escribe el misionero franciscano fray Toribio de Benavente, que a diez años de la aparición de N. Señora de Guadalupe, ya eran alrededor de nueve millones de aztecas bautizados y que él personalmente había bautizado unos 300.000. Gracias a nuestra Señora, la historia de las conversiones al cristianismo en México es la más grandiosa y espectacular de la historia cristiana y por eso el historiador Bernal Díaz del Castillo, soldado y compañero de Hernán Cortés, escribió en su libro “Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España” (de 1560), que el triunfo de los conquistadores se debió a la gracia y ayuda de la Virgen de Guadalupe.

Esta imagen de origen divino es la presencia mariana más importante en la historia del mundo después de la Asunción de María Santísima a los Cielos. La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe es un milagro permanente. Y se puede hablar no de uno, sino de muchos milagros que simultáneamente se dan en este ayate. La ciencia, a través de diversos estudios de químicos, oftalmólogos, expertos en computación o en otras ramas del saber, nos habla de las maravillas de sus ojos, que se comportan como si pertenecieran a un cuerpo vivo, y de la luminosidad y brillantez de la imagen original que parece haber sido pintada hace una semana, aunque no ha sido pintada, propiamente hablando, pues los pigmentos de la imagen no pertenecen al reino mineral, vegetal ni animal.

La enumeración de todo lo extraordinario que se ha descubierto en esa tela sería muy larga de hacer. Sólo destacaremos algo sobre la materia del ayate: una de las cosas que más llama la atención de los expertos, es la milagrosa conservación del tejido de la túnica de Juan Diego en la que se imprimió la imagen de la Virgen. Normalmente esa clase de tela se desintegra en unos 20 años y, sin embargo, hasta ahora, habiendo trascurrido 482 años, sigue sin desgarrarse ni descomponerse, habiendo estado durante 116 años sin protección de cristales y expuesta al humo de miles de velas, habiendo sido tocada por manos de miles de indígenas y habiendo estado colocada sobre una pared húmeda. Además tiene esta cualidad maravillosa e inexplicable: es refractaria al polvo y a la humedad y en el tejido nunca aparecen insectos que puedan dañarlo y jamás ha tenido hongos. Y por añadidura, durante tantos años, millones de objetos piadosos han tocado directamente la imagen sin producirle daños. Los doctores mexicanos Sodi y Palacios, después de estudiar la imagen concluyeron:
“1. Científicamente no se puede explicar la conservación del ayate de Juan Diego.
2. Científicamente no se puede esclarecer por qué no se han saltado ni decolorado los colores.
3. Científicamente no se puede entender por qué no se destruyó el ayate hecho con fibras de maguey cuando le cayó ácido nítrico y se efectuó la reacción xantoproteica.
4. Científicamente es incomprensible por qué el ayate no sufrió daño alguno en el atentado dinamitero del 14 de noviembre de 1921.
5. Científicamente no se explica por qué no se encuentran colorantes vegetales, minerales o animales en las fibras del ayate.
6. Científicamente no se ha podido explicar por qué el ayate de Juan Diego rechaza a los insectos y al polvo suspendido en el aire”.

Científicamente nada de esto se explica, porque estamos ante una imagen hecha por Dios: estamos ante el retrato que Dios pintó de su Madre.

Estimados fieles: Méjico es bendito del Cielo porque sólo en este país existe esta portentosa presencia de la Santísima Virgen. Para comprender el sentido de este grandísimo milagro y de esta inmensa misericordia de Dios con los mejicanos, oigamos hoy, una vez más, lo que le dice Nuestra Señora de Guadalupe a Juan Diego y, en él, a cada uno de nosotros:

Deseo que se me erija aquí un templo para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa, a ti y a todos vosotros juntos los moradores de esta tierra y a los demás amadores míos que me invoquen y en mí confíen; oiré sus lamentos y remediaré todas sus miserias, penas y dolores, porque yo soy vuestra piadosa Madre… Hijo mío, el más pequeño, no es nada lo que te asusta y te aflige. No se turbe tu corazón y no temas esta enfermedad ni otra alguna enfermedad o angustia. ¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Qué más necesitas?

Que nuestra Madre la Virgen de Guadalupe, Reina de México, Emperatriz de América y Generala de la Resistencia; continúe aplastando delante de nosotros la cabeza de la serpiente infernal, y nos bendiga y nos proteja siempre.