TRADUCCIÓN DE ADELANTE LA FE (excepto notas)
TRES PREGUNTAS DE JOHN HENRY WESTEN A CARLO MARIA VIGANÒ
Qué opina de Fratelli tutti, en particular con respecto al silencio de la encíclica en torno a lo que ésta califica de «mayores preocupaciones» de los políticos?
Al hablar de las
preocupaciones que más deberían promover la acción de los políticos, Fratelli
tutti menciona «el fenómeno de la exclusión social y económica, con
sus tristes consecuencias de trata de seres humanos, comercio de órganos y
tejidos humanos, explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo,
incluyendo la prostitución, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen
internacional organizado». Todas estas cosas son plagas que se deben denunciar,
pero creo que todo el mundo las reconoce como tales. El punto focal, y mucho
más importante desde el punto de vista moral, sobre el que calla la encíclica,
es el aborto, que por desgracia hoy se reivindica como un derecho2.
Este silencio atronador
sobre el crimen más odioso a los ojos de Dios –dado que se comete contra una
criatura inocente e indefensa privándola de la vida– delata la cortedad de miras
de ese manifiesto ideológico al servicio del Nuevo Orden Mundial.
Estrabismo que contempla los planteamientos del pensamiento único con total
sumisión ideológica y a las enseñanzas del Evangelio con la mirada miope y
avergonzada de quien lo considera inviable y desfasado.
Se pasa totalmente por
alto la dimensión espiritual y trascendente, así como la moral natural y
católica. Ahora bien, ¿qué fraternidad podrá haber entre los
seres humanos cuando no se da importancia al hecho de matar a un inocente? ¿Cómo
se puede condenar la exclusión social mientras se calla la más criminal de las
exclusiones sociales, la de un hijo que tiene derecho a vivir, a crecer, a amar
y ser amado, a adorar y servir a Dios y a alcanzar la vida eterna? ¿De qué
sirve ocuparse del tráfico de armas si se puede declarar hermanos a
quienes desmiembran a un niño en el vientre materno, a quien aspira un cerebro
un instante antes del parto? ¿Cómo es posible anteponer la fraternidad al
horror de envenenar al enfermo o al anciano privándolo de la posibilidad de
unirse a la Pasión del Señor en el sufrimiento? ¿Qué respeto a la naturaleza
cabe invocar cuando se acepta que es posible modificar el sexo de la persona
inscrito en nuestros cromosomas, o que se pueda considerar familia a la estéril
unión de dos hombres o dos mujeres? La furia destructora de la madre
tierra no vale para quienes, manipulando la obra admirable del
Creador, se arrogan el derecho de modificar el ADN de plantas, animales y seres
humanos.
La encíclica Fratelli
tutti no sólo está falta de Fe; carece igualmente de Esperanza y de
Caridad. En su texto no se percibe el eco de la voz del Divino Pastor y
Médico de las almas, sino el gruñido del lobo rapaz o el silencio del
mercenario (Jn. 10,10). No hay el menor atisbo de amor ni a Dios ni al prójimo,
porque para desear verdaderamente el bien del hombre actual es necesario
despertarlo de la hipnosis buenista, ecologista, pacifista, ecumenista y
mundialista. Para amar al hombre pecador y rebelde, es preciso hacerle entender
que lejos de su Creador y Señor terminará por ser esclavo de Satanás y de sí
mismo, así como que su fraternidad con otros condenados no remediará la
inevitable enemistad con Dios; que no serán el mundo y la filantropía quienes
lo juzguen, sino Nuestro Señor, que también murió por él en la Cruz.
Creo que esta
lamentabilísima Fratelli tutti representa en cierto modo el
vacío de un corazón marchito, de un ciego privado de la visión sobrenatural que
a tientas trata de responder a quien –empezando por él mismo– desconoce. Sé
bien que es una afirmación dolorosa y grave, pero creo que más que
preguntarnos por la ortodoxia de este documento tendremos que preguntarnos cuál
es el estado de un alma incapaz de experimentar un arranque de Caridad, de
dejarse abrazar por un rayo divino en la gris monotonía de un sueño
utópico, caduco y cerrado a la gracia de Dios.
El introito de la Misa de
este domingo nos suena a modo de advertencia:
Salus populi ego sum,
dicit Dominus: de quacumque tribulatione clamaverint ad me, exaudiam eos: et
ero illorum Dominus in perpetuum. Attendite, popule meus, legem meam: inclinate aure vestram in verba oris
mei.3
El Señor es la salvación
de su pueblo, que será escuchado en la tribulación a condición de que opte por
la ley de Él. Nos lo dice Nuestro Señor sin medias tintas: «Separados de
Mí no podéis hacer nada» (Jn15, 5). La utopía de la Torre de Babel, por mucho
que se actualice y se muestre bajo las novedosas apariencias de las Naciones
Unidas o el Nuevo Orden Mundial, está destinada a desmoronarse y a que no quede
piedra sobre piedra porque no está fundada sobre la piedra angular que es
Cristo:
«He aquí que son un solo
pueblo y tienen todos una misma lengua. ¡Y esto es sólo el comienzo de sus
obras! Ahora, nada les impedirá realizar sus propósitos. Ea, pues, descendamos,
y confundamos allí mismo su lengua, de modo que no entienda uno el habla del
otro» (Gn. 11,6-7).
El pacifismo mundialista
y ecuménico de Fratelli tutti contempla un paraíso en la
Tierra que no se funda en el deseo de reconocer la
realeza de Cristo sobre la sociedad y sobre todo el mundo, sino en ocultar el
escándalo de la Cruz, considerada factor de división, en vez de única esperanza
de salvación para la humanidad; en olvidar que las injusticias sociales y los
males que afligen al mundo son consecuencia del pecado, y que sólo
conformándonos a la voluntad de Dios podremos esperar la paz y la concordia
entre los hombres. Hombres que únicamente pueden ser hermanos en Cristo
reconociendo la paternidad de Dios.
En la encíclica brilla la
Esperanza por su ausencia, esperanza entendida como una
virtud teologal infundida por Dios en el alma, por la cual aspiramos al Reino
de los Cielos y la vida eterna, cifrando nuestra confianza en las
promesas de Cristo y apoyándonos en la Gracia del Espíritu Santo4 en
lugar de en nuestras propias fuerzas. Esperar que una fraternidad horizontal
garantice la paz y la justicia no tiene nada de sobrenatural, porque no tiene
la vista en el Reino de los Cielos, no se apoya en las promesas de Cristo ni
considera necesaria la Gracia divina, confiando por el contrario en el hombre
corrompido por el pecado original e inclinado por tanto al mal. Quien nutre
estas falsas esperanzas –afirmando entre otras cosas que no es necesario creer
en Dios para ir al paraíso5— ni realiza un acto de caridad, sino que
por el contrario estimula a los pecadores a seguir por el camino del
pecado y la perdición y haciéndose con ello cómplice de su condenación y
desesperación. Contradice además las propias palabras del Salvador: «Os dije
que moriréis en vuestros pecados. Sí, si no creéis que Yo soy (el Cristo),
moriréis en vuestros pecados» (Jn. 8, 24).
Añadiré con gran pesar
que últimamente no aparece la respuesta de la Iglesia al mal, la muerte, la
enfermedad, el sufrimiento y las injusticias del mundo, más bien brilla por su
ausencia. Como si el Evangelio no tuviera nada que decir al hombre de hoy, o si
lo que le dice estuviera desfasado o careciera de actualidad. «No quiero
ofrecer recetas que no sirven; ésta es la realidad ».6 La sangre
se hiela al leer estas palabras: «¿Es Dios injusto? Sí, fue injusto con su
Hijo: lo mandó a la Cruz ».7 No hace falta refutar esta
afirmación; basta con señalar que si se niega que el pecado sea la causa del
dolor y la muerte que afligen a la humanidad, se termina inevitablemente por
echar la culpa a Dios tildándolo de injusto y excluyéndolo por tanto del propio
horizonte. Se entiende, pues que la búsqueda de la fraternidad humana esté
compendiada en las palabras del salmista: «Os dije que moriréis en vuestros
pecados. Sí, si no creéis que Yo soy (el Cristo), moriréis en vuestros pecados»
(Sal 2, 2).
De este modo la Iglesia
–mejor dicho, la falsificación que la eclipsa casi del todo– no brinda la menor
respuesta católica al hombre desesperado y sediento de verdad, sino que
contribuye a aumentar el escándalo del dolor y del sufrimiento cuya causa es el
pecado, achacándole la responsabilidad a Dios y blasfemando al llamarlo
injusto.
Excelencia,
supongo que habrá visto a los dirigentes pro vida de los EE.UU. implorar a los
obispos que declaren abiertamente que el aborto es la cuestión preeminente en
estas elecciones presidenciales. Varios obispos han afirmado todo lo contrario,
y se están aprovechando de puntos de la encíclica para respaldar sus ideas. ¿Qué
propone a sus hermanos en el episcopado y a los fieles?
El silencio en torno al
aborto es una señal terrible del extravío espiritual y moral de un sector de la
Jerarquía que reniega de su misión porque ha renegado de Cristo. Y
así como en el aborto la madre mata al hijo al que debería amar, proteger y
generar para la vida terrena, en el fraude actual la Iglesia, que
Dios quiso instrumento para llevar las almas a la vida eterna, las está matando
espiritualmente en su propio seno por la traición de sus propios ministros. De
la enemistad de los adversarios de Cristo no se libra ni su Santísima Madre,
cuya maternidad odia Satanás, porque por medio de Ella la Segunda Persona de la
Santísima Trinidad se hizo hombre para redimirnos. Si somos amigos de la Santísima
Virgen, sus enemigos son nuestros enemigos, según estableció el Señor en el
Protoevangelio: «Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu linaje
y su linaje» (Gén. 3,15).
A mis hermanos en el
episcopado les recuerdo que fueron ungidos con el crisma para ser atletas de la
Fe, no espectadores neutrales del enfrentamiento entre Dios y el adversario.
Ruego que a los pocos pastores valerosos que alzan la voz para defender los
principios sagrados y no negociables establecidos por el Señor en la ley natural
se unan todos cuantos hoy vacilan por temor o por un falso sentido de
prudencia. Tened la gracia de estado para que os escuche la grey que
reconoce en vosotros la voz del verdadero Pastor (Jn. 10,2-3). No
tengáis miedo de proclamar el Evangelio de Cristo, como tampoco lo tuvieron los
Apóstoles ni los obispos que les sucedieron para afrontar el martirio.
A los fieles desorientados
por el silencio de tantos pusilánimes les pido que eleven sus oraciones al
Cielo invocando al Paráclito las gracias que sólo el Espíritu Santo puede
infundir en los corazones endurecidos y rebeldes: Lava quod est
sordidum, riga quod est aridum, sana quod est saucium. Flecte quod est rigidum, fove quod est frigidum,
rege quod est devium. Ofreced
sacrificios, penitencias y los dolores de la enfermedad por la Iglesia y por
vuestros pastores.
Hace poco
entrevisté a la mujer del ex candidato al Tribunal Supremo Robert Bork, que
habló de la falta de apoyo a la Iglesia por parte de su marido durante sus
escandalosas audiencias; también mencionó brevemente que el ataque fue
organizado por el católico republicano
Teddy Kennedy. ¿Qué opinión le merecen los ataques de que está siendo objeto la
jueza Barret, en particular a causa de su fe?
El odio del mundo, cuyo
príncipe es Satanás (Jn.12,31), es la más evidente retractación del sueño
utópico de Fratelli tutti. No puede haber
fraternidad entre los hombres si se prescinde de la paternidad común del único
Dios verdadero, uno y trino. Quienes predican la igualdad y
equivalencia de los derechos hasta llegar a dar carta de naturaleza al error y
el vicio se vuelven intolerantes en cuanto ven que está en peligro el poder
usurpado, en cuanto un político católico, en nombre de esa igualdad de derechos,
quiere dar testimonio de su fe al legislar y gobernar. Así, la tan deseada
fraternidad sólo se da entre los hijos de las tinieblas, excluyendo
necesariamente a los hijos de la luz u obligándoles a renegar de su identidad.
Es además significativo que la única declaración de dicha fraternidad esté al
parecer fundada en el rechazo a Cristo, en tanto que se considera imposible una
verdadera y santa fraternidad en el vínculo de la Caridad «en la justicia y
santidad de la verdad» (Ef. 4, 24).
Al recibir la Confirmación
el católico se convierte en soldado de Cristo: el soldado que no combate por su
Rey y decide aliarse al enemigo es un traidor, un renegado, un desertor. Den,
pues, los políticos y todos cuantos ejercen cargos públicos testimonio de Aquel
que derramó su sangre por ellos; no sólo obtendrán las gracias necesarias para
cumplir su función pública, sino que darán ejemplo a sus hermanos y se harán
acreedores al premio eterno, que es lo único que verdaderamente importa. «Te
nationum praesides honore tollant publico; colant magistri, judices, leges et
artes exprimant»8.
11 de octubre de 2020
Fiesta de la Divina
Maternidad de María Santísima, domingo XIX después de Pentecostés
1] Discurso en la
Organización de las Naciones Unidas, Nueva York, 25 de septiembre de 2015, AAS
107 (2015), 1039. Citado en la encíclica Fratelli Tutti, 188.
2] La única mención
indirecta del aborto es el n. 24 de la encíclica, en el que se denuncia la
violencia que "obliga [a las mujeres] a abortar", pero sin condenar
el asesinato del propio no nacido. La referencia al niño no nacido en el
Fratelli Tutti n. 18 es muy débil y no menciona explícitamente el término
"aborto". Gastar sólo tres palabras en el crimen más abominable que
implica millones de muertes cada año en el mundo, no cambia la evidencia de que
la encíclica está literalmente obsesionada con la solidaridad humana en apoyo a
la agenda globalista. Además, en la contienda de la campaña electoral de los
Estados Unidos (concomitante con la publicación del documento papal), una
condena explícita del aborto contradiría abiertamente al candidato democrático,
que está fuertemente a favor del aborto. Añadiría que las referencias a los
niños parecen más dirigidas a las familias islámicas, en particular a las de
los inmigrantes, que, según Bergoglio, representan el futuro demográfico de
Europa.
"Yo soy la salvación
del pueblo, dice el Señor: Si me claman en cualquier angustia, los escucharé, y
seré su Señor para siempre. Escuchad mi enseñanza, pueblo mío: inclinad vuestro
oído a las palabras de mi boca". Salmo 77:1, 19º domingo después de
Pentecostés, Introit.
[4] CCC, 1817.
[5]
https://www.independent.co.uk/news/world/europe/pope-francis-assures-atheists-you-don-t-have-believe-god-go-heaven-8810062.html
[6] Il Papa: non c'è una
risposta alla morte dei bambini, in: Avvenire, 15 de diciembre de 2016;
https://www.avvenire.it/papa/pagine/papa-udienza-al-bambino-gesu
[7] Ibid.
8] "Que los
gobernantes del mundo te honren y ensalcen públicamente; que los maestros y
jueces te reverencien; que las leyes expresen tu orden y las artes reflejen tu
belleza", del himno Te Saeculorum Principem para la Fiesta de Cristo Rey.