¡Finalmente es la hora de la verdad!
Atrapada por el problema Viganò, y obligada a reaccionar de algún modo, la Sociedad de San Pío X ya no puede ocultar su angustia.
Es la hija mayor de la Tradición que, habiéndose desviado de la línea de su Padre y Fundador (esto es: "ningún acuerdo práctico sin previa conversión de Roma"), teme que la bendición de fidelidad le sea quitada (cf. el episodio de Isaac, Esaú y Jacob, en Gén. 27, 6-40) en beneficio del "principiante" Viganò, ayer desconocido y hoy puesto a la vanguardia de la confesión de fe en la Iglesia.
A este incomprensible fallo de la FSSPX, también podríamos aplicar el famoso apóstrofe del Evangelio (Jn 8, 39): "¡Si sois hijos de Abraham (del arzobispo Lefebvre), haced las obras de Abraham (del arzobispo Lefebvre)"!
El apogeo de las obras de este difunto patriarca fue la coronación de cuatro obispos en 1988, para la salvaguarda del sacerdocio y los sacramentos, y la perpetuación del episcopado fiel.
En los últimos años, a pesar del catastrófico avance de la apostasía en la Iglesia, la Fraternidad San Pío X se ha mostrado incapaz de reproducir semejante gesto de valentía católica, habiendo cometido la imprudencia de dejarse encerrar, mediante la estratagema de los sacramentos, dentro del perímetro canónico de la Roma conciliar.
Fue con esta maniobra que el astuto Papa Francisco logró paralizarla.
¡Que lo de Viganò promueva el despertar de la conciencia y las energías!