PÁGINAS

jueves, 1 de marzo de 2018

CONFIRMADO: MÉNZINGEN SE NIEGA A ORDENAR A LOS CAPUCHINOS DE MORGÓN


La noticia está confirmada. El superior general de la Fraternidad San Pío X acaba de comunicar a los Capuchinos de Morgón su negativa a conferir el sacerdocio a los dos diáconos capuchinos que iban a ser ordenados en junio.
Desgraciadamente, no es la primera vez.
Ya en 2012, Mons. Fellay había prohibido la ordenación de los candidatos de los Dominicos de Avrillé y de los hijos de San Francisco. La razón: su actitud "no confiada" respecto al preámbulo doctrinal que debía avalar el ralliement de la FSSPX a la Roma conciliar, un preámbulo que Mons. Fellay retiró unos meses después...
La razón dada para la denegación del 2018 es, otra vez, un problema de confianza. Ya en junio de 2016, los Capuchinos habían comunicado su desacuerdo a las autoridades de la Fraternidad, las que buscan concluir un acuerdo puramente canónico con Roma. Tal acuerdo no toma en consideración las gravísimas divergencias doctrinales, que obligan a considerar a las actuales autoridades romanas como sospechosas de herejía.
Poco antes, en marzo de 2016, el Padre Antoine, Guardián del convento de Morgón, declaró en un vídeo hecho por MPI-TV, que no podía "celebrar y participar en este Jubileo de la Misericordia", ya que éste celebraba, a la vez, una falsa misericordia y el 50º aniversario del Concilio Vaticano II. Semejante declaración había desagradado a Menzingen, quien alentó públicamente esta celebración.
Lo que también ha enfurecido mucho a los Superiores de la Fraternidad es un intolerable acto de caridad por parte de esta orden mendicante, que se ha atrevido a acoger, más bien recoger, simplemente ayudar a veces; a algunos cofrades que estaban en malos términos con su superior general, por no compartir la línea "acuerdista" de Menzingen.
Pero el detonante fue el apoyo de las comunidades tradicionales amigas a los siete decanos. Recordemos cómo expresaron sus reservas, en mayo de 2017, sobre el "asunto de los matrimonios": no fue tanto Roma la que reconoció nuestros matrimonios sino la FSSPX, que colocó todos los matrimonios de la Tradición bajo el nuevo código canónico, que es inaceptable en esta materia. Una vez más, lo que no se tomó en consideración fue sustancial: la verdadera naturaleza del estado de necesidad engendrado por la crisis de la Iglesia. De ahí el apoyo unánime de las comunidades amigas a los siete decanos.
Algunos pensaban que la "gira electoral" de Mons. Fellay a finales de octubre de 2017 por todas las comunidades amigas era un signo de pacificación, o al menos de una tregua, en espera del Capítulo General de julio de 2018. El P. Bouchacourt, que acompañó a Monseñor Fellay en esta visita, lo había manifestado claramente. Podemos ver que no es el caso, a pesar de las alegaciones de este último, que hoy exige con fuertes decibeles "¡lealtad, lealtad, lealtad, quiero lealtad!
Que tenga la seguridad de que la falta de lealtad no es culpa de los capuchinos de Morgón, ni de los sacerdotes que no comparten las recientes opciones de Ménzingen. Para convencerse basta con volver a lo que es la verdadera lealtad, tan bien descrita recientemente por el General de Villiers ("Servir", prólogo):
"La verdadera lealtad es decir la verdad a su jefe. La verdadera libertad es ser capaz de hacerlo, independientemente de los riesgos y consecuencias. Lyautey afirmó: "Cuando escucho los golpes de tacos [los militares, para manifestar que van a cumplir una orden, adoptan la posición “firme” mediante un golpe de talones. Nota de NP], veo que los espíritus se cierran". La verdadera obediencia se burla de la obediencia ciega. Esa la obediencia de la amistad. [...] La lealtad no espíritu de corte ni asentimiento permanente a lo que puede ser útil para ser bien visto. El silencio a veces se acerca a la cobardía. La lealtad pierde su legitimidad cuando comienza el legalismo”.
Volviendo a nuestros queridos capuchinos, ellos, como siempre, no se quejarán.
Aceptarán esta nueva humillación como una pequeña participación a la  Pasión Nuestro Señor, que se aproxima. Ellos no caerán tampoco en la grosera trampa que les tendieron: esperarán, en lugar de solicitar la ayuda de “otro obispo”, y así, en Menzingen, no podrán decir “ya lo ven, se los dijimos: son ellos los que rompieron con nosotros”.
Porque el hilo [de la trampa. Nota de NP] es un poco grueso, más grueso que el cordón que lleva nuestros queridos religiosos; es, de hecho, tan grueso, que incluso el pequeño Marcelino “Pan y Vino”, lo hubiera visto sin problemas…
Christian LASSALE