Fracaso Vaticano: cae el acuerdo con los Lefebvristas
Por
Lorenzo Bertocchi para La Verità (edición impresa).
El
último acto del cardenal Müller es una carta a la FSSPX que marca el fin de las
negociaciones. Derrota “política” para el Pontífice, que quería un
entendimiento rápido: algunas divergencias doctrinales son irreconciliables. El 26
de junio pasado, Mons. Bernard Fellay, superior de la Fraternidad sacerdotal
San Pío X, recibió una carta firmada por el cardenal Gerhard Ludwig Müller. Esta
carta puede considerarse el último acto del ex Prefecto de la Congregación para
la doctrina de la fe, quien poco después, el 2 de julio en curso, no recibió la
confirmación de su cargo de parte del papa Francisco. Esta carta es una ducha
helada sobre el posible acuerdo de regreso a la plena comunión eclesial de la
comunidad de sacerdotes fundada por Mons. Marcel Lefebvre en 1970.
El
regreso a la plena comunión se busca desde 1988, año en el que Lefebvre ordenó
cuatro obispos sin el aval de la Santa Sede. Con el papa Francisco el acuerdo
se daba como cosa hecha. “Falta solamente el sello”, dijo Mons. Fellay en una
entrevista televisiva de enero de este año, y todo daba a entender, también de la
parte vaticana, que la prelatura personal para la FSSPX estaba prácticamente
lista. Incluso hubo rumores de que Fellay estaba buscando “casa” en Roma, en particular
se habló del complejo de edificios que comprende también la iglesia Santa María
Inmaculada del Esquilino.
Pero
algo salió mal, enésimo signo de la confusión que parece habitar en el
Vaticano. Basta pensar que Mons. Guido Pozzo, secretario de la pontificia
comisión Ecclesia Dei, que desde hace años se ocupa del “expediente” lefebvriano,
en enero de este año dijo a La Verità que
las condiciones esenciales para el acuerdo “ya están”. Un acuerdo light, según
la precisa voluntad del papa Bergoglio, sin demasiados distingos doctrinales,
sino solamente la adhesión a lo que es necesario para ser católico, es decir,
la professio fidei, la validez de los
sacramentos celebrados según el Novus Ordo, la comunión con el Pontífice y los
obispos unidos a él. Los puntos más controversiales sobre los cuales Mons.
Lefebvre maduró su resistencia al aggiornamento conciliar, la libertad
religiosa y la relación de la Iglesia con el mundo, serían puestas a un lado
como cuestiones sobre las cuales es posible discutir para pedir aclaraciones.
La
misiva enviada por Müller a Fellay vuelve a poner todo en discusión y devuelve
la manecilla del tiempo al 2012, cuando todo parecía listo pero en el mejor
momento todo se fue al aire, a causa de un preámbulo doctrinal que Fellay se
negó a firmar. Ahora ese preámbulo que parecía no interesar al papa Francisco, vuelve
con fuerza al primer plano. El papa Ratzinger hizo lo posible por hacer entrar
en la plena comunión a la Fraternidad. Primero le dio ciudadanía a la misa en latín con el Motu proprio
del 2007, luego levantado la excomunión de los cuatro obispos ordenados por
Lefebvre en 2009. Finalmente haciendo una serie de coloquios entre los teólogos
de la Santa Sede y los de la Fraternidad. Pero el punto de la aceptación del
Concilio Vaticano II y del magisterio posconciliar permaneció sobre la mesa y
fue el obstáculo que bloqueó todo. “Sobre la aceptación total del Concilio
Vaticano II y la misa de Paulo VI,
en
el plano doctrinal seguimos estando en el punto de partida, tal como estaba en
los años 70 con Monseñor Lefebvre”, declaró Fellay en una carta oficial de
abril de 2013, poco después de la elección de Bergoglio. Este es el obstáculo
considerado como insuperable por los lefebvrianos y puesto en la carta que
Müller le envió a Fellay. Por esto se espera un comunicado de la casa general
de la Fraternidad que debe responder a las peticiones de Müller.
Según nuestras fuentes, el anuncio de que el acuerdo no se concretó lo dio Fellay, en una reunión celebrada en torno a 15:30 el 29 de junio,
después de las ordenaciones sacerdotales anuales en Ecône. “Con la llegada de
esta carta”, dijo en sustancia Fellay, “ya no se dan las condiciones para el
acuerdo” con Roma.
La
agencia francesa Medias presse y luego el sitio de la Fraternidad, han
publicado algunos extractos de la carta que hacen entender por qué el acuerdo
ahora es improbable. “Con la aprobación
del Soberano Pontífice” se lee en la carta que firma Müller, “juzgué
necesario someter a la Sesión Ordinaria de nuestra Congregación, reunida el
pasado 10 de mayo, el texto de la Declaración doctrinal que usted transmitió
durante el encuentro del 13 de junio de 2016 como condición necesaria para
el pleno restablecimiento de la comunión. He
aquí las decisiones unánimes de
todos los Miembros de nuestro Dicasterio: Es necesario
exigir a los miembros de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X la adhesión a la
nueva fórmula de la Professio fidei de 1988. En consecuencia, ya no es
suficiente pedirles emitir la Professio fidei de 1962. El
nuevo texto de la Declaración doctrinal debe contener un párrafo en el cual los
signatarios declaran, de manera explícita, su aceptación de las enseñanzas del
Concilio Vaticano II y las del período postconciliar, concediendo a dichos
afirmaciones doctrinales el grado de adhesión que les es debido. Los
miembros de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X deben reconocer, no solamente
la validez, sino también la legitimidad del Rito de la Santa Misa y de los
Sacramentos, según los libros litúrgicos promulgados después del Concilio
Vaticano II”.
El 30 de
junio, Fellay envió la carta de Müller a todos los sacerdotes de la Fraternidad
con un comentario inequívoco: “Nos encontramos en una situación similar a la
del 2012. Aunque Mons. Pozzo, secretario de la comisión Ecclesia dei, en
marzo tuvo un lenguaje muy diferente sobre los criterios de catolicidad que
deben o no deben sernos requeridos”.
El hecho es evidente: No obstante la voluntad de un
acuerdo light por parte del papa Francisco, poco inclinado a las cuestiones
doctrinales, en el Vaticano los obispos y cardenales, con Müller a la cabeza,
son absolutamente contrarios a cualquier tipo de acuerdo con la Fraternidad. La
voz de Mons. Pozzo, desde siempre favorable al acuerdo, parece bastante
aislada, pero quizá pueda ser la más cercana a los deseos del Pontífice.
El nuevo Prefecto de la Congregación para la doctrina
de la fe, Mons. Ladaria Ferrer, que formó parte de la comisión de diálogo
instituida por Benedicto XVI en 2009, no está a favor de un acuerdo rebajado y
ciertamente comparte la carta de Müller.
¿Y qué pasará ahora con la apertura ya concedida a
la Fraternidad en vista del acuerdo? Después de la facultad de confesar
válidamente a los fieles, fruto del año jubilar de la misericordia, la última
fue en abril pasado cuando Francisco autorizó a los obispos locales a conceder
la licencia para la celebración del matrimonio a la FSSPX. Alguien susurra que
si no fueran suscritos los puntos de la carta Müller, todo podría ser puesto de
nuevo en discusión, creando así una situación paradójica.
Se consuma así el enésimo desastre. El Papa que quiso pasar a la historia por la readmisión de los seguidores de Lefebvre, gracias a un acuerdo soft sobre los temas doctrinales, se encuentra en casa una resistencia fuerte y amplia, no dispuesta a disminuir las exigencias del 2012. En la Fraternidad Mons. Fellay está en dificultades porque se ha comprometido mucho por el acuerdo a pesar de que en su interior las voces contrarias hayan sido siempre más fuertes.
Se consuma así el enésimo desastre. El Papa que quiso pasar a la historia por la readmisión de los seguidores de Lefebvre, gracias a un acuerdo soft sobre los temas doctrinales, se encuentra en casa una resistencia fuerte y amplia, no dispuesta a disminuir las exigencias del 2012. En la Fraternidad Mons. Fellay está en dificultades porque se ha comprometido mucho por el acuerdo a pesar de que en su interior las voces contrarias hayan sido siempre más fuertes.
BREVE COMENTARIO DE NON POSSUMUS: ESPERAR Y VER.