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martes, 7 de febrero de 2017

MONS. FELLAY CONTRA MONS. RIFÁN... Y CONTRA MONS. FELLAY



CARTA A LOS AMIGOS Y BENEFACTORES N° 63 (2003)


Es absolutamente sorprendente leer esta carta de Mons. Fellay, porque las palabras que en ella expresa son diametralmente opuestas a lo que él mismo dice y hace hoy.

El énfasis mediante negrita y subrayado, ha sido puesto por NP.


Estimados amigos y benefactores,

NUESTRAS RELACIONES CON ROMA

De nuevo les llega la carta a los amigos y benefactores con un cierto retraso. De nuevo, dudamos en escribirles antes por temor de que faltara un elemento importante en el desarrollo de nuestras relaciones con Roma, sobre todo después de los acuerdos de Campos. Es evidente que a los ojos de Roma, lo que lo sucedido en Campos debería ser el preámbulo de nuestra “regularización”. Por nuestro lado, consideramos que lo que sucede a nuestros antiguos amigos, debe servirnos de lección.

En general, las intenciones de Roma respecto a la Fraternidad son más bien las de un acuerdo. Por todas partes escuchamos que el Soberano Pontífice quisiera arreglar este asunto antes de su muerte. Pero por otra parte, nuestros temores respecto a los acuerdos de Campos han demostrado estar fundados, y los acontecimientos que constatamos en la Administración apostólica, contrariamente a las expectativas romanas, nos dejan en desconfianza.

Se trata desde luego de matices bastante volátiles y susceptibles de cambios, de sorpresas y de situaciones nuevas un poco parecidas a las que se pueden encontrar en tiempos de inestabilidad política. Es casi imposible presagiar las evoluciones futuras en tal situación.
Nosotros constatamos en las oficinas vaticanas un cierto cuestionamiento de la manera en que han ido las cosas estos últimos decenios, una voluntad en algunos de corregir esta deriva, pero sigue siendo evidente que los principios que gobiernan la Roma actual siguen siendo los de actualización del concilio tal como lo hemos experimentado durante los últimos cuarenta años.

En los documentos oficiales y la línea general, no vemos un cuestionamiento de fondo de estos principios; por el contrario, nos repiten que el movimiento iniciado por el Vaticano II sería irreversible, lo que nos obliga a preguntarnos de dónde proviene el cambio de actitud respecto a nosotros. La respuesta se encuentra en primer lugar, sin excluir otras explicaciones, en la visión pluralista y ecuménica que prevalecen ahora en el mundo de la catolicidad. Esta visión ha terminado por mezclar a todo el mundo sin requerirles ninguna conversión, como lo dijo el Card. Kasper respecto a los ortodoxos e incluso de los judíos. Es cada vez más evidente que en esta perspectiva, habrá también un pequeño lugar para la Tradición, pero… esta visión no podemos aceptarla, así como el maestro de escuela no podría aceptar el pluralismo en matemáticas.

Un día llegará, estamos absolutamente seguros, en que Roma regresará a SU Tradición, restaurándola en su lugar de honor, y nosotros anhelamos con todo nuestro corazón ese día bendito. Pero por el momento no estamos tan avanzados, y toda ilusión sería mortal para nuestra sociedad. Podemos constatarlo al examinar la evolución de los acontecimientos en Campos. Para esto, quisiéramos subrayar dos elementos de la evolución de Campos: la evolución en su actitud respecto a las autoridades romanas desde que se llevó a cabo su acuerdo. Y en consecuencia, la distancia que nos aleja cada vez más de Campos, con todos los conflictos que ello implica.

CAMBIOS EN CAMPOS

Campos, por medio de su líder Mons. Rifán, afirma a los cuatro vientos que nada ha cambiado, que los sacerdotes de la Administración apostólica siguen siendo tan tradicionales como antes, que es la esencia de lo que les fue acordado, y la razón de su adhesión a la proposición romana: la ratificación de la posición tradicional.

He aquí lo que, por nuestra parte, hemos podido observar. Subrayemos primero que sabemos que en una disputa el hombre tiene tendencia a tomar por verdad lo que es en detrimento de su prójimo. Hay ciertamente falsos rumores que circulan respecto a nuestros antiguos amigos como: “Mons. Rifán concelebró la nueva misa” [ese rumor se convirtió luego en información veraz. Nota de NP] o bien: “Campos ha abandonado todo”. Es importante para la historia y para nuestra manera de conducirnos, apoyarse en una verdad lo mejor establecida posible. He aquí entonces un cierto número de elementos de esta naturaleza:

1. En el sitio de internet de Campos encontramos expuesta la posición de Campos sobre la cuestión candente del ecumenismo. Sobre esta cuestión se afirma la adhesión tanto al magisterio del pasado como del presente. Encontramos allí citas de Mortalium Animos de Pio XI, mezcladas con Redemptoris Missio de Juan Pablo II. Se constata que ha operado un cambio: se citan pasajes tradicionales, pero no aquellos que presentan perspectivas diferentes sobre la cuestión. Leemos allí:
“Como somos católicos, no tenemos doctrina propia y especial. Nuestra doctrina es exclusivamente el Magisterio de la Iglesia del cual publicamos extractos de algunos documentos antiguos y nuevos que se refieren sobre todo a algunos puntos de la doctrina católica que corren actualmente un peligro más grande”.

2. Esta actitud de duplicidad implícita se ha vuelto la norma en la nueva situación en la que se encuentran: se subrayan los puntos del pontificado actual que parecen favorables, se omiten bajo un silencio reverencial lo que está mal… Se podrá decir todo lo que se quiera: el 18 de enero de 2002 en Campos no hubo solamente un reconocimiento unilateral de Campos por Roma, como algunos pretenden, sino que hubo una contraparte: la complicidad del silencio. Y por otra parte, ¿cómo puede ser de otra manera?
Es evidente que ahora Campos tiene algo que perder y que temen perder ese algo, y que para no perderlo, es el camino del compromiso el que eligieron. “Nosotros los brasileños somos hombres de paz. Ustedes los franceses siempre pelean”. Para tener paz con Roma, hay que dejar de combatir. Ya no se mira la situación global de la Iglesia, se sienten satisfechos con el gesto romano hacia un pequeño grupo de 25 sacerdotes para decir que la situación de necesidad ya no existe en la Iglesia, pues con el otorgamiento de un obispo tradicional, una nueva situación de derecho ha sido creada… Por un árbol se olvidan del bosque.

3. Mons. Rifán, durante una breve estancia en Europa, fue a visitar a Dom Gérard para disculparse por haberlo criticado anteriormente. En una conferencia que dio a los monjes de la abadía, expuso la existencia de dos fases en la vida de Mons. de Castro Mayer: la primera sería la de un obispo dócil y respetuoso de la jerarquía, la segunda, después de 1981, la de un hombre de Iglesia mucho más duro… “Nosotros elegimos el primero”, dirá a los monjes entre los cuales algunos se sorprendieron de tales palabras; uno de ellos abandonará el monasterio para unirse a nosotros.
4. En este contexto, la misma nueva misa encuentra su lugar. Se abandonaron las 62 razones que rechazan la nueva misa, ahora encontramos que si ésta es bien celebrada, es válida… (lo que nadie niega con nosotros, pero ese no es el problema). Ya no se dice que no se debe asistir a ella porque es mala, peligrosa… Mons. Rifán dirá, justificando su posición sobre la misa: “De este modo rechazamos a aquellos que quieren usar la Misa Tradicional como una bandera para desafiar o insultar a la autoridad jerárquica de la Iglesia legítimamente constituida. Nosotros nos adherimos a la misa tradicional, no con un espíritu de contradicción, sino como una clara y legítima expresión de nuestra fe católica (…)”. Esto nos lleva a pensar en unas palabras cardenalicias: “Ustedes están A FAVOR de la misa antigua, la Fraternidad San Pedro está CONTRA la nueva. No es lo mismo”. Este argumento justificaba la acción de Roma contra el P. Bisig al mismo tiempo que a los acercamientos favorables hacia la FSSPX. Esta curiosa distinción se vuelve realidad y en este camino se encuentra Campo: por la antigua, pero no contra la nueva. Por la Tradición pero no en contra de la Roma moderna. “Nosotros sostenemos que el concilio no puede estar en contradicción con la Tradición”, acaba de declarar Mons. Rifán a una revista francesa, Famille chrétienne. Y sin embargo, de este concilio un famoso cardenal dijo que fue el 89 en la Iglesia. Y Mons. de Castro Mayer…

Así, poco a poco, el combate se atenúa y se termina por acomodarse a la situación. En Campos todo lo que es positivamente tradicional es conservado, ciertamente, por lo que los fieles no ven el cambio, salvo los más sagaces, que observan la tendencia a hablar más y más respetuosamente de las declaraciones y acontecimientos romanos actuales, omitiendo las advertencias de antes y las desviaciones de hoy; el gran peligro es entonces el terminar por acomodarse a la situación y ya no tratar de remediarla. Para nosotros, antes de lanzarnos, queremos la certeza de la voluntad de Roma de sostener la Tradición, las señales de una conversión.

ALEJAMIENTO DE LA FRATERNIDAD

Junto a esta evolución psicológica desgraciadamente previsible, que hace que los Padres de Campos, a pesar de lo que dicen, se han puesto fuera de combate, hay que notar otro fenómeno, el de la hostilidad creciente entre nosotros. Mons. Rifán dice todavía que quiere ser nuestro amigo, mientras que los sacerdotes de Campos nos acusan ya de ser cismáticos, pues nosotros no aceptamos su acuerdo… Un poco como el barco llega a mitad del río, toma la corriente y se aleja de la orilla, así, poco a poco, vemos indicaciones de una separación cada vez más grande entre nosotros. Le advertimos a Campos de este gran peligro, pero no quisieron escuchar. Como no quieren remar a contra-corriente, y conservan en el interior del barco una actitud semejante a lo que hacían antes, les da la impresión de no haber cambiado nada, sin embargo, ellos se alejan de nosotros, manifiestan cada vez más un apego al magisterio actual contrariamente a la actitud que tenían hasta ahora y que nosotros, al contrario, mantenemos, es decir una sana crítica del presente bajo la mirada del pasado.

Para resumir, debemos afirmar que Campos, a pesar de que digan lo contrario, lentamente bajo la conducción de su nuevo obispo están siendo moldeados al espíritu conciliar. Roma no pide más por el momento.

Se objetará tal vez que nuestros argumentos son muy débiles, sutiles y no tienen peso ante la oferta romana de regularizar nuestra situación. Respondemos que la consideración abstracta, in abstracto, de la proposición de la Administración apostólica es tan magnífica como el plano de una hermosa mansión propuesta por un arquitecto. La verdadera cuestión y el verdadero problema no se sitúan en lo concreto: ¿En qué terreno será construida la mansión? ¿Sobre las arenas movedizas del Vaticano II o sobre esta piedra de la Tradición que se remonta al primero de los Apóstoles? Para asegurar nuestro porvenir, estamos obligados a pedir a la Roma de hoy la claridad sobre su adhesión a la Roma de ayer. Cuando las autoridades hayan claramente reafirmado en los hechos y hayan vuelto efectivamente al "Nihil novi nisi quod traditum est", entonces “nosotros” no constituiremos un problema. Y le suplicamos a Dios que apresure ese día donde toda la Iglesia florecerá, habiendo redescubierto el secreto de su fuerza pasada, liberada de este pensamiento de cual Paulo VI dijo “que es de naturaleza no católica. Puede que prevalezca. Ella no será jamás la Iglesia. Es necesario que quede un pequeño rebaño, por más ínfimo que sea”.

(…)

Epifanía 2003

† Bernard Fellay