Eterno será el Reinado de María en la América, y afortunada
México, y tanto hasta la consumación de los siglos durará su Santuario: ¿Por qué? Porque en el Santuario de Guadalupe
hallará puerto en las más desechas borrascas, en el catorceno de
sus persecuciones la Nave de la Iglesia Católica.
Vendrá la Imagen de
Guadalupe a ser Patrona de toda la universal Iglesia, porque al Santuario de
Guadalupe vendrá por último a hallar asilo la Cátedra de San Pedro. Esa es la
transmigración que hoy determino
predicar. En el Evangelio pone con gran misterio San Mateo las transmigraciones
del pueblo de Dios hasta el Reinado de Cristo. Pues sea asunto para la floridísima Imagen de Guadalupe la transmigración de la Cátedra de San Pedro
y de toda la Iglesia a su Santuario. Parece más que panegírico temerario asunto del discurso, ni
son tan presuntuosos mis pensamientos que hayan de tomarse tantas alas. Sólo serán mías las consecuencias; los antecedentes
serán de las
Escrituras, de los Intérpretes y de los
Padres. Para deducir bien glorias de tanta consecuencia, y consecuencias de
tanta gloria para la Señora de Guadalupe,
supuesto que es María Santísima en pluma de los Padres, la Cátedra del Espíritu Santo: Tu es Cathedra Spiritus Sancti. Acudamos
a ella como tan interesada en sus glorias, a impetrar el breve de la gracia
saludándola con el Ángel. AVE MARÍA. (del sermón "La Transmigración de la Iglesia a Guadalupe", predicado por el P. Francisco Xavier Carranza el 12 de diembre de 1748)
Leer el sermón completo:
LA
TRANSMIGRACIÓN DE LA IGLESIA A GUADALUPE
SERMÓN,
QUE EL 12 DE DICIEMBRE DE 1748 AÑOS, PREDICÓ EN EL TEMPLO DE N.S. DE GUADALUPE
DE LA CIUDAD DE SANTIAGO DE QUERÉTARO, EL P. PREFECTO FRANCISCO XAVIER
CARRANZA, PROFESO DE CUARTO VOTO DE LA SAGRADA COMPAÑÍA DE JESUS.
DALO
A LUZ POR D. ALONSO MANUEL ZORRILLA Y CARO, actual prefecto de la ilustre y
venerable Congregación de los Señores Sacerdotes de Nuestra Sra. De Guadalupe,
Comisario del Real Tribunal de la Santa Cruzada, Juez comisario visitador de
testamentos, Vicario in capite y Juez Eclesiástico de la ciudad de Querétaro,
quien dedica este sermón a la portentosa imagen de la Virgen de Guadalupe.
A la octava
Maravilla del Cielo y tierra,
Al terrestre Paraíso del Empíreo.
A la Rosa nacida
sin tiempo,
Para florecer en la
eternidad.
Al Sacramento de
las Maravillas
Consagrado para
todos los siglos.
Al Vínculo de flores del Mayorazgo de las
gracia.
A la Copia florida
de la Imagen Eterna.
A la flor de los
milagros de la Omnipotencia,
A la Santísima Madre y Señora Nuestra
DE GUADALUPE.
Consagrar a vuestras Soberanas aras,
Serenísima Emperatriz de
los Cielos, Altísima Reina del Empíreo, este parto de un ingenio de un
ingenio presago de la futura universal protección a todo el
universo de tu fin par Imagen Guadalupana, es Señora colgar en tu
Santuario una lámpara de oro, que
arda ante tu acatamiento hasta la última cláusula de los tiempos, hasta la postrera
respiración de los siglos,
igualando su luz en duraciones al Rey de los Planetas. Tan perspicaz y tan
lincea muestra el Orador la aguilina delicadeza de los ojos del alma al
fijarlos en la Eclíptica luminola, en
que solas tus manos pudieron abreviar todo el Cielo al sucinto Epiciclo de tu
Celestial Imagen, que leyó en tus siempre
benignos aspectos careados a las láminas de diamantes de las más canónicas Efemérides, los más faustos futuros
pronósticos para la
universal Iglesia, y para inmortal gloria de aquellos Cerros incultos: de aquel
País inameno, que como
dibujado de frente al Aquilón sañudo, solo de milagro pudo ver en sus pálidos campos a las Rosas de Guadalupe,
digo, que sitiada de las ráfagas del Septentrión la combate al descubierto el Norte,
jurado enemigo de las flores; y por eso domicilio señalado por propio en
los aranceles del tiempo a las espinas. Hacha de la cronología futura del Cielo de vuestra Celestial
Imagen, se puede llamar debidamente el glorioso asunto de este Sermón; porque a su autor, cuya elocuente boca
puso tantas veces el Dios de la Poesía sus más corrientes números para celebrar
en cadencias los luceros, ahora añadiéndole luces al entendimiento, le inspiró los más ajustados cálculos para descubrir los futuros, como
de la Cumana cantó el Príncipe de los Poetas:
Magnam cui mentem, animumque Delius inspirat vates, aperitque futura. (Virg. Lib. 6)
Propheta magnus
furrexit in nobis (Luc. 7, 16), fue la voz que levantó clamoroso el aplauso luego que peroró este Demóstenes Jesuita. Y
ahora le ha repetido, cuando se supo, que la Católica Majestad de N.
Rey Fernando VI (que Dios prospere) ha interpuesto unas súplicas para impetrar de la Benignidad de
Benedicto XIV, todas las Gracias e Indulgencias que únicamente goza en
su año Santo la Capital
de la fe, para el Santuario de Guadalupe: que esto será, Soberana Reina, tener de alguna manera
grandes visos en lo favorecido de segunda Roma tu Santuario. Pues sea este
Vaticinio glorioso lámpara de oro, que
ofrezca yo a tu Templo, como tan obligado a tus cultos, como tan feliz
prisionero de las dulces cadenas de tus favores. Prenda de la cúpula de tu suntuosa Basílica este fausto anuncio de tu gloriosa
protección para toda la
Iglesia, pues se entiende tu Patrocinio Soberano más allá de la duración del Romano
Imperio. Ya no es hipérbole Virgiliana
decir que durará la memoria de lo
heroico, más que la caída de Eneas, y que el Capitolio: cuando
le excede la verdad deducida de un Numen verdaderamente Divino, de unos números proféticos en que animó el más alto espíritu la vena: pues tus maravillas,
piedades y favores para con todo el universo las acordarán en tus Épocas los días futuros, y se mantendrán en la memoria de los venideros, aunque
cuando cese el Imperio Romano y el Padre de toda la Iglesia pase su trono al
Mexicano Imperio, pudiéndole cantar con
mejoradas ventajas a las flores de MARIA Santísima, al
consagrarle los corrientes períodos de esta oración, lo que hiperbólico, ya que no apasionado cantó el Mantuano:
…Si quid mea carmina posant, Nulla diez anquam memori vos eximet. Dum domus
Enea Capitoli immobile faxum. Accolet Imperium Pater Romanus habebit. (Virg. Lib. 9)
Por siete collados eminentes con que
levanta la Cabeza la Señora del mundo Roma,
está hoy la Villa de
Guadalupe guarnecida también de Cerros, y en
ellos Tepeyac, que emuló en su gentilidad
al Aventino, y al Capitolio, y los demás collados en que
la Étnica Roma adoró las impuras deidades de sus Cibeles, de
sus Minervas, de sus Dianas, y demás monstruos de la
idolatría, y la pagana México a su Theonantzin en el crestón que remata el muelle de cerros, que
circunda a Guadalupe. Debajo de la Tórrida está la Septentrional México; y Septentrional hacia la Zona
contempla la geografía al Romano Imperio
del Orbe. Hermosas consonancias a la verdad, para esta ilustre profecía se encuentras desde sus cunas en una y
otra Metrópoli: En la Metrópoli del mundo antiguo y en la Metrópoli del nuevo mundo. La fábula hermosamente fiera de una loba
nutriz de sus primeros fundadores Rómulo y Remo,
encuentra en el nombre de Guadalupe la protección y defensa de la
fiera más cierta y más sangrienta en las últimas calamidades del Orbe Cristiano;
pues una de las etimologías más propias y de más verdadero significado de Guadalupe es: Guardalobos. De pecho estaba la Iglesia
y la fe en los Mexicanos, cuando se apareció la Nutriz Divina
del Encarnado Verbo llamándolos hijos, para
formar el más amante, y bello
antítesis en su
protección. Sobre siete
collados se erigió la majestuosa
grandeza de Roma, para señorear a todo el
mundo antiguo, y de siete Reinos se juró Imperial Señora México, así lo cantó un cisne jesuita para
que no le faltara a esta segunda Roma su Virgilio:
De siete Reinos
Imperial Señora, México fue en su
origen coronada…
Dejo otras consonancias humanas, porque
me arrebata superior Divino: en el capítulo 12 del
Apocalipsis, donde tan al vivo está expresa la
milagrosa aparición de la Señora de Guadalupe a renglón seguido de habérsele aparecido al Evangelista extático aquel portento, aquella mujer
Celestial, vestida de sol, calzada de la luna y coronada de estrellas: dice el
mismo Evangelista que se apareció un dragón con siete cabezas. Oh, cómo estuvo en los cuidados Divinos, y en
los desvelos de su Madre Santísima el Imperio
Mexicano con sus siete reinos, dragón gentil pagano
dilatado Imperio. Y si en este dragón se simboliza tan
a la letra el Anticristo; pues las diez puntas de su disforme cabeza son claros
proféticos anuncios de
aquellos diez reyes gentiles dueños del Imperio
Romano en el fin de los siglos, en la sólida interpretación de los más literales
expositores del Apocalipsis citados del P. Viegas, y otros: ya se atiza un
nuevo esplendor este asunto, que tanto ilumina las maravillas Guadalupanas.
Aquella Imagen Celestial le ha de hacer frente a este dragón, cuando llegue el caso de la verificación infalible de la Divina profecía del Apocalipsis: pues no retrata, a lo
que parece, aquella imagen en sus brillos otra cosa, que las inmarcesibles
Rosas de Guadalupe.
Recibe pues, Santísima Señora, esta víctima del ingenio, que teniendo tan entrañado amor de tus piedades, quiso,
mejorando y aun divinizando el agüero de la
gentilidad, sacar de sus propias entrañas el más fausto vaticinio. A las de sus víctimas consultó el ciego paganismo
los futuros: ¡grave error! Querer
que las últimas
palpitaciones de un irracional moribundo fueran pronósticos de lo
venidero.
Pero en el presente vaticinio, el amor más fino fue el que desentrañó propiamente: Ex visceribus, las profecías futuras de la
Iglesia, conducido de las más sólidas exposiciones, tuvo tal corazonada
que su asunto será, Señora, uno de los mejores padrones de tus
glorias: y yo aseguro que si mete cada uno de los americanos la mano en el
pecho, verá cuánto le palpita el corazón hacia la realización de este asunto.
Eres, Guadalupana Reina, la Dueña de nuestros corazones, porque para
cautivarnos bajaste del Cielo, porque en tu mano los ha puesto toda la América por su Jurada Protectora, pues todo
lo que suena a gloria es toque el más íntimo a nuestros corazones.
A la diosa de la esperanza sacrificaban
los gentiles los pechos, dice el P. Pineda: Eres Reina y Señora mía, nuestra
esperanza, Spes nostra. Pues recibe Señora esta corazonada
del más amante pecho; y
recibe con ella también mi corazón, que es tan uno con el del Orador que
así te predica, y del
devoto Esclavo que a ti todo tan de corazón te consagra.
D. ALONSO MANUEL
ZORRILLA Y CARO
APROBACIÓN DEL M.R.P.M. FR. MANUEL DE BOCANEGRA Y
CANTABRANA, del Real y Militar Orden de Nra. Sra. De la Merced Redención de
Cautivos, Calificador del Santo Oficio de la Inquisición, Provincial que fue y
actual Rector del Colegio de San Ramón Nonato de esta Corte, etc.
(Extracto)
Levantáronse contra el
Cielo los Ángeles de soberbia,
pero a la primera seña de embestir del Ángel Lucifer, engreído palante que los acaudillaba, recibió, no de mano de MARÍA, pero sí de su bendita
planta tal golpe, que perdió miserablemente la
vida: ipsa conteret caput tuum. Quiso
MARÍA que celebrara
este trofeo la tierra y bajó del Cielo en su
admirable transmigración a la dichosa México, donde (…) se apareció MARÍA en una imagen,
mandando que le dedicaran un templo en donde sería especial Patrona
de los mexicanos, y para comprobación del prodigio,
presentó la tierra por
testigos hermosas flores, que milagrosamente produjo en aquel lugar, que fue
dichoso término de la que había sido la admirable transmigración de MARÍA, para que allí tuvieran asilo todos los fieles y fuera
también el término de la transmigración de la Iglesia en el día tremendo del Juicio, hallando todos
amparo en el templo de MARÍA, Señora de Guadalupe.
(…)
En Guadalupe se edificó el singular templo que veneramos. Quedarán vacías las grutas de
este desierto, que antes fueron rústico albergue de
serpientes y lóbrega estancia de
los ídolos In cubilibus, In quibus prius dracones
habitabant… Non erit leo & mala bestia; y se atenderá patente el camino, el cual tendrá el epíteto de santo, como
leyó el Hebreo: strata erit via, via sancta vocabitur, y
vacías quedaron las
grutas de Guadalupe, habitadas antes de ídolos y serpientes,
que aun por ello se llamó este cerro Quatopeuh, que quiere decir lugar de
serpientes.
(…)
¿Y qué lugar más afortunado y
feliz, que el templo de Guadalupe, santificado con las benditas plantas de MARÍA Santísima de Guadalupe?
Ni más florido, que
donde vive el asiento de la flor de los campos y la azucena de los valles: Ego sios campi, lilum convallium, y por
eso propio para huerto: Descendis
dilictus in horium suum, Lilia colligat. Con que siendo la azucena el símbolo del Ayate, en que se delineó la imagen de MARÍA Santísima de Guadalupe,
se planta en ese huerto para que sea éste el término de la transmigración de la Iglesia en el día del Juicio Ibi erit refugium gregis, qua demigratio erat in hortos: Ecce Deus
vester visionem, adduces retributionis, Deus ipse veniet. Porque no ha de
buscar la Iglesia otro Templo en donde acogerle el día del Juicio, ni ha
de tener otro asilo, que en MARÍA Santísima de Guadalupe.
(…)
Habla el Profeta Isaías con los fieles y con la Iglesia,
entendida en Jerusalén, y le dice: que
se levante de su asiento y salga con presteza a recibir los resplandores de una
nueva luz, porque ha venido un hermoso y
resplandeciente Sol a iluminarla pues sabe la luz tener visos de dulce
atractivo para los hombres. Y para dónde ha de caminar
esta Iglesia: Para el Templo de MARÍA Santísima de Guadalupe, pues según el erudito Calmer, contempla el profeta
a la Iglesia en un lugar o sitio, dentro del cual se atienden unos hilos de
cuerda delgada, de los que dispuestos en varias líneas se forma y
dibuja una Imagen: Eloquitur Jerusalem
quatenus exhibet Ecclesiam inter lineamentum quaedam, pues esto significa
la voz lineamentum, derivada de la
voz línea, de la que usa el
citado como canto del vocabulario eclesiástico y calepino: Lineamenta quaedam línea in corpore apparenter ex quibus ei
unius cuiusque forma dignoscitur a lineari pictura tracta, in que per solas
linas efigies cognoscebatur. ¿Quién no atiende en esta imagen dibujada en
varias líneas de hilo muy
sutil, un expreso símbolo de la imagen
de MARIA de Guadalupe, estampada en un ayate, que no es otra cosa que una lámina tejida de muchos hilos?
(…)
María, Señora de Guadalupe, prometido sol por
Malaquías, que en su
templo se encuentra la sanidad de la Iglesia, la cual, dejando su asiento O Ecclesia surge de tua sede ac solem
orientem excipe, no ha de tener otro
término de su transmigración el día del juicio, que
el templo de Guadalupe. La encuentren también la Cabeza de la
Iglesia y sus fieles, los que andando vagos han de venir a este templo, en
donde venerando las huellas de MARÍA, ella sea su
refugio, porque no ha de haber otra ciudad ni otro sol que los ampare y
alumbre, sino MARÍA, Señora de Guadalupe.
FR. MANUEL DE
BOCANEGRA.
SERMÓN
LIBER GENERATIONIS JESU-CHRISTI… Sanguis meus vere est potus. Mat. & Juan I
& 6 in cap.
El mapa de las glorias futuras de México, la Estrella del Norte más fija hacia las felicidades americanas,
la constelación más afortunada para toda la Monarquía Española, la profecía de rosas y azucenas para toda la
universal Iglesia, tenemos que leer esta mañana en aquel
portentoso lienzo, que para ostentación de la
omnipotencia, y para dorada rúbrica de su
maternidad divina, pintó la Reina de los Ángeles, retratándose al vivo en la
eterna primavera de unas flores, que para nacer maravillas transformaron en
cielo el más desgreñado risco; en aquel incorruptible ayate,
en cuyos groseros hilos puso la sabiduría de Dios la
delicada trama de los más altos decretos de
la predestinación de este nuevo
mundo; en aquella soberana Imagen que del Verbo divino abajo no tiene igual la
tierra, y solo la goza en su original el Empíreo. Tomemos desde
luego en las manos el libro del Evangelio para irle poniendo por registros las
flores de Guadalupe: Liber generationis Jesu-Christi,
pinta el Evangelista Mateo en este libro el árbol genealógico del Encarnado Verbo. Numera la
prosapia Real de Cristo derivada desde Abraham hasta su Majestad; y en la
dilatada serie de generaciones que refiere, expresa el ocaso de unas para relatar
el oriente nobilísimo de las otras.
Cuenta San Mateo en el mismo capítulo de este
Evangelio, desde Adán hasta David
catorce generaciones; desde David hasta la transmigración de Babilonia catorce generaciones;
desde la transmigración de Babilonia hasta
el nacimiento de Cristo catorce generaciones. ¡Notable advertencia
del Evangelio y misterio verdaderamente grande el que hace sobre el número catorce! ¿Qué énfasis es el que
nota San Mateo en la variedad que advierte a la decimocuarta edad en la serie de
la generación del Encarnado
Verbo? Grande y verdaderamente ingeniosa, dicen el Padre Maldonado y el literalísimo Cornelio. Es (dicen los Padres) una
médica analogía con que la Divina
Providencia dispuso que al catorceno de una edad enferma y deficiente, como que
es el término crítico y decretorio de las fiebres
malignas, sucediera otra generación que mejorase la
primera, hasta que al catorceno de esta segunda entrara la de Cristo, que mejorándolas a todas, hiciera el Reino de su
Iglesia eterno, robusto y sano. Son largas las palabras, pero indispensables en
mi intento: Medici in febribus, &
morbis diem decimumquartum Vocant criticum, eumque ovinium ese periculosissimum
asserunt: videtur ergo congrue ad naturam hominum decimaquarta quo que
generatione, saeculo Deus populi sui estatum immutare voluisse, ut una
republica deficiente, & quasi aegrotante, alia nasceretur, donec optima per
Christum regnum Ecclessiae vegetum efficeret, ad aeternum.
Cuando yo leí estas palabras, no
pudo menos que bañarme de ternura los
ojos la consonancia de los favores del Encarnado Verbo a todo el mundo al
aparecerse humano, con el favor de la Soberana Reina de los Ángeles con la América, al aparecer pintada de rosas y
estampada en la grosera capa de Juan Diego. El Verbo se aparece en carne al
catorceno de las edades; María se aparece en
rosas al catorceno de aquella fiebre aguda, cuya sanidad milagrosa en Juan
Bernardino fue segundo testimonio de aquella maravilla. Allá fue alegoría, aquí fue realidad. Allá a un mundo entero, acá a una sola parte del mundo. Como que se
esmerara tanto María en favorecer a
esta parte del mundo, cuanto el Verbo en favorecer a todo el universo. El Verbo
Encarnado para establecer la eternidad de su Reino curó el peligrosísimo catorceno de
los siglos, para fundamentar la permanencia de su Iglesia. La Señora de Guadalupe casi a los dos siglos de
aparecida, curó los catorcenos
peligrosísimos también del Matlazahual: entonces cuando se juró primero por Patrona de la salud, y después por Patrona universal de todo este vastísimo Imperio. ¡Oh Dios! ¡Oh Virgen floridísima! De aquí saco yo las más faustas esperanzas para el Reino de María Santísima en la América, para glorias de aquel pueblo, en
que quiso la Señora perpetuar sus
favores y eternizarse maravilla. Eterno será el Reinado de María en la América, y afortunada
México, y tanto hasta la consumación de los siglos durará su Santuario: ¿Por qué? Porque en el Santuario de Guadalupe
hallará puerto en las más desechas borrascas, en el catorceno de
sus persecuciones la Nave de la Iglesia Católica.
Vendrá la Imagen de
Guadalupe a ser Patrona de toda la universal Iglesia, porque al Santuario de
Guadalupe vendrá por último a hallar asilo la Cátedra de San Pedro. Esa es la
transmigración que hoy determino
predicar. En el Evangelio pone con gran misterio San Mateo las transmigraciones
del pueblo de Dios hasta el Reinado de Cristo. Pues sea asunto para la floridísima Imagen de Guadalupe la transmigración de la Cátedra de San Pedro
y de toda la Iglesia a su Santuario. Parece más que panegírico temerario asunto del discurso, ni
son tan presuntuosos mis pensamientos que hayan de tomarse tantas alas. Sólo serán mías las consecuencias; los antecedentes
serán de las
Escrituras, de los Intérpretes y de los
Padres. Para deducir bien glorias de tanta consecuencia, y consecuencias de
tanta gloria para la Señora de Guadalupe,
supuesto que es María Santísima en pluma de los Padres, la Cátedra del Espíritu Santo: Tu es Cathedra Spiritus Sancti. Acudamos
a ella como tan interesada en sus glorias, a impetrar el breve de la gracia
saludándola con el Ángel. AVE MARÍA.
***
En la Parábola de la Viña nos dejó Su Majestad muy ciertas esperanzas de las
glorias de vuestra Madre Guadalupana en las últimas generaciones
del mundo y de los hombres. Es semejante (dice Cristo) el Reino de los Cielos a
un Padre de familia que salió
muy de madrugada a conducir operarios a su Viña: de los cuales
unos vinieron por la mañana, otros al medio
día y otros al ponerse el sol. Llegó la hora de pagarles el jornal, y la misma
paga que a los primeros les dio a los segundos, y a los últimos. Hubo varias
demandas con el Padre de familia sobre la igualdad de las pagas; y al fin
concluye el Soberano Maestro con esta notable sentencia y profecía: Sic erunt
primi novissimi, & novissimi primi. Así ha de suceder en la Iglesia en los últimos tiempos, que
los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros. La
Viña, en el corriente sentir de los Padres, e intérpretes, es la
Iglesia, y Viña singularmente, porque en el lugar de la
Cruz le exprimió aquel generoso
Sacramentado vino, que es la Sangre verdadera de Cristo: Sanguis meus vere
est pocus. Esos llamados a trabajar en ella a cultivarla son los cristianos:
el tiempo de la paga es el día del Juicio, son
los últimos tiempos de la Iglesia, cuando a cada huno se le ha de dar
conforme a sus obras. Pues en estos, dice Cristo, los primeros Cristianos serán los últimos; y los últimos los
primeros. Y pregunto ahora, ¿cuál es la Metrópoli de la fe? ¿Quiénes son los
primeros, y los Metropolitanos de la Iglesia? ¿Quiénes? Los Romanos,
en donde está y reside la Suprema
Cabeza de la fe. ¿Y los últimos quiénes son? ¿Quiénes? Los
Americanos, los de este nuevo mundo, los postreros llamados el gremio de la fe,
a la Viña, los que vinieron al ponerse el sol, o donde el sol se pone: dice el
Pontífice San Gregorio: Ad undecimam vero gentiles vocantur. Pues en
los últimos tiempos del mundo, afirma Cristo, éstos últimos han de ser
los primeros, y los primeros han de ser los últimos: Sic
erunt primi novissimi, & novissimi primi.
Los que ahora son los Metropolitanos de
la Iglesia, serán gentiles; y los últimos llamados a
la Iglesia serán los Metropolitanos. No les haga fuerza
la consecuencia, cuando está
tan claro el antecedente del Divino Maestro. Que Roma, que hoy es la
Metrópoli de la fe, haya de ser en los últimos tiempos la
Metrópoli de la gentilidad; que Roma hoy tan cristiana haya de ser entonces
muy gentil, es corriente opinión de muchos Padres
y expositores, fundados en las claras profecías de la Escritura,
y de las Sibilas, así
lo cantó la Cumana: Veniet tibi Coelitus asqualis orecta
cervice Roma, Coelestis plaga. Y el P. Cornelio alegando otros muchos sobre
el capítulo diez y ocho del Apocalipsis: Romani in fine mundi futui priscorum
Romanorum infidelitatem, tyranidem, mores impíos laudabunt, imitabuntur… Roma ad paganismus rediens. Esta es la premisa
y aún la consecuencia para gloria de la Americana Princesa de Guadalupe.
Lo que hoy es la Metrópoli de la fe, será en el fin del mundo la Metrópoli de la
gentilidad: Erunt primi novissimi. Luego México, que fue la
Metrópoli de la gentilidad, será
la Metrópoli de la fe, y de la fe por aquella
amenísima Imagen, que recién convertida a la
fe se declaró por su Madre: Pulcra
es sicut Jerusalem, le dice Cristo a su Iglesia y a la Santísima Virgen: en el
hebreo está en lugar de Jerusalem
la palabra Thirsa: Pulchra ut Thirsa, que es lo mismo, discanta el P.
Cornelio, que si le dijera: Pulcra es sicut Civitas Metropolitana in monte
sita, amoenitate plena. Eres, Esposa mía, la metropolitana
llena de flores: Amoenitate plena, plantada sobre un Monte: así se ha de requebrar Cristo con su Iglesia
en el fin del mundo; y así
con María Santísima. ¿Y a quién le cuadra mejor
tan dulce requiebro, que a aquella Imagen de María toda de rosas,
plantada y fundada en la cima del monte de Tepeyacac en Guadalupe? Pulcra
sicut Civitas.
I
Pero hasta aquí, señores, solo hemos
formado el bosquejo de nuestro mapa: empecemos, pues, a tirar más claras las líneas al lienzo de
las futuras glorias de la Imagen Guadalupana. Es promesa de la Virgen hecha por
sus labios a San Amadeo, que ha de estar con nosotros hasta el fin del mundo en
sus imágenes, pinturas y esculturas: Ego vobiscum sum usque ad
consumationem saeculi imaginibus meis pictis & sculptis. Ahora: ¿Qué pintura, qué escultura hay que pueda llamarse con más propiedad de María que el lienzo de
la Señora de Guadalupe? Todas las demás esculturas, todas
las demás imágenes que venera el orbe cristiano,
fueron hechuras, cuando mucho, de los Ángeles: la de
Guadalupe la dibujó la misma Señora, la misma Reina
de los Ángeles fue bordando con sus manos la grosera tilma de Juan Diego,
colocando las rosas y azucenas. ¿Pues cómo se podrá dudar que Ella ha de ser la protectora de
la universal Iglesia en el fin de los tiempos, y que su Santuario ha de ser el
asilo de la Cátedra de San Pedro en la consumación de los siglos?
Saldrá de Roma la Silla de San Pedro, porque
volviendo a su antigua gentilidad expelerá al Pontífice y a su
Iglesia, y así se verá obligado el Vicario de Cristo a poner la
Silla en otra parte. Es esto tan inconcuso entre los expositores fundados en
las Escrituras, que es opinión muy corriente:
oigan al P. Cornelio sobre las palabras de los Cánticos: Ferculum
fecit sibe Rex Salomon. Voce Ferculi innuitur Cathedram Pontificiam, &
Ecclesiam Romanam non esse alligatam Urbi Romae, sed movilem esse, ac istar
Ferculi posse alio trausferri…
Uti translata es Avinionem, ibique haesit per sexaginta annos, atque
sub finem mundi, cum Roma ad gentilismum revertens expellet Pontificem, is tunc
alio sedem, coetumque fidelium transferet. Quiere decir: Se
compara la Iglesia a una voluble carroza, para que entendamos que la Cátedra Pontificia de
San Pedro no está ligada a la ciudad
de Roma, sino que puede mudarse a otra parte, como se pasó a Aviñón de Francia, y allí estuvo sesenta años. Y en el fin del
mundo, cuando Roma volviendo a su gentilidad expela al Sumo Pontífice, este entonces
mudará la Silla y su
Iglesia a otra parte. Con que es cierto que la Cátedra de San Pedro
se ha de mudar y hacer asiento en otra parte del mundo, que no sea Roma. Cuál sea ésta, no se sabe, ni
los expositores la apuntan. Pero yo al fijar los ojos en aquel portento del
Cielo, en la imagen de Guadalupe, no, no pagado de mis conjeturas sino casi
engreído en favor tan sin igual de la Santísima Reina, y por último arrebatado de
las profecías más claras de la aparición de la Mexicana
Princesa de los Ángeles; digo que ha de ser esa translación de la Cátedra de San Pedro,
y de la Iglesia a su Santuario.
Corramos reverentes la cortina a los
arcanos de la divina Providencia, y entremos humildes el pie en el caos
profundo de lo futuro. Aquella prodigiosa mujer que vio San Juan en el
Apocalipsis, es la más adecuada pintura
de la Señora de Guadalupe, y la más expresa profecía de la Iglesia en
el fin del mundo: Signum magnum apparuit in Coelo Mulier… Dice que se vió que apareció un milagro de los mayores que venera el orbe.
Era esa aparición como la de Guadalupe; una mujer vestida
de sol, calzada de la luna y coronada de estrellas. Todo esto estamos mirando
en aquella bellísima copia, y es lo que habréis oído muchas veces.
Veamos ahora las más formales señas de la aparición de la Señora. Dice el
Evangelista que aquella mujer como madre, porque apareció encinta y aún de parto: Habens
in utero clamabat parturiens: pues como madre apareció también la Señora de Guadalupe.
Con tanta especialidad, como son las tiernas y claras expresiones que le dijo
la Señora al afortunado Juan Diego: Cualquiera que me invocare me hallará en este sitio como Madre. Más al mismo tiempo
que se le apareció esta mujer
prodigiosa a San Juan, se le apareció
también San Miguel, dándole guerra al
demonio y a los ángeles sus secuaces: Visum est alium
signum in Coelo Michael & Angeli ejus praelibantur cum Dracone. Pues no
pregunten ya ¿Qué Ángel es aquél que tiene la Señora a sus pies, quién es el atlante de
aquel cielo? Porque no hay duda que es el príncipe de los Ángeles. Ese es el
que se vio luego que apareció
María: Signum magnum apparuit in Coelo… Visum est aliut signum in Coelo. A los dos llama
milagros el Evangelista, porque con el mismo milagro con que se perpetúa en las rosas María aparecida, se
eterniza el Ángel que la sostiene: Signum magnum… Aliut signum. Quizá por esto han afirmado tantos Doctores que
no es otro el Ángel que tiene la Señora en sus plantas,
que el Archi-Serafín Miguel, cuando con tanto misterio los
junta el Evangelista en su profecía: Signum magnum
apparuit…
Visum aliut signum…
Más si tan al vivo
está profetizada la
aparición de la Señora de Guadalupe en
ese capítulo, con la misma, si no con mayor viveza está prometida su protección singular para
toda la católica Iglesia en el fin del mundo. Primeramente esta prodigiosa mujer
igualmente retrata en el literal sentido a la Santísima Virgen y a la
Iglesia en el fin de los siglos. Óigase a Norberto
alegado de Alapide: Non mirum, dice hablando de la Señora, si illa
typam Ecclessiae praetendat, in cujus beato utero capiti subo eadem Ecclessiae
uniti meruit. De manera, que en el sentir de este Padre aquella prodigiosa
mujer era la imagen de María y el símbolo de la
Iglesia, y de la Iglesia perseguida en el fin del mundo, en el reinado del
Anticristo, cuando ha de expeler de Roma al Pontífice Sumo. Este es
el genuino primario sentido, y el que intentó el Espíritu Santo, dice Cornelio?
Primus sensus de pugna Ecclesiae cum diabolo in fine mundi, maxime proprius
est & genuinus, & intentus a Spiritu Sancto. De modo, señores, que cuando ve
San Juan en el Apocalipsis la Iglesia perseguida del Anticristo, cuando se le
revela haciendo frente a las baterías infernales, que
en los últimos días del mundo ha de hacer el demonio por su
primogénito, la pinta con los mismos coloridos, y con las mismas señas que se apareció la Señora de Guadalupe,
como que su imagen ha de ser la que ha de sacar la cara por toda la Iglesia. ¿Más a qué fin pinta San Juan el triunfo de San
Miguel en este paso? ¿Cuál es la causa
primaria y genuina porque en el Apocalipsis, al revelarse al Santo Apóstol los futuros
sucesos de la Iglesia perseguida del Anticristo, se le pone a los ojos el Arcángel San Miguel
triunfante del demonio? La causa principal
La causa primera y genuina, dicen los más literales citados
de Cornelio, es para dar a entender lo que ya casi dogma de fe, que San Miguel
ha de ser el defensor de la Iglesia en la sangrientísima persecución del Anticristo. Y
que es tan cierto este triunfo en lo futuro en el fin del mundo, como es cierta
la victoria en lo pasado en el principio de él. Es este capítulo, dice
Cornelio, una continuada profecía del fin del
mundo: Y para entonces está
profetizado que San Miguel ha de patrocinar a la Iglesia, como consta
del capítulo doce de Daniel. Ahora señores, qué quiere decir, aparecerle la Señora de Guadalupe
con un Ángel a los pies con las mismas señas que se le
apareció a San Juan, cuando
le revelan los triunfos de la Iglesia por el Príncipe de los Ángeles? ¿No es esto decirnos
y profetizarnos el Evangelista, que por la Imagen de Guadalupe, que tiene en
sus plantas al Príncipe de las Angélicas Jerarquías, triunfará la Iglesia Romana vestida y retratada con
el mismo ropaje de los Astros, conque le apareció la Señora? A la verdad,
que si el tiempo, y la experiencia de los sucesos es el mejor intérprete de las
profecías, ¿qué versiones más claras, qué escollos más genuinos se
pueden discurrir a la aparición que tuvo en
Patmos San Juan, aparecida con el ropaje de la Virgen de Guadalupe, que la
misma Virgen de Guadalupe aparecida acá con ese ropaje?
II
Pero prosiga la profecía, y veremos a la
Iglesia acogida al Santuario Mexicano de la Señora de Guadalupe.
Dice en este mismo capítulo, que a aquella
mujer le presentó guerra el Dragón: ya estamos en
que esta mujer retrata a la Iglesia en el fin de los siglos y que ese es el
sentido más literal, y por eso en este Dragón entienden muchos
con el P. Cornelio al Anticristo. Presentó la batalla aquella mujer, pero añade San Juan, que
para su buen seguro se le dieron alas de una Águila grande: Aquilae magnae, ut volante in desertum.
Y ¿luego hubieron de ser alas de águila y de águila grande? Sí, que ese es el
blasón antiguo de México, y ese fue el
auspicio de este vastísimo imperio en su
gentilidad. Reflejemos en el texto. Alude San Juan, dicen algunos expositores,
en este capítulo a las constelaciones celestes, al signo del Dragón, al de Virgo: con
que no será temeridad decir que
alude aquí al signo del Águila, bajo de la
cual está México? por eso de Águila grande,
porque este imagen celestial del Águila es tan
desmedida que parte con el pico a la línea equinoccial,
con las alas, y lo demás del cuerpo toca
al Carnero y al Capricornio, signos dominantes al meridiano de México, y esta fe la
pericia con que los antiguos fundadores mexicanos tomaron por auspicio al Águila, como
instruidos del más sabio astronómico el Demonio,
que repasó al caer del cielo
estas imágenes de la esfera. Vuele, pues, la Iglesia, vuele con alas de Águila a buscar
protección cuando más perseguida, que a
la sombra de la mexicana Reina de Guadalupe se ha de acoger en su última persecución. Siga, persiga el
dragón infernal, el anticristo, a la Iglesia en el fin del mundo, que la
Iglesia pondrá un mar de por
medio, para salvarse en el Santuario de Guadalupe.
Es a la letra lo que sigue en la profecía, y es natural
conjetura de lo que sucederá, supuesto y
sentado con el corriente sentir de los Doctores, que el Anticristo expelerá de Roma al Vicario de Cristo y su
Iglesia. Vamos al texto: persiguió
el dragón a aquella mujer, y fue siguiéndole los pasos,
pero dice el Evangelio que se paró
en la orilla del mar, que se detuvo.
¡Oh válgame Dios, y con
cuánta claridad a vista de aquella imagen iluminada con todas las
lumbreras del cielo se están mirando los
sucesos de la Iglesia más retirados a
nuestros ojos! ¡Oh, cómo se divisa el
patrocinio de la Guadalupana Reina, a pesar de los siglos que se ponen delante
a nuestra vista! Ved si es natural la conjetura supuestas las exposiciones de
los Doctores. Perseguirá
el Dragón a la Iglesia, la expelerá de Roma. Reinante el Anticristo saldrá el Pontífice con sus fieles
a poner su Silla, ¿a dónde? Al cristianísimo Reino de Francia, que es lo más inmediato: Llegará allí la persecución, y pasará, que es lo
natural, al católico Reino de España, pero no viéndose allí seguro, se hará a la vela, y el Dragón se quedará sobre la arena del mar: ¿Y adónde puede venir la
que trae alas de Águila, la que viene copiando en sí la imagen de Guadalupe, sino al Santuario
de aquella Señora, que la copió al vivo cuando más perseguida en sus
rosas?
A Guadalupe, a Guadalupe ha de volar la
Iglesia poniendo a todo un océano de por medio,
porque el Dragón infernal no la persiga ni se embarque.
Conozcamos lo futuro por lo pasado, que esa es la medida que nos da el Espíritu Santo.
Está muy claro el vaticinio de que en
Guadalupe se ha de mantener la Iglesia el
tiempo que durare la persecución del Anticristo:
Volará con alas de Águila aquella mujer
símbolo de la Iglesia e imagen de la Señora de Guadalupe al
desierto, al lugar suyo. Ahora pregunto ¿Qué desierto es ese, qué lugar propio de la Virgen? El que escogió por suyo. Ya lo dijo la misma Señora al aparecerse,
declarando que era su voluntad habitar en el desierto de Guadalupe: Mi voluntad
es, le dijo al felicísimo paisano, que
en este sitio se me edifique un templo. ¿Luego a ese
desierto, lugar propio y suyo de la Señora, ha de volar? Y
allí, prosigue el texto, se mantendrá por el tiempo, por los tiempos y la mitad
del tiempo. ¿Y qué tiempos, qué duraciones son éstas? Son, señores, responde
Santo Tomás y otros Padres, los tres años y medio que ha
de durar la persecución del Anticristo.
Luego en aquél lugar propio de María Señora se ha de
mantener la Iglesia, cuando fugitiva vuele con alas de Águila al desierto
de Guadalupe.
En la Septentrional América guardará y protegerá la Señora de Guadalupe a
toda la Iglesia, esto es, a los antiguos y a los nuevos cristianos con su católica cabeza al fin
del mundo: percibiéndose solo el olor del Anticristo. Es
casi terminante la profecía y texto de los
Cantares: Ya las mandrágoras, aquella
fruta de Palestina, que en su raíz represente la
figura de un hombre sin cabeza, esparcieron su olor, ya se dejaron percibir, y
así en mis puertas te
guardé los pomos nuevos y
antiguos. Son a la letra las conjeturas que hemos hecho del patrocinio de la Señora de Guadalupe
con la Iglesia y su Pontífice en el fin del
mundo. Veamos las más literales
inteligencias: Por estas mandrágoras se entienden
los fieles que habían seguido al Anticristo, así lo entiende Cornelio con otros muchos
graves autores sobre este texto. Óigase a Honorio: Per
mandrhagoram in elligitur multitudo
fidelium, cujus caput erat Antichristus, y aún el mismo
Anticristo quieren otros: porque si la mandrágora representa la
figura de un hombre sin cabeza, según San Agustín, ¿qué figura más propia del
Anticristo, enemigo totalmente apartado de la Cabeza de la Iglesia? Por esos
pomos antiguos y nuevos entiende el mismo Padre Cornelio a los viejos y nuevos
cristianos. Por esas puertas, en donde le promete a Cristo a la Santísima Virgen que los
ha de guardar, se entiende este nuevo mundo.
Non nulli opinantur
hic intelligi inventionem novi Orbis: novus enim hic Orbis continens Peruanos,
Mexicanos, Chilenses, es dimidium Orbis, ut patet ex glovo Cosmographico, quare
ipse est in portis seu limitibus terrae olim cognitae. Las dos Américas son las
puertas del antiguo mundo: pues estas llama suyas la Santísima Reina, y ahí dice que guardará los nuevos y antiguos cristianos cuando
se perciba el pestilente olor de la fiera infernal del Anticristo: parece claro
el vaticinio: como si le dijera a Cristo la Santísima Señora: ya el pestífero olor del
Anticristo ha infestado el mundo antiguo en su persecución: pues en el mundo
nuevo te guardé y reservé a tus antiguos y nuevos cristianos, a
toda la Iglesia universal, que eso indica claramente el texto: Mandragorae dederunt etc.
Y ya se ve que la sagacidad de la prudentísima Señora había de oler y
percibir este hedor, para preservar el antiguo y nuevo mundo en su Santuario,
si se deja ver aparecida en aquel cerro que retrata en su figura la descripción que hizo su
Esposo en los Cantares, en que nos dejó pintadas su prudencia, su sagacidad,
aquellas narices que tan de lejos han de percibir por su gracia las artes del más caviloso enemigo de la Iglesia de su Hijo: es tu
sagacidad, son tus narices como una torre de piedra que mira contra Damasco. No
se pudo explicar mejor el Esposo para mi intento y para el suyo, compara las
narices de su querida Esposa María a una torre para
explicar su perspicacia y su grandeza: es, Señora, tu discreción y sagacidad tan
grande como una torre, que desde lejos está mirando las asechanzas que puede prevenir
Damasco, en que se significa el más sangriento
enemigo, porque Damasco quiere decir: Saco de sangre. Y pregunto: ¿el Cerro de
Tepeyacac, en donde se pintó
la Señora de Guadalupe, qué representa en su figura y qué quiere decir en el idioma Mexicano? , ¿Qué? Lo mismo que dice
el Esposo para explicar la sagacidad de María: nariz de piedra,
eso quiere decir Tepeyacac: eso retrata en su simetría, en su figura, el
Cerro donde se apareció
la Señora de Guadalupe. Pregunto más: ¿Para cuándo le dice Cristo
en los Cantares a su Iglesia y a la Santísima Virgen que ha
de tener narices y sagacidad tan grande como una torre, como un Cerro? Para el
día del Juicio, para oler y percibir las acechanzas y cavilaciones del
Anticristo: oigan al Padre Cornelio Nasus Ecclesiae in fine mundi instar
turris, erit ingens & exacta providentia, prospectio, discretio, qua longe
odorabitur omnes Damasci id est, Antichristi insidias. Vean ahora como la
Señora de Guadalupe ha de ser la que percibiendo con prudentísima sagacidad el
mal olor de la bestia infernal del Anticristo, asegura la Iglesia en su
Santuario: Mandragorae dederunt odorem sum… Nasus tuus.
Solo el olor se percibirá de aquella sangrienta persecución del Anticristo en
la América: porque no será
acá tan viva como en
las demás partes del universo: la persecución del Anticristo en
alguna parte del mundo no será
tan sangrienta que impida el sacrificio del Altar, la consagración del Cuerpo y
Sangre de Cristo, no lo digo yo, ya lo dijo el iluminado Cantera, aquel sapientísimo, afirmando que
para que se verifique el oráculo de Daniel, de
que en la persecución del Anticristo
cesará la Eucaristía y el sacrificio
de la Misa: Bastará el que en las más partes del mundo
cese, pero no en todas: y así
dice el mismo benedictino, que en alguna parte del mundo no cesará el Sacramento.
Yo añado, que será en Guadalupe. ¿Por qué? Por las palabras
ya citadas de la Santísima Virgen: En mi
América guardé
yo los pomos nuevos y antiguos, los misterios del viejo y nuevo
testamento, comenta Gislerio: Mysteria utriusque testamenti. ¿Y dónde se recuerdan
estos misterios, sino en el Pan Sacramentado? ¿Sino en el tremendo
Sacrificio de la Misa?
De manera que cuando Roma esté sacrificando a Baco, incensando a Venus, adorando
a Cibeles, acá por misericordia de
la Reina de Guadalupe, se estará
ofreciendo el verdadero Sacrificio del Altar.
III
Y pues ya el tiempo nos ejecuta, cierre
la profecía de rosas y azucenas de aquel mapa del Cielo la felicidad, que por consecuencia
resulta a toda la Monarquía Española. Si la Señora de Guadalupe le
apareció para ser Patrona de
todo este vastísimo Imperio en lo presente,
y de toda la Iglesia en lo futuro, si ha de ser el asilo de la Cátedra Romana de San
Pedro: de aquí infiero, que aquél Monarca universal
en todo el mundo, que anuncian las Escrituras y que explican los Doctores, no
ha de ser otro, que el Católico Rey de las
Españas. Ya otras naciones han discurrido lo mismo para sus Reyes, pero
ninguna a mi entender con el fundamento tan sólido, tan grave,
como el que ofrece la milagrosa imagen de Nuestra Señora de Guadalupe.
Aquél milagro, de quien
podemos decir lo que dijo de la Encarnación San Basilio el de
Seleusia: miraculum factum fuit, quod usque
ad bodiernam diem miraculum est, nec ancuam define esse miraculum. Y si
este milagro es el mismo que San Juan promete en su Apocalipsis, como ya
hemosvisto, quien duda que aquella Señora, que aquella
Imagen, que ha de proteger a toda la Iglesia le ha de conservar el Imperio a
aquel Rey Católico, a quien se lo conquistó. La Señora de Guadalupe conquistó a México. Ya la vieron
los Naturales mismos echándoles tierra en
los ojos, para que triunfara el Español, para que se le
ganara al Monarca de las Españas el Imperio: pues
no, no será temeridad decir,
que la misma Señora ha de mantener imperándole hasta el fin
del mundo, y por consiguiente Monarca universal de todo el orbe.
Si el tiempo me lo permitiera, alegara
fundamentos, a mi entender muy verosímiles a este
intento, para glorias de la Señora de Guadalupe,
viéramos según muchos Padres y expositores de los Cánticos, y otros
lugares de la Escritura en la nueva piadosísima herencia de
hermanos mayores de la Ilustrísima y Real
Congregación de la Señora de Guadalupe de
Madrid, que a sus Reales Sucesores dejó en testamento Nuestro Católico Rey Felipe V
que en paz descansa, atendidas justamente las profecías del Abad Poblete
y de San Isidoro, viéramos digo muchos
apuntes de esta verdad, y gloria futura de la Guadalupana Reyna y de la Monarquía Española.
Pero ya es tiempo de clausurar la profecía de las rosas y
azucenas que nos dejó
estampada la Emperatriz Soberana del Cielo y tierra en su portentosa
Imagen de Guadalupe. Hasta aquí
solo tuvo por epígrafe la Americana
Emperatriz de los Ángeles el: Non fecit taliter omni
nationi, pero ya desde hoy se puede añadir lo que a renglón seguido dice el
Profeta Rey? Et juditia tua nos manifestovit eis. No les manifestará Dios a los Americanos todas aquellas
espantosas señales de sus tremendos juicios, ya que les
hizo favor tan singular, como haberles dado la floridísima imagen de su
Madre. Yo bien sé, que es pretérito el
Manifestavit, pero sé
también que con pretéritos anuncian sus
infalibles futuros los Profetas Divinos, y si en lo venidero no ha de haber más que lo pasado según la citada regla
del Espíritu Santo: Quid est quod fuit? Ipsum quod futurum est. Sea esta la última conjetura de
las futuras misericordias de la Señora de Guadalupe
para con la Iglesia y la América. Ya se
han pasado doscientos y más años, sin que se experimentes en nuestra América
guerras, hambres, pestes, terremotos que son señales del juicio que anunció
Cristo en sus Evangelios: luego podemos esperar muy templados estos horrores
por la Reyna de Guadalupe en lo futuro.
¿Pero que no
podremos esperar de tí, floridísima Reina Americana, Emperatriz de los Ángeles,
dulcísima Celestial Paisana nuestra? que para hablarte así nos da licencia la
humanísima dignación con que hiciste que nacieran de milagro unas rosas, para
salir a luz, y estamparte, eterna maravilla de nuestros países. ¿Qué no podemos
esperar de tus maternales entrañas, Santísima Señora?
Te apareciste
para adoptarnos por hijos: pues prosigue, prosigue mostrándote Madre Nuestra
haciendo que mostremos fe tus hijos. Hasta el día del juicio no entenderemos
cuántas misericordias, cuántos favores nos hiciste en aparecerte y perpetuarte
en la América: porque los misterios que encerró tu piedad en ese lienzo, las
líneas, que tiró la Providencia del Altísimo en esa pintura de los Cielos, solo
las sabe, solo las entiende el Todopoderosos, que las formó. Muéstrate Madre
muy benigna para con la muy Venerable e Ilustre Congregación, con tu
Eclesiástica Cabeza, ya que se ostenta tan fervorosa, tan amante hija tuya.
Échanos a todos tu bendición de Madre, bendición de dulzura, y de gracia,
segura prenda de la gloria.
LAUS DEO.