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domingo, 24 de julio de 2016

SUPUESTAS REVELACIONES PUBLICADAS POR MONS. FELLAY EN EL COR UNUM 60 DE 1998 - Parte 5



NUESTRA SEÑORA

« Yo trato (penosamente) de recordar y de traducir (¡groseramente!), un poco, la gracia recibida en la simplicidad, la noche del 19 de octubre. Se trató de una mirada sobre la Fe de la Virgen María, fe simple, total, heroica, de la cual dio prueba sobre todo en la Anunciación y en el Calvario. Yo sentí en mí los sentimientos de María y yo vi cómo su Fe fue difícil. Ella dijo querer creer en la Divinidad de Jesús, mientras que Ella veía a su hijo igual a todos los niños, no dejando transparentar ninguna prueba de filiación divina. ¡Día tras día, en la fidelidad cotidiana, ella debió creer que su Hijo era Dios!

Año tras año, durante treinta años, Ella debió creer que Él era el Mesías, mientras que Él pasaba su tiempo como cualquier artesano, ocupado en las banalidades de la vida cotidiana[alors qu'Il passait son temps comme un quelconque artisan, occupe aux banalités de la vie quotidienne...] Su Fe volvía a la Concepción virginal de la Anunciación para extraer de allí su perseverancia. Luego, Ella debió creer a través de los fracasos de la vida pública, las persecuciones de los judíos, los abandonos siempre más dolorosos; Ella debió creer mientras Él moría, crucificado, como un malhechor, ¡creer que Él era el Hijo de Dios vivo!... ¡el Salvador de Israel… el Rey de cielos y tierra! Finalmente, ella debió creer contra Ella misma: contra su humildad que, por una parte, todo volvía posible pero que, por otra parte, manifestaba la imposibilidad de este privilegio: Madre de Dios.

Me parecía compartir estas dudas de la razón humana, estas angustias del amor maternal y vivir con María la noche de su fe heroica, perfectamente fiel. Porque es en la Virgen María que la fe ha recibido su coronación suprema, es Ella que ha merecido este aspecto de nuestro amor que Jesús no pudo vivir. María ha sido la Fe y la Esperanza en el instante en que Cristo moría por su Caridad en la Cruz.

Esto significa en Ella una cualidad de sufrimiento infinito, en el abandono, la soledad de toda el alma, la crucifixión del corazón, el cansancio extremo del cuerpo agotado. ¡Oh María, te doy gracias! » 28 de octubre de 1952

(sigue en la parte 6)

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Dice Dom Columba Marmion, en su célebre obra "Jesucristo Vida del Alma" (Fund. Gratis Date, 1993, p. 46 ):

“Todas las acciones ejecutadas por la humanidad de Jesucristo, por máximas, por ordinarias, por sencillas, por limitadas que sean en su realidad física y en su dimensión temporal se atribuyen a la persona divina con quien esa humanidad está unida; son acciones de un Dios [la Teología las llama theándricas, de dos palabras griegas que significan Dios y Hombre], y a causa de este título poseen una belleza y un brillo trascendentes; adquieren, desde el punto de vista moral, un precio inestimable, un valor infinito; una eficacia inagotable. El valor moral de las acciones humanas de Cristo se mide por la dignidad infinita de la persona divina, en quien subsiste y obra la naturaleza humana.”
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Leer el Suplemento del Cor Unum 60 de 1998 (en francés)

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