PÁGINAS

sábado, 5 de abril de 2014

NUEVA AUTOENTREVISTA SEDANTE DE MONS. FELLAY: MÁS AMBIGÜEDADES, CONTRADICCIONES Y VERDADES A MEDIAS.-

Le Rocher: Monseñor, en este combate por las almas que lleva a cabo nuestra Fraternidad desde hace más de cuarenta años, ¿cuál es nuestra relación con esta Iglesia que ya no parece ¿no "parece"? tomar este combate seriamente, qué podemos hacer con los progresistas?
Monseñor Fellay: A decir verdad, no se puede hacer gran cosa. Súbitamente, Mons. Fellay ha dejado atrás el discurso de los “brotes primaverales”. ¿Y -a propósito- qué fue del canto de la agonía del cisne modernista del P. Bouchacourt? Hay un cambio de estrategia comunicacional, por lo visto. 
Y Monseñor: sepa que conservar la fe íntegra en tiempos de apostasía general, en la peor crisis de la historia de la Iglesia, en una Iglesia ocupada por herejes modernistas es una grandísima cosa: “ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe” (1 Jn 5, 4).
Actualmente, aquí o allá, obtenemos alguna vez una iglesia para celebrar la misa, pero no más. Nosotros jamás podremos estar de acuerdo con los verdaderos progresistas. Pero hay solo modernistas. Y si hay cosas que podemos hacer avanzar, debemos hacer este bien. Hay que tratar, pero con mucha prudencia. Nuestro Señor no envió a sus apóstoles a un campo de trigo bien hecho, los envió al mundo. ¿Esta respuesta ambigua termina con una invitación implícita a aceptar un eventual reconocimiento por parte de Roma?
¿Es por lo tanto el cuidado de las almas –y no solamente las almas que acuden a la Fraternidad- lo que lo impulsa a actuar?
Monseñor Fellay: Sí, es necesario que tengamos la preocupación de las almas. Como si no supiéramos que el fin de la Iglesia es la “salus animarum”, la salvación de las almas. Y en nuestras relaciones con Roma, es esta cuestión, la cuestión de la salvación de las almas la que nos motiva. Nuestra única preocupación es hacerlas regresar a la Tradición. Es por eso que hablé del “retorno de la tradición en la Iglesia”. La pregunta y su respuesta obvia sirven para conducirnos al tema de la segunda intención de la Cruzada de Rosarios.
Le Rocher: Hay quienes comprendieron esta expresión equivocadamente.
Monseñor Fellay: Yo hablé según el sentido común. Hay quienes dicen que la Iglesia no puede estar separada de su “Tradición” pues es uno de sus fundamentos, con la Sagrada Escritura, la Revelación; decir que la Iglesia está separada de la Tradición es una herejía. Pero no es esto lo que dije. Otros dicen que la “Tradición” somos nosotros; entonces decir que hay que rezar por el retorno de la Tradición en la Iglesia, es pedir que las obras de la tradición retornen a la Iglesia. Esto tampoco es lo que dije. Pero a causa de una mala interpretación ¡tenemos sacerdotes que nos han dejado! Y tenemos varias redacciones distintas, autorizadas por el mismo Mons. Fellay según los países y los distritos. ¿En qué quedamos?
Le Rocher: ¿Ellos tomaron su expresión al nivel teológico, de manera unívoca?
Monseñor Fellay: Un superior de distrito me dijo que esta formulación iba a crear problemas. Yo le respondí: Estimado Padre, si continuamos así, en poco tiempo se declarará herética la frase “el sol se pone”, porque según los principios de la física y de la astronomía ¡el sol no se pone! Entonces si decimos que “el sol se pone”, es un error, es falso. Entonces ¿hay que dejar de decir que el sol se pone? Esta expresión es del orden del lenguaje común. Entonces, ¿por qué autorizó usted diversas redacciones de la frase? Porque ese Superior de Distrito tenía razón. De nuevo: ¿en qué quedamos, Monseñor? Permanezcamos con los pies en la tierra, seamos realistas. Es verdad que si queremos hablar a nivel teológico, de manera estricta, no tiene sentido pedir el retorno de la Tradición en la Iglesia, yo lo concedo. Pero esto no es lo que quise decir. Monseñor Lefebvre, en su sermón de Consagraciones Episcopales de 1988, declaró: “Cuando la Tradición haya reencontrado en Roma todos sus derechos”. Ahora resulta que la culpa es de Mons. Lefebvre. Es la misma cosa que decir “la primavera regresó”. Son expresiones de lenguaje común.
Le Rocher: En el fondo, la vida está llena de analogías, ella no es unívoca, es decir que se utilizan términos de diversa manera. Nótese esta afirmación: “la vida no es unívoca” (!!!).
Monseñor Fellay: La analogía es « in se, diversa, secundum quid unum »: cuando se habla de analogía, se habla de dos cosas en sí diferentes, pero que se parecen en un punto. Evidentemente, hay varios sentidos para la palabra “tradición”. Se puede decir que “la tradición somos nosotros”, sí, pero se habla también de la Tradición según un modo mucho más amplio cuando se habla de “la Tradición de la Iglesia”. Y podemos igualmente hablar de la “Tradición” como la parte no escrita de la Revelación. Es un término analógico. Si se pierde este sentido de analogía, estamos perdidos hoy, en esta crisis. La crisis de la FSSPX se debe en gran medida a su modo habitualmente ambiguo o equívoco de hablar, Monseñor.
Le Rocher: Por lo tanto, tengamos cuidado en no dejar entrar este espíritu en nosotros.
Monseñor Fellay : Esto es lo que hizo Benedicto XVI con su “hermenéutica de la continuidad”. Hasta Benedicto XVI, estaba claro: estaba el pasado –la tradición- y luego el Vaticano II. Para todo el mundo, había una ruptura y nadie la cuestionaba. Benedicto XVI declaró que la Iglesia no puede arreglárselas sin el pasado, ella debe conservarlo y que el presente está “integrado” al pasado. Para Benedicto XVI, el concilio Vaticano II pertenece a la Tradición. Entonces estamos en el equívoco completo. Cuando el Vaticano II dice lo contrario de lo que ha sido afirmado hasta entonces, no hay “hermenéutica de la continuidad”. Pero Benedicto XVI la sostuvo porque quería salvar el concilio, recuperar el concilio diciendo una verdad, lo que causa la confusión: “La Iglesia no puede romper con su pasado”. “Lejos de detener el Magisterio en 1962, deseamos considerar al concilio Vaticano II y al magisterio posconciliar a la luz de la tradición sin ruptura y en un desarrollo perfectamente homogéneo.” (Carta de Mons. Fellay a Benedicto XVI del 12 de Marzo de 2009). "Sobre el Concilio, cuando se me hizo la pregunta: “¿Pertenece el Vaticano II a la Tradición?” Le dije: “Quisiera esperar que así fuera”" (Mons. Fellay, DICI, 7 de junio de 2012).
Le Rocher: ¿Cómo explica él esta ruptura?
Monseñor Fellay:  Es por eso que después –en todo caso dos veces en su pontificado, al principio y al final –él introdujo la idea de un falso concilio, el “concilio de los medios” o para-concilio que habría substituido el verdadero concilio, en la recepción que tuvieron los fieles del concilio. Es extremadamente sutil. Él reconoce que hay errores, que hay cosas que no van, pero los atribuye a esta falso concilio. Desgraciadamente, no es más que un artificio para sustraer los errores del concilio, para salvar el concilio. Entonces se trata más bien de “astucia” que de “sutileza”.
Le Rocher: ¿Tenemos la impresión de que con el papa Francisco, este “artificio” ha sido eliminado?
Monseñor Fellay: Podríamos decir que el papa Francisco es el primer defensor de todos estos errores del Vaticano II. Su definición del concilio por ejemplo: para él, el concilio es una relectura del Evangelio a la luz de la civilización, de la cultura contemporánea. Para él, la luz para comprender el Evangelio hoy, es la civilización moderna. Pero es contrario a la fe, que dice que la luz con la cual hay que leer el evangelio, es el Buen Dios. Esa es la teología. Y Francisco dice que el mejor fruto del concilio, la mejor ilustración de la eficacia del concilio, es la nueva misa. Nosotros estamos de acuerdo: la nueva misa es el fruto del concilio. Pero él dice que está bien y nosotros decimos que está mal. He aquí la diferencia.
Le Rocher : ¿No se sabe verdaderamente a dónde vamos con este papa?
Monseñor Fellay:  Hay que tener mucho cuidado cuando tratamos de emitir juicios sobre él porque él no entra en nuestras categorías. ¿Tampoco en las categorías “modernista” o “liberal”? ¿No se puede calificar de modernista o de liberal al “primer defensor de todos los errores del Vaticano II”? Él está fuera de norma. Es un papa de praxis: lo que cuenta para él es la acción y él quiere tener las manos libres en la acción. Es por eso que cuando habla de doctrina, se expresa de manera imprecisa, muy imprecisa. Lo cual es típicamente modernista y liberal. Ya no hay esta coherencia entre la doctrina y la acción. Hay de todo en sus sermones. Lo que cuenta para él, en la acción, son los hombres. Si él siente simpatía por alguien, todo está permitido. Él recibió a sus amigos rabinos de Argentina, incluso compartió una comida “kasher” (sic) con ellos en la casa Santa Marta. La foto fue puesta en el sitio del Congreso judío mundial, el ambiente es simpático, se diría de una pandilla de amigos. Poco importa lo que la gente pensará, ellos son sus amigos. Pero los hermanos son más cercanos que los amigos: "Los judíos son nuestros hermanos mayores en el sentido que tenemos algo en común, esto es, el Antiguo Testamento" (Mons. Fellay, http://rorate-caeli.blogspot.com/2009/02/fellay-jews-are.html)
Le Rocher: ¿Su elección ha cambiado el estado de la Iglesia?
Monseñor Fellay: No ha cambiado en nada. Todas las prácticas que nosotros denunciábamos continúan. La única cosa que cambió, es que las invitaciones, los apoyos discretos hacia los que querían un poco más de tradición se terminaron (cf. Los Franciscanos de la Inmaculada), y que hay mucha más confusión. Hasta aquí, el papa Francisco no ha tomado ninguna medida para aminorar la situación desastrosa de la Iglesia. Que se trate de religiosos, de seminarios, se constata una interrupción de las facilidades a la antigua liturgia, siempre dejando un status quo. “¡Es tal vez en Roma en donde estas cosas son más manifiestas! Tenemos ahora contactos amigables en los dicasterios más importantes, ¡también entre los más allegados al Papa! Nuestra percepción de esta situación es tal que creemos que los esfuerzos de la jerarquía que envejece no podrán detener más este movimiento que nació y que quiere y espera, aunque vagamente, la restauración de la Iglesia (...) Si esto es cierto, y de eso estoy seguro, eso exige de nosotros una nueva posición en relación con la Iglesia oficial. Es evidente que tenemos que apoyar con todas nuestras fuerzas a este movimiento, posiblemente guiarlo, iluminarlo. Esto es precisamente lo que muchos esperan de la Fraternidad” (Mons. Fellay, Cor Unum 101, marzo de 2012). Otra vez: ¿en qué quedamos, Monseñor?
Le Rocher: ¿Ha comprendido él la situación de la Iglesia, el cuidado de las almas?
Monseñor Fellay: Él es moderno, ¿“moderno” o “modernista”? pero todavía tiene todo su catecismo de niño. Él cree que la juventud de hoy conoce su catecismo. Pudo ser tal vez el caso en Argentina, ¡y aún! Él aplica, traspone a toda la Iglesia lo que se hizo tal vez un poco en América latina.
Le Rocher: Con este papa ¿no podemos esperar una mejora?
Monseñor Fellay: Ustedes conocen la definición que dio de sí mismo al jesuita que lo entrevistó: “¿Quién es el papa Francisco?” –“Yo soy un pecador, sí, creo que es la respuesta más profunda que puedo dar, y soy un poco bribón (la expresión francesa fourbe (bribón) que significa más bien astuto) y manipulador”. Al nivel de la doctrina, será todavía menos claro que antes porque ciertas frases son claras y otras son de una nubosidad increíble.
Le Rocher: Los papas Juan XXIII y Juan Pablo II serán “canonizados” el 27 de abril. ¿Hay que asombrarse de tal decisión? ¿Qué podemos hacer nosotros?
Monseñor Fellay: No hay que asombrarse, lo que ellos quieren es canonizar el concilio, y no hay nada más fácil para este fin que el canonizar a los papas que hicieron el concilio. ¿Qué podemos hacer? –Yo diría que ya lo hemos intentado todo, desde el punto de vista de la acción que nosotros podríamos tener sobre Roma, la cual de todas maneras no nos escucha y no quiere escuchar nada. No nos queda más que rezar, recordar los argumentos que ya hemos publicado. Hemos enviado un importante expediente para protestar contra la beatificación de Juan XXII, e hicimos lo mismo para Juan Pablo II. Ellos recibieron nuestro texto, pero el que estuvo a cargo de hacer el informe descartó nuestros argumentos los descartó de plano diciendo que de todas maneras nosotros estábamos en contra del concilio… No hubo ningún esfuerzo serio de tomarse el trabajo de considerar nuestros argumentos. Esta es una ligereza increíble. Por parte de la FSSPX falta una enérgica, clara e inequívoca manifestación pública de rechazo de estas "canonizaciones". Seguimos esperando.
Le Rocher: Estos estudios –y las publicaciones que fueron hechas- ¿son todavía de actualidad?
Monseñor Fellay: Saquemos de nuevo todos nuestros trabajos para mostrar que esas canonizaciones no son serias, incluso si todavía está el famoso problema de la infalibilidad que estaría implicada para una canonización. Hay que saber que este es un punto sobre el cual todavía se puede trabajar. Sobre las cuestiones de fe, de la infalibilidad de los dogmas, no hay discusión. Por el contrario, sobre la cuestión de la infalibilidad de las canonizaciones, como ellas no son el objeto primario de la infalibilidad sino más bien secundario, todavía hay un dominio de discusión posible.
Le Rocher: Los documentos que están todavía en los archivos secretos, ¿no han sido examinados?
Monseñor Fellay:  Eso es una total imprudencia. Pues el elemento material de la canonización es el acto prudencial de la Iglesia. Si no se siguen las reglas elementales de prudencia y se eliminan ciertos documentos, entonces la posibilidad de equivocarse es real. Pero de todas maneras, ellos cambiaron, al parecer, la noción de santidad. Todo esto nos entristece, pero hablando humanamente, no se ve lo que se podría hacer para impedirlo. Ellos han llegado incluso a dispensar los milagros.
Le Rocher: Hay gente que afirma que Monseñor Fellay quiere a cualquier costo un acuerdo con Roma.
Monseñor Fellay: ¡Eso no tiene sentido! Yo nunca lo he buscado por mí mismo, pero creí un deber examinar la proposición romana en 2011/2012. Nuevamente su acostumbrada respuesta con reserva o restricción mental: el que luego de recibida una propuesta formula una contra propuesta, no se limita a examinar o estudiar esa propuesta u oferta, sino que deja la pasividad para tomar una iniciativa. La Declaración Doctrinal que Mons. Fellay redactó y entregó en abril de 2012 a Roma era una verdadera y propia contra oferta o contra propuesta, y eso es mucho más que limitarse a “examinar” la oferta que se le hizo. Ahora eso sería locura. “Ahora”: a contrario sensu: el 2012 no le parecía locura y suicidio someter la FSSPX al poder de los destructores de la Iglesia. ¿A dónde van a buscar esas ideas? Yo mantengo al contrario que hay que tratar de hacer todo el bien que podamos para salvar el máximo de almas. Todo lo que podamos hacer de bien a Roma, podrá descender enseguida sobre toda la Iglesia, y hacer el bien a miles de almas. Hay que tratar. Es normal, es evidente. Justifica el hecho de seguir abierto a la posibilidad de someter la Tradición a los herejes romanos. Está limitado por el momento, pero está en las manos del Buen Dios. Hagamos lo mejor posible y todavía hay gente en Roma que dicen que es con y por la Tradición que la Iglesia será restaurada. Pero no por medio de un acuerdo traidor ni por medio de la rendición que implicaría aceptar el quedar sometidos a Roma apóstata en virtud de un reconocimiento unilateral de ésta hacia la FSSPX.
Le Rocher: ¿Ha habido un acercamiento oficial de Roma para retomar contacto con nosotros desde la elección del papa Francisco?
Monseñor Fellay: Hubo un acercamiento “no oficial” de Roma para retomar contacto con nosotros, pero nada más, y yo no solicité audiencia como pude hacerlo después de la elección de Benedicto XVI. Para mí actualmente las cosas son muy simples: permanecemos como somos. No permanecemos como somos, sino que estamos hundiéndonos, sin necesidad de algún acuerdo, por causa de la línea errática, ambigua, doble, diplomática y débil que ha impuesto a la FSSPX el Superior General. Algunos concluyeron de los contactos de 2012 que yo planteaba como principio supremo la necesidad de un reconocimiento canónico. La conservación de la fe y de nuestra identidad católica tradicional es primordial y sigue siendo nuestro primer principio. “Desgraciadamente, en el contexto actual de la Fraternidad, la nueva declaración no pasará (...) yo me comprometí en esta perspectiva a pesar de la oposición bastante fuerte en las filas de la Fraternidad y al precio de trastornos importantes.” (Carta de Mons. Fellay al Papa, 17-6-12).
Le Rocher: ¿Hay sin embargo cada vez más voces discordantes en la Iglesia?
Monseñor Fellay: Ciertamente, pero como no tenemos un papa que ponga orden, vamos hacia una situación todavía más confusa. El gran peligro, es que esta situación provoca en nosotros impaciencias: que algunos han tenido suficiente y concluyen que el papa actual ya no es papa. Esto ya ha comenzado. Los sacerdotes que nos han dejado declararon, al momento de la elección del papa Francisco, que ellos no reconocían esta elección. ¿Cuáles sacerdotes?
Le Rocher: ¿Lo que sucede actualmente, es una mezcla de impaciencia e inquietud?
Monseñor Fellay:  Cuando hay desconfianza, se tiene la tendencia a tomar todas las cosas equivocadamente, lo más equivocadamente posible. Se caricaturiza, se miente, y a fuerza de mentir, la gente termina por creerlo. Hay además una verdadera campaña de intoxicación. Pero una cosa es clara e indesmentible: usted, Monseñor, redactó y entregó esa traidora y nunca retractada Declaración Doctrinal del abril de 2012. Eso lo hace ser, objetivamente (sin juzgar intenciones), un traidor.
Le Rocher: ¿Usted preferiría indudablemente que se dirigieran a usted?
Monseñor Fellay:  Yo jamás he reprochado a nadie de haberme escrito y de pedirme precisiones, explicaciones. Pero acusar y dialectizar en público, es grave. Se hace público el juicio de una causa. Es un proceso revolucionario. Se dicen antiliberales y utilizan los principios de la revolución. Según eso, lo mismo habría que decir de Mons. Lefebvre, que “acusaba y dialectizaba en público.” No todo el que se rebela es un revolucionario: hay una rebelión justa y una rebelión injusta. Si hay acá algo revolucionario,en cuento al fin y a los medios, es ese intento de Mons. Fellay por lograr el acuerdo con Roma liberal, Roma hereje, Roma Anticristo. El que estuvo a punto de someter la FSSPX a autoridades revolucionarias, ahora tacha de revolucionarios a los que resisten a esa traición.
Le Rocher: ¿Qué uso se puede hacer de los textos de Monseñor Lefebvre? ¿Qué autoridad tienen?
Monseñor Fellay:  Monseñor Lefebvre es nuestro fundador, y en nuestra sociedad, es él quien da los principios, el espíritu. Es de una importancia capital, él tenía las gracias de fundador. Tiene por lo tanto una autoridad eminente para nuestra sociedad. Por otra parte, se podría decir que actualmente,  nuestra sociedad está un poco en las mismas circunstancias que en tiempo de su fundación. Los acontecimientos a nuestro entorno son los mismos, es decir, esta crisis en la Iglesia, esta puesta en duda de la fe y la moral, de la disciplina. Hay ciertamente variaciones: está el nuevo derecho canónico, hubo reuniones interreligiosas en Asís, pero fundamentalmente, es la misma crisis que hiere a la Iglesia a muerte, que mata a las almas, asfixia las sociedades religiosas, las diócesis. El sacerdocio está en el mismo peligro. Además la misma Roma nos considera de manera particular en razón de este fundador. Es la realidad. Roma ignora por el contrario los movimientos sedevacantistas.
Le Rocher: ¿No se puede decir que ya que Monseñor Lefebvre dijo una cosa en una ocasión, lo afirmó para todo el tiempo?
Monseñor Fellay:  Podemos ver cómo él actuó en una situación semejante, pero no se trata de hacer un “copiar-pegar”. Monseñor Lefebvre tuvo por ejemplo palabras muy duras en 1976, con la ocasión del “verano caluroso”, las cuales sólo utilizó en ese momento. Así él habló de “misa bastarda”, de sacerdotes “bastardos”. Pero después ya no utilizó estas expresiones. ¿Es decir que la misa se hizo menos “bastarda” en adelante? Por supuesto que no, pero él utilizó estas expresiones con ocasión del “verano caluroso” en toda la acepción del término, pero ya no en adelante. Pero hay una última voluntad en las personas que es irrevocable, y contra esa última y definitiva voluntad de nuestro Fundador, usted ha intentado hacer un acuerdo sin previa conversión de Roma. Eso tiene un calificativo: traición.
Le Rocher:¿Podemos preguntarnos: Qué hubiera hecho Monseñor Lefebvre hoy?
Monseñor Fellay:  Cuando se quiere aplicar hoy alguna cosa del pasado, no hay que olvidar que las circunstancias actuales no son necesariamente absolutamente idénticas a las que conoció nuestro fundador. Podemos inspirarnos por su espíritu, pero no podemos hacer absolutamente la misma cosa. Y de hecho, podemos hacer decir a Monseñor Lefebvre lo que queramos. Incluso podemos encontrar en uno de sus sermones lo que podría parecer una contradicción. Así por ejemplo en su famoso sermón por su jubileo de 1987 (40 años de episcopado), él cuenta en una primera parte su encuentro con el cardenal Ratzinger al que le dijo: “Incluso si usted nos diera obispos, no podemos trabajar con usted”. Pero después en su sermón, él explica a sus fieles que una cosa extraordinaria tuvo lugar en Roma, que le hicieron una interesante proposición y les pidió rezar para que llegara a buen término. “No puedo hablar mucho del futuro, ya que el mío está detrás de mí. Pero si vivo un poco aún y suponiendo que de aquí a un determinado tiempo Roma haga un llamado, que quiera volver a vernos, reanudar el diálogo, en ese momento sería yo quien impondría las condiciones. No aceptaré más estar en la situación en la que nos encontramos durante los coloquios. Esto se terminó. Plantearía la cuestión a nivel doctrinal: ¿Están de acuerdo con las grandes encíclicas de todos los papas que los precedieron? ¿Están de acuerdo con Quanta Cura de Pío IX, Immortale Dei, Libertas de León XIII, Pascendi de Pío X, Quas Primas de Pío XI, Humani Generis de Pío XII? ¿Están en plena comunión con estos papas y con sus afirmaciones? ¿Aceptan aún el juramento antimodernista? ¿Están a favor del reinado social de Nuestro Señor Jesucristo? Si no aceptan la doctrina de sus antecesores, es inútil hablar. Mientras no hayan aceptado reformar el Concilio considerando la doctrina de estos papas que los precedieron, no hay diálogo posible. Es inútil.” (Mons. Lefebvre, entrevista concedida a Fideliter Nº 66, 1988)
Le Rocher: Por lo tanto ¿podemos hacer decir a Monseñor Lefebvre casi todo lo que queramos?
Monseñor Fellay: Podemos hacerlo decir casi todo lo que queramos pues se encontró en situaciones diferentes donde tuvo que tomar posición. La única solución es poner las cosas en su contexto. No nos damos suficientemente cuenta de la importancia del contexto. Es una de las desgracias actuales, se absolutiza todo, cada frase es absolutizada, es decir, sacada de su contexto y erigida en principio absoluto. Pero la realidad no es así. Hay diferencias de géneros: un sermón, una conferencia, una explicación, una ilustración. Se termina por perder el sentido de los matices y la honestidad intelectual. Honestidad… fue deshonesto intentar el acuerdo con Roma violando la resolución del capítulo del 2006, que descartaba absolutamente un acuerdo sin previa conversión de Roma. Acá está el sofisma forjado por Mons. Fellay para transformar en letra muerta ese principio y la resolución del capítulo del 2006 que lo explicitaba y promulgaba: "El Capítulo General de 2006 emitió una línea de acción muy clara en lo que atañe a nuestra situación con Roma. Damos prioridad a la fe, sin buscar de nuestro lado una solución práctica ANTES de resolver la cuestión doctrinal. No se trata aquí de un principio, sino de una línea de conducta que debe regular nuestras acciones concretas. Estamos aquí frente a un razonamiento en el que la premisa mayor es la afirmación del principio de la primacía de la fe para permanecer católicos. La premisa menor es una constatación histórica sobre la situación actual de la Iglesia; y la conclusión PRÁCTICA se inspira en la virtud de la prudencia que regula el actuar humano; nada de buscar un acuerdo en detrimento de la fe. En 2006, las herejías siguen surgiendo, las mismas autoridades propagan el espíritu moderno y modernista del Vaticano II y lo imponen a todos como una aplanadora (es la premisa menor). Es imposible llegar a un acuerdo práctico a menos que las autoridades se conviertan; de lo contrario seriamos aplastados, despedazados, destruidos o sometidos a presiones tan fuertes que no podríamos resistir (es la conclusión). Si la premisa menor cambiase, es decir, si hubiese un cambio en la situación de la Iglesia en relación con la Tradición, esto podría llevar a un cambio correspondiente de la conclusión, ¡sin que nuestros principios hubieran cambiado en nada! Como la Providencia se expresa a través de la realidad de los hechos, para conocer Su voluntad, debemos seguir con atención la realidad de la Iglesia, observar, examinar lo que sucede. Ahora bien, no hay ninguna duda que desde 2006, estamos asistiendo a un desarrollo en la Iglesia, a un cambio importante y muy interesante, aunque poco visible..." (Mons. Fellay, Cor Unum 101, Marzo de 2012).
Una parte de los problemas que vemos hoy, es que ya no se mira si lo que dijo está en el orden de la opinión o del dogma. Todo es dogmatizado, absolutizado. Hay muchas cosas que son del orden de la opinión, es decir que al decirlas, hay que aceptar como posible el pensamiento contrario. Demos algunos ejemplos. Esta famosa cuestión de la iglesia conciliar: ¿cuál es la naturaleza de la iglesia conciliar? –Está al nivel de la opinión, y las opiniones pueden ser diferentes, incluso en la Fraternidad San Pio X. Pero no hay que hacer un dogma y condenarse los unos a los otros pues solamente se trata de una opinión diferente. Es lo mismo para lo que se llama la “autoridad magisterial del concilio”. Es una cuestión abierta. Roma declara que es del magisterio ordinario, pero no pide, a nombre de la fe, el aceptarlo como tal. Monseñor Lefebvre era de la opinión de que estaba en el orden de una predicación, por lo tanto, susceptible de error.
Le Rocher: En conclusión ¿Qué consejos le da a sus fieles?
Monseñor Fellay:  En medio de estas preocupaciones, el bien de la Iglesia toda entera debe permanecer querida para todo corazón católico. El desarrollo de nuestra Fraternidad que vemos realizarse bajo nuestros ojos es una causa de alegría, de acción de gracias y la prueba en los hechos de que la fidelidad a la fe y a la disciplina tradicionales procuran siempre los frutos benditos de la gracia. En un mundo cada vez más hostil al cumplimiento de los mandamientos de Dios, debemos tener la verdadera preocupación de formar las almas bien empapadas que tomen en serio su propia santificación y la salvación de todas las almas. Lo cual es imposible con autoridades liberales, esto es, dispuestas a pactar paces con los liberales y someterse al poder de la Jerarquía liberal.