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lunes, 7 de abril de 2014

LOS CAPÍTULOS GENERALES DE 2006 Y 2012 DE LA FSSPX.- ANÁLISIS DEL PADRE PIVERT.

POR FAVOR LEA EL TEXTO DE LA DECLARACIÓN DEL CAPÍTULO DE 2006 AQUÍ.
El Capítulo de 2006 se resume así:
1. Un capítulo extraordinario será convocado. Es decir, que la decisión saldrá de toda la Fraternidad San Pio X y no solamente del Superior General. Esto es normal, pues se trata de un acto grave que comprometería a toda la Fraternidad.
2. El Capítulo pide, por el rosario, la rehabilitación de la Realeza de Nuestro Señor y de María.
Cuando el autor de las dieciséis páginas de crítica del libro Monseñor Lefebvre, nuestras relaciones con Roma,  afirma que Monseñor Lefebvre no tuvo como fin la restauración del reinado de Jesucristo en sus relaciones con Roma, no es así que el Capítulo 2006 lo comprendió.
3. Las condiciones previas fijadas con anterioridad por el Superior General deberán ser respetadas. Es una “necesidad”, establece el Capítulo.
4. Hay que hacer resonar más fuertemente en la Iglesia la voz de la doctrina tradicional.
5. Finalmente, no podrá haber acuerdo práctico más que sobre las bases doctrinales, un “acuerdo” puramente práctico es imposible.
Allí también el autor de las 16 páginas de crítica está en contradicción con el Capítulo 2006.
Monseñor Fellay violó todas las prescripciones.
Recordemos que: “El Capítulo (general) es una persona moral representando a todo el instituto (…) El Capítulo general tiene más poderes que el superior general que él elige. Él puede dictar leyes o por lo menos tomar medidas que deben permanecer en vigor hasta el capítulo siguiente” (Naz, Tratado de derecho canónico, Tomo 1 n° 816 § 1)
¿Qué hizo el Superior General?
 1. Por principio, él “consideró seriamente un acuerdo con la Santa Sede” sin convocar al Capítulo General. Además, a causa de su desacuerdo, tuvo a los otros obispos al margen. Nosotros lo veremos en la carta que les envió y que publicamos en el artículo siguiente. Y fue mucho más lejos al presentar un texto de acuerdo que Roma no tenía más que aceptar para que el acuerdo hubiera concluido.
2. La Realeza de Nuestro Señor ya no fue el objeto de los rosarios solicitados.
3. Él consideró las condiciones previas como cumplidas, siendo que fue lo contrario lo que se obtuvo. En efecto, Benedicto XVI estableció que la misa tradicional no era ya el rito ordinario y que la misa nueva tenía más derecho que ella.
Igualmente para las pretendidas excomuniones. El Capítulo pidió el retiro del decreto. Benedicto XVI las consideró como válidos y acordó su levantamiento.
3. La declaración doctrinal del 15 de abril de 2012, que debió definir nuestra posición en nuestra colaboración con Roma, lejos de “hacer resonar más fuertemente la voz de la doctrina tradicional”, por el contrario la eludió y la contradijo.
Para hacerlo, invirtió el significado de la declaración del 21 de noviembre de Monseñor Lefebvre (*), tomada como regla por el Capítulo.
Conclusión.- Cuando Monseñor Fellay declaró a los otros tres obispos que violó el bien común de la Fraternidad San Pio X para obedecer a Roma, vemos que lo hizo violando precisamente las claras prescripciones del Capítulo.
Frente a estas acciones de enormes consecuencias ¿qué hará el Capítulo de 2012?

DECLARACIÓN DEL CAPÍTULO 2012 AQUÍ Y ACÁ.
Nuestro comentario sobre el Capítulo General de 2012.
El Capítulo debía corregir dos faltas en la Declaración Doctrinal de abril de 2012: la desobediencia del Superior General a la autoridad del Capítulo precedente y los graves errores que ella contiene.
En cuanto a su autoridad, el Capítulo no solamente no le hace ningún reproche al que tiene su autoridad por él, el capítulo no recuerda su carácter superior, sino que simplemente tomó nota de la decisión del Superior General de convocar un capítulo en el futuro en caso necesario. Ciertamente, este capítulo sería deliberativo, es decir, que sus decisiones se impondrían. Pero tomar nota no es hacer acto de autoridad, lejos de eso. El desorden está presente y no lo eliminaron.
En cuanto a los errores doctrinales, el Capítulo no sólo no los corrige sino que los cubre por ambigüedades o necedades perfectamente compatibles con los errores de Monseñor Fellay.
En primer lugar no se hace ninguna definición ni distinción entre la iglesia modernista y la Iglesia.
Monseñor Lefebvre las distinguía muy bien. Monseñor Fellay, por una falsa interpretación, las identifica –la Iglesia es la iglesia de hoy- y el Capítulo se apresura a afirmar su fe en la única Iglesia, sin indicar nada que pueda distinguir la iglesia conciliar de la verdadera Iglesia. Ningún criterio de fe.
Recuerda la constitución monárquica de la Iglesia y la sumisión debida al papa pero sin recordar la superioridad de la fe sobre el papa. El papa es vicario de Cristo, pero el Capítulo se guarda bien de definir cuándo actúa como vicario de Cristo y cuándo actúa como modernista. Fuera de la Iglesia no hay salvación, sin distinguir la iglesia modernista, iglesia visible y la Iglesia fiel a la fe, siendo que Monseñor Lefebvre afirmó que en cierta medida, era necesario salir de esta iglesia visible precisamente a causa de la fe.
Ciertamente que encontramos una afirmación del Reinado universal de Nuestro Señor Jesucristo, pero ella no define nada. Si leemos atentamente la declaración, se constata que el Capítulo afirma: 1. Su fe en la Iglesia, 2. En la constitución monárquica de ésta, 3. En la realeza de Nuestro Señor. El orden de estas afirmaciones no es conveniente pues la realeza de Cristo es más importante que la Iglesia pues es su fuente. Este orden no es conveniente tampoco frente a los errores modernos, pues la afirmación de la realeza de Jesucristo responde mejor a los problemas de nuestro tiempo que la proclamación de la fe en la Iglesia y su carácter monárquico.
Pero esto no es todo. Hay un grave problema con la definición del magisterio, pues la Iglesia y los papas modernistas usurpan a su provecho el poder magisterial que Jesucristo les confió. Ellos operan un verdadero abuso de confianza. Igualmente para la Tradición que ellos custodian y que ellos desvían de la fe bajo pretexto de “tradición evolutiva” que ellos llaman para engañar “tradición viva” o para hacerse el sabio “hermenéutica de la continuidad”.
El Superior General jugó con las palabras para mostrarse en acuerdo con los modernistas, sin mostrarse demasiado en desacuerdo con la Tradición. ¿Qué hizo el Capítulo? Retomó los términos usurpados sin darles su verdadero sentido.
¿Cómo hablar de Magisterio constante de la Iglesia cuando hay ruptura? Al hablar del magisterio constante de la Tradición, ¿se designa la Tradición inmutable que condena el falso magisterio modernista, o se incluye el “magisterio” modernista en el magisterio constante, lo que sería adoptar la “hermenéutica de la continuidad”? Las dos interpretaciones son compatibles con la declaración del Capítulo. El silencio sobre la ruptura en el Magisterio es una complicidad con Monseñor Fellay y con los que él llama “sus nuevos amigos en Roma”.
¿O bien la Fraternidad San Pio X acepta hacer con el magisterio modernista como con el nuevo código, es decir, tomar algunas cosas y dejar otras? La expresión vaga “para todas las novedades del concilio Vaticano II que permanecen manchadas de errores” conduce a eso.
¿Por qué “permanecen”? ¿Ellas estaban manchadas y no lo estarán? ¿O bien creyeron que ellas estaban manchadas y se reconoce ahora que ellas ya no lo están?
¿Olvidaron los ejemplos simples pero célebres del pastel envenenado o la sopa envenenada? Que son buenos en un 99% o incluso más pero siguen siendo mortales. ¿Creyeron que aquél que sabe del envenenamiento del pastel o de la sopa y atraen la atención del consumidor sobre el 99% bueno, no será el mismo un envenenador?
¡Y en el concilio, la proporción está lejos de ser 99% bueno por 1% de veneno! Monseñor Lefebvre afirmó que todo el concilio estaba infectado de un espíritu malo que lo corrompió entero. El Cardenal Ratzinger no dijo otra cosa cuando afirmó que el concilio es dos siglos de cultura liberal que entraron a la Iglesia. Con la nueva misa, estos dos siglos de cultura liberal entran en la espiritualidad cristiana. Lo mismo sucede con el código de “derecho” modernista, del cual Juan Pablo II dijo que éste era la traducción jurídica del concilio, es decir, lo que hizo penetrar el concilio en la práctica de la vida.
Pero, precisamente, el Capítulo no corrigió las falsas y graves afirmaciones de la declaración doctrinal del 15 de abril sobre la legalidad de la nueva misa y la validez del código modernista.
Sobre este punto de derecho, que también es esencial para toda sociedad como la salud lo es para un cuerpo vivo, el Capítulo está mudo. Sabemos por los últimos procesos instaurados a sacerdotes de la Fraternidad San Pio X, que fueron adoptadas reglas secretas en un sentido modernista y sectario. Los superiores mayores, todos miembros del Capítulo, tenían conocimiento, pues ellos mismos las aplicaron, pero no corrigieron nada.
Entonces, ellos pueden unirse a los cristianos perseguidos, pero los primeros perseguidos que se deben apoyar son sus propios hermanos, sus cofrades, aquellos que la Casa General condenó libremente porque los superiores mayores permanecieron mudos. Y el martirio de los “tradis” es el que sufrió Monseñor Lefebvre: ser inquebrantable ante la Roma modernista.
Pero el Capítulo General no se ocupó de este mutismo. Reemplazó positivamente el principio de la primacía de la doctrina establecido en 2006, por un principio de primacía del acuerdo práctico. Que lo sometan a condiciones no cambia la inversión del principio, tanto más que las condiciones deseables son malas.
¿Cómo podemos aceptar hacer juzgar nuestros matrimonios, nuestros sacerdotes y todos nuestros asuntos por Roma modernista, según el derecho modernista? El Capítulo desea solamente que no lo haga en primera instancia. De todas maneras, ¿cómo podríamos juzgar según el derecho tradicional en primera instancia, si Roma aplica su derecho modernista en apelación?
¿Cómo podemos solamente desear no estar sometidos a los obispos modernistas?
En cuanto a la última condición, sabemos que Monseñor Lefebvre consideró la Comisión pontifical como absolutamente necesaria para proteger a la Tradición de las influencias modernistas.
Pero más allá de las condiciones, lo peor sigue siendo el principio de un acuerdo práctico no fundado en la doctrina.

El Capítulo compromete a toda la Fraternidad San Pio X, mucho más que el Superior General pudiera hacerlo. La Fraternidad por lo tanto ha sido profundamente alterada por el Capítulo de 2012.
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(*): declaración del 21 de noviembre de 1974: Estamos unidos con todo el corazón y con toda nuestra alma a la Roma católica, guardiana de la Fe católica y de las tradiciones que son necesarias para mantener esta Fe; a la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad. En cambio, nos negamos y siempre nos hemos negado a seguir a la Roma de tendencia neomodernista y neoprotestante que claramente se manifestó en el Concilio Vaticano II y, después del Concilio, en todas las reformas que le han seguido .