PÁGINAS

viernes, 7 de febrero de 2014

EN MEMORIA DE UN PRINCIPIO EN VÍAS DE DESAPARICIÓN: “NO AL ACUERDO CANÓNICO ANTES DE UN ACUERDO DOCTRINAL”.- POR EL R.P. JEAN DE MORGON

Este es el texto escrito por el Padre Jean de Morgon, mencionado en su sermón del 26 de enero, donde demuestra que según la Revelación, la Tradición y las declaraciones de los Obispos de la FSSPX, el "no al acuerdo canónico antes de un acuerdo doctrinal" es un verdadero principio.

Si Monseñor Freppel señalaba con razón que el abandono de los principios conduce inevitablemente a la catástrofe, el cardenal Pie nos deja una esperanza al afirmar que un pequeño número de reclamantes es suficiente para salvar su integridad y mantener la oportunidad de un restablecimiento del orden. Desde el mes de julio de 2012, el capítulo de los superiores de la FSSPX parece haber repudiado un principio que había mantenido firmemente hasta entonces, a saber, que no es posible contemplar un acuerdo práctico con el Vaticano, antes que la cuestión doctrinal se resuelva.

El 13 de octubre siguiente, Monseñor de Galarreta tuvo a bien explicarnos que:

« Lo que se hizo fue volver a tomar toda la cuestión doctrinal y litúrgica para hacerlo una cuestión práctica”

El orden ya no se respeta y no podemos mas que temer la advertencia de San Pio X :

« Si la regla parece un obstáculo para la acción, se dice que disimular y transigir facilitan el éxito: entonces se olvidan las reglas seguras, se oscurecen los principios bajo el pretexto de un bien que no es mas que aparente. ¿Qué quedará de esta construcción sin fundamentos, construida sobre la arena?”


El objetivo de nuestro estudio es entonces demostrar, basándonos en la Revelación, en la Tradición y las declaraciones concordantes de los cuatro obispos consagrados por Monseñor Lefebvre junto con este, que el principio mencionado es absolutamente católico, y no puede sufrir ni el abandono, ni la excepción, siendo querido por Dios mismo, y no forjado por algún pensador tradicionalista alérgico a cualquier acuerdo.

  I – La Revelación

En el Antiguo como en el Nuevo Testamento, es la voluntad firmísima y explícita de Dios, que los hombres a los que se digna gratificar con su doctrina pura y verdadera se abstengan absolutamente  de asociarse con los que profesan una diferente, a riesgo de prevaricar.

Es la primera recomendación que Él quiere hacerle a Moisés, cuando concluye la alianza con él:

"Abstente de aliarte con los habitantes de los países adonde vas, por temor de que sean para ti una trampa. Pero derribarás sus altares y quebrantarás sus ídolos… “(Éxodo, 34,11)

Nuestro Señor, a su vez, frecuentemente advertirá a sus discípulos contra la levadura de la doctrina de los fariseos y de los Saduceos (Mt 16, 6; Mc 8, 15), contra los profetas falsos revestidos de piel de oveja (Mt 7, 15) que inducirán a mucha gente en error (Mt 24, 11) y hasta a los elegidos si fuera posible (Mt 24, 24).

       Los Apóstoles estarán tan marcados por estas advertencias del divino Maestro, que las transmiten con fuerza a sus propios discípulos:

- “Os exhorto, hermanos que observéis a los que son contrarios a la enseñanza que habéis aprendido: evitadlos, porque estos tales no sirven a Nuestro Señor Jesucristo”. (Rom. 16, 17).
«Lo repito : si alguno os predica un evangelio diferente al que vosotros habéis recibido, que sea anatema.”(Gal. 1, 9).
« Si alguien viene a vosotros que profese una doctrina diferente, no lo recibáis y no lo saludéis. Porque quien los saluda, participa en sus obras perversas” (2 Juan 10).

Podríamos agregar otros pasajes de la Escritura, pero éstos son bastante suficientes, estando dictados por el Espíritu Santo, para convencernos  que el deber de evitar a los fautores de la herejía es de derecho divino.

 II – La Tradición

Los primeros Padres de la Iglesia, no podían olvidar estos anatemas doctrinales, y no pueden mas que repetir en todos los tonos, la exhortación de san Pablo:

 « ¡Huid del hereje! » (Tito 3, 10)

« Huid de los herejes, ellos son los sucesores del diablo que logró seducir a la primera mujer” (San Ignacio de Antioquía)

« ¡Huid de todos los herejes! » (San Irineo)

« ¡Huid del veneno de los herejes! » (San Antonio del desierto)

« ¡No te sientes con los herejes! » (San Efrén)

Y San Vicente de Lérins nos dice:

« El Apóstol ordena esta intransigencia a todas las generaciones: siempre habrá que anatemizar a aquéllos que tienen una doctrina contraria a la recibida”. Es por eso, que en el siglo XIX, Dom Guéranger le escribirá a Monseñor de Astros:

« Uno de los medios de conservar la fe, una de las primeras marcas de unidad, es la huída de los herejes”.

Efectivamente, esta « primera marca de la unidad” concierne evidentemente a la unidad de fe, la primera nota característica de la Iglesia católica, que no puede tener mas que “Un solo Señor y una sola fe” (Efesios 4,5). Esta misma Iglesia, advierte solemnemente a los futuros sub-diáconos así:

« Permaneced firmes en la verdadera fe católica, pues según el Apóstol, todo lo que no proviene de la fe es pecado (Rom. 14,23), cisma, extranjero a la unidad de la Iglesia”.

También, para mejor comprender no solamente la antigüedad, sino sobre todo el carácter absoluto de nuestro principio, hay que conservar bien gravado en nuestro espíritu que durante más de dos mil años de cisma entre los bizantinos y Roma, jamás, sin excepción, se concluyó un solo acuerdo canónico con las Uniatas antes de que hubieran reconocido la doctrina católica sobre los dogmas controvertidos (Filioque, Primado del Papa, etc.)

Esto es lo que recordó el Cardenal Ottaviani, Prefecto del Santo Oficio, la víspera del Concilio:

« Una vez reconocida la verdad, esta verdad sobre la cual la Iglesia no puede transigir, todos los hijos que regresen a ella encontrarán esta Madre dispuesta a todas las larguezas que Ella puede acordar en materia de liturgia, de tradiciones, de disciplina y de humanidad” (Itinéraires n° 70, pág.6)

III.- Las declaraciones de nuestros obispos.

MONSEÑOR LEFEBVRE : « Suponiendo que Roma nos llamara, que quisiera recibirnos, volver a hablar, entonces soy yo quien pondría las condiciones. Ya no aceptaría encontrarme  en la situación en que nos ha dejado los coloquios. Eso ya terminó. Yo colocaría la cuestión en el plano doctrinal. "¿Están de acuerdo con las grandes encíclicas de todos los Papas que les han precedido? (…) Si no aceptan la doctrina de sus predecesores, entonces es inútil hablar. Mientras no acepten una reforma del Concilio teniendo en cuenta la doctrina de estos Papas que les han precedido, no hay diálogo posible. Es inútil. Las posturas serían más claras”. (Fideliter n°66, nov-dic de 1988)

MONSEÑOR WILLIAMSON : « El más grande desafío para la Fraternidad en los próximos años, será el de comprender la primacía de la doctrina, de tomar la mesura de todas las cosas y de orar en consecuencia. En nuestro mundo sentimental, la tentación constante es el seguir los sentimientos. No seguir los sentimientos, es lo que caracterizó a Monseñor Lefebvre, y si, a este respecto, nosotros no lo imitamos, la Fraternidad seguirá la vía de la carne, es decir, en los brazos de los destructores (objetivos) de la Iglesia. (…) ¡Doctrina, doctrina, doctrina! (Angelus press, 21 de junio de 2008)

MONSEÑOR FELLAY: “La clara percepción de la cuestión clave que acabamos de describir, nos prohíbe poner en el mismo plano las dos cuestiones. Es tan claro para nosotros que la cuestión de la fe y del espíritu de fe es tan primordial, que no podemos contemplar una solución práctica antes de que la primera cuestión no encuentre una segura solución” (…)

“Cada día nos aporta pruebas suplementarias de la necesidad de clarificar al máximo las cuestiones subyacentes (de doctrina) antes de ir más adelante en una solución canónica, que sin embargo no es desagradable para nosotros. Pero hay un orden de naturaleza, e invertir las cosas nos pondría inevitablemente en una situación insoportable; tenemos la prueba de esto todos los días. Lo que está en juego es ni más ni menos que nuestra existencia futura” (LAB n°73 del 23 de octubre de 2008)

MONSEÑOR DE GALARRETA : «Hay evidentemente una voluntad de conmovernos, de atemorizarnos ejerciendo presión en el sentido de un acuerdo puramente práctico, que ha sido siempre la proposición de Su Eminencia (el cardenal Hoyos). Evidentemente, ustedes ya conocen nuestra forma de pensar. Esta vía es una vía muerta; para nosotros, es la vía de la muerte. Por lo tanto para nosotros no es cuestión de seguirla. No podemos comprometernos a traicionar la confesión pública de la fe. Esto no está en cuestión. Es imposible” (Sermón del 27 de junio de 2008 en Ecône). 

« No ha llegado el momento de cambiar la decisión del Capítulo de 2006: No al acuerdo práctica sin solución de la cuestión doctrinal”. (Informe leído en el Capítulo de Albano, 7 de octubre de 2011, difundido por Tradinews).

MONSEÑOR TISSIER DE MALLERAIS: “Nos rehusamos a un acuerdo puramente práctico porque la cuestión doctrinal es primordial. La fe es antes que la legalidad. No podemos aceptar una legalización sin que el problema de la fe sea resuelto. (…) Se trata de una nueva religión que no es la religión católica. Con esta religión, nosotros no queremos ningún compromiso, ningún riesgo de corrupción,  incluso ninguna apariencia de conciliación, y es esta apariencia la que daría nuestra dizque “regularización”. (Entrevista a Rivarol del 1 de junio de 2012)

Conclusión    
      
-El principio : « No al acuerdo canónico antes de un acuerdo doctrinal”, es un principio: -fundado en la Palabra de Dios que nos prohíbe formalmente asociarnos con los que profesan una doctrina diferente que la transmitida por la Iglesia, “columna y fundamento de la verdad” (1 Tim. 3,15), en particular por más de mil años en sus discusiones con los cismáticos orientales.

-Absoluto, sin sufrir rodeos, reducción o excepción, porque concierne al “orden de la naturaleza” como justamente escribió Monseñor Fellay en otro tiempo, y no a un proceso convencional.

En consecuencia. Si es verdad que uno no se recupera del abandono de los principios, sobre todo los más graves porque tocan la fe, debemos hoy mas que nunca no solamente mantener este principio, sino que debemos velar para que no sea olvidado, alterado o rodeado, y proclamarlo contra viento y marea a todas las almas de buena voluntad.


¡Que los Santísimos Corazones de Jesús y de María vengan en nuestra ayuda en el verdadero combate de la fe, y nos guarden siempre en Su amor!