El pasado domingo 26 de
enero, durante la Misa, el Padre Jean de Morgon explicó a los fieles el por qué
de la separación de los sacerdotes y los Dominicos de Avrillé de la FSSPX.
Les ofrecemos un extracto del sermón.
San Pablo nos dice, en la Epístola a
los Gálatas, que Si alguno os predica diferente evangelio del
que habéis recibido, sea anatema. Por lo tanto, no es posible estar en paz
con alguien que tiene otra doctrina, otro Evangelio. Permítanme entonces partir
de esta palabra de Dios para tratar de aplicarla a la situación actual, de hoy.
Debemos tener la preocupación de
predicar la palabra de Dios, la Verdad, y aplicarla al tiempo presente. Creo que ustedes están al corriente de los
acontecimientos que sacuden al mundo de la Tradición. Si no lo están, se los
comunico rápidamente. Algunos sacerdotes han dejado la Fraternidad y también
comunidades amigas, las cuales han tomado sus distancias de las autoridades de
la Fraternidad.
Tengo el permiso de mi superior de predicar hoy sobre este tema, de explicarles por qué esta división. Es
muy importante comprender, pues esta división visible, sensible, es resultado
de una división mucho más profunda, más grave, sobre la cual quiero hablar. Es una
división de los principios. Es muy
importante comprenderlo, no es una
división de personas, es una cuestión de principios.
A la salida de Misa, ustedes
encontrarán fotocopias de un
texto que escribí hace algún tiempo. No está firmado pero fui yo quien lo
redactó y asumo la responsabilidad.
En la primera parte les quiero
demostrar que nosotros debemos ser personas de principios. En la segunda parte,
quiero demostrarles que si después de cincuenta años nosotros estamos en la
Resistencia, en el combate por la Fe y la Tradición, es porque somos hombres de
principios; y en tercer lugar quiero aplicar esto a lo que sucede
actualmente, hay un problema de
principios en la Tradición.
Primer punto: Debemos ser personas de principios.
Nos basamos en las enseñanzas del
Papa Pio IX, en 1871 dijo a los franceses que, desde la Revolución, ya no
tienen la bendición de Dios pues alteraron los principios. Luego San Pio X en
su encíclica Pascendi que dice que cuando se alteran los principios aunque sea
un poco, las consecuencias son enormes. Después el Papa Pio XII, recibiendo a
los franceses, les dijo que Francia no se levantará hasta que los católicos
sean hombres de principios, hombres de doctrina, hombres con formación.
Después citaré al gran Cardenal Pie,
que hizo un sermón para explicar a sus diocesanos que la Iglesia siempre ha
sido intransigente con los principios, y tolerante en la práctica con las
personas. Y el mundo, los liberales, son todo lo contrario: Son tolerantes con
los principios e intolerantes en la práctica. Esto es lo que explica el
Cardenal Pie.
Y Monseñor Freppel dice que cuando
abandonamos los principios, es la ruina. Ellos también nos dicen que todas las
revoluciones no se hacen por las personas sino que son batallas por los
principios.
Por lo tanto, debemos ser hombres de
principios, los Papas lo dicen, la Iglesia lo dice. Si somos hombres de
interés, si ponemos a los principios por debajo de nosotros, por nuestros intereses,
entonces vamos hacia la catástrofe, no estamos haciendo la voluntad de Dios.
Los principios no son forzosamente
dogmas de fe. Pero si no los respetamos, hay graves consecuencias. En Francia y
en Inglaterra hay un principio para conducir en un mismo sentido por la calle.
Aunque en Inglaterra conduzcan por la izquierda y nosotros por la derecha. Pero
el principio es el mismo. Y si no queremos respetar ese principio, vamos hacia
la catástrofe. Así son los principios, no necesariamente son dogmas de fe, pero
es un principio que si no lo respetamos, vamos hacia la catástrofe, al
accidente.
Segundo punto: Quiero demostrar que en la Tradición, en la Resistencia
que llevamos a cabo a pesar de nosotros, resistencia al Papa, a los obispos, es
porque es una cuestión de principios. No estamos en contra del Papa, no estamos en contra de los
obispos, al contrario, estamos contra sus falsos principios. Sí. Y les doy un
ejemplo para comprender rápidamente: El Concilio Vaticano I impuso un
principio: Todo aquí abajo está ordenado para la gloria de Dios. Principio que
es dogmático, está en la Sagrada Escritura. El Vaticano I no inventó nada
declarando esto. El Vaticano I solo recuerda el principio que todo aquí abajo
está ordenado y fue creado para la gloria de Dios. Pero el Vaticano II puso
otro principio: Todo aquí abajo está ordenado para el hombre. Impusieron otro
principio. Y Monseñor Lefebvre, el Padre Calmel, y otros, no aceptaron este
nuevo principio. Queridos fieles, me dirijo a los más antiguos en la Tradición
de entre ustedes, ustedes no aceptaron el nuevo principio tampoco, pues la
nueva religión que ordena todo al hombre, ocasionó que ustedes se sorprendieran
cuando llegando a su iglesia ya no vieron el Sacrificio de la Misa, y su sentido católico, incluso sin conocer el
principio, les hizo no querer volver a la nueva misa. Fue gracias a estos pioneros en la Tradición
a quienes les debemos que estemos en el buen combate por la Fe, si no hubiera
sido por Monseñor Lefebvre y tantos otros, no estaríamos aquí. Y ellos fueron
hombres de principios, que no quisieron transigir. Ustedes deben saber que
Monseñor Lefebvre no quiso ni una vez en su vida celebrar la nueva misa. Fue
presionado por algunos, pero Monseñor era un hombre de principios y si esa misa
es mala, el siempre dijo “¡No, yo no la voy a celebrar!”, ni una sola vez lo
hizo. Si Monseñor Lefebvre hubiera sido un hombre de interés, hubiera dicho:
podemos arreglar las cosas, estas personas son muy amables, me darán una
capilla, vamos a poder arreglar las cosas. Otro ejemplo: cuando el rey de
Inglaterra se quería divorciar, el Papa le dijo que no, no se podía divorciar.
El Papa hubiera podido decir que sí, es un rey católico, Inglaterra seguirá
siendo católica, etc. Pero no, no era posible,
y como resultado el rey se separó de la Iglesia y hubo cisma. Pero es una
cuestión de principios, no podemos hacer un mal para sacar un bien, dice San
Pablo. No podemos hacer a un lado un principio querido por Dios por un interés
pasajero, o particular en contra del bien común.
Podemos poner muchos ejemplos más.
Ahora resumo el segundo punto: Los antiguos fueron fieles a los principios y
gracias a ellos estamos aquí, luchando el buen combate.
Tercer punto: Su aplicación en la actualidad.
¿Dónde se sitúa el problema? ¿Dónde
se sitúa la división? No es una cuestión de sacerdotes o de comunidades
religiosas amigas. La división está en los espíritus en nuestro mundo de la
Tradición. En los prioratos, en los conventos, está en los espíritus, los
cuales profesan un principio que han mantenido por muchos años, que Monseñor
Lefebvre nos legó, y ahora este principio ya no está más, y este es el
problema. Ahora, ¿cuál es este principio? Es el principio de que no podemos
firmar un acuerdo práctico con las autoridades romanas si antes no estamos de
acuerdo sobre la doctrina, si no profesamos la misma Verdad. Y este es un
principio católico. Vean las fotocopias que les puse a disposición, léanla,
allí demuestro que es un principio católico fundado en la Sagrada Escritura, en
los Padres de la Iglesia, fundado también en la práctica de la Iglesia, la cual
es la actitud del Papa frente, por ejemplo, a los ortodoxos, los cuales después
del gran cisma, y discutieron con Roma para volverse a reunir con un acuerdo
práctico, pero la Iglesia siempre insistió en la cuestión de la doctrina.
Siempre. La Primacía del Papa y el Filioque. Y los acuerdos que hubo con algunos
ortodoxos griegos o rusos, ellos se volvieron católicos, Roma nunca transigió
con la doctrina. Nunca. Roma siempre fe muy firme en la doctrina. Primero la
doctrina y luego las cuestiones prácticas, la cuestión litúrgica, por ejemplo.
Pero en la Fe no se transige. La Iglesia es de hecho intolerante con la
doctrina, es la Fe, ella no nos pertenece, es un depósito que hemos recibido y
no tenemos derecho de tocarlo. Ni siquiera el Papa.
Entonces, nuestro problema actual. Durante
años, y hasta las consagraciones episcopales, Monseñor Lefebvre buscó las
discusiones con Roma. Desde 1975, luego de la condenación injusta -y nula- de
Roma a la FSSPX, hasta 1988, Monseñor Lefebvre era llamado a Roma y discutía
–de doctrina. Luego intentó un acuerdo práctico cuya firma retiró al día
siguiente. Entonces por eso se puede dar citas de Monseñor en el sentido de ir
a Roma, de hacer la experiencia de la Tradición, etc. Pero se dio cuenta
–incluso lo dijo- que había ido demasiado lejos con el Protocolo de acuerdo de
1988, fue muy lejos pues transigió en la doctrina, puso la práctica primero, él
lo reconoció. Y después afirmó que si fuera a tener nuevos coloquios con Roma,
es él quien pondría las condiciones (Fideliter 66). Por lo tanto, la posición
de Monseñor Lefebvre desde las consagraciones hasta su muerte, es que por
principio le diría a Roma si se adhería a las encíclicas de los Papas. Les
diría: ¿Está de acuerdo con esta encíclica? Quanta Cura, Mortalium Animos, etc.
etc. etc. ¿Está de acuerdo con las encíclicas de sus predecesores? Y la segunda
condición que es muy importante ¿Está de acuerdo en reformar el Vaticano II con
base a estas encíclicas? Porque Vaticano II dice lo contrario de Mortalium
Animos, por ejemplo. ¿Está de acuerdo no solamente con la doctrina de sus
predecesores sino también cambiar o hacer retornar al Vaticano II sobre estos
puntos principales? Yo no invento nada, está en Fideliter 66. Y otras
declaraciones de Monseñor Lefebvre, por ejemplo en Flavigny: No podemos
entendernos hasta que hayan re-coronado a Nuestro Señor, que afirmen que Él
debe reinar en la sociedad.
Retengamos entonces, queridos
hermanos, que Monseñor Lefebvre –después de las consagraciones- hasta su muerte
se mantuvo firmemente en este principio: Yo podría mis condiciones –la
doctrina. Las enseñanzas de los papas: ¿están de acuerdo o no? Si no lo están,
inútil dialogar. Esto está escrito en Fideliter 66. Inútil discutir. ¡Inútil! Si no estamos de acuerdo sobre la doctrina,
inútil hablar de la cuestión práctica.
Esto es lo que Monseñor Lefebvre nos legó. Y nuestro mundo de la
Tradición siempre estuvo perfectamente unido mientras este principio se
mantuvo.
En las fotocopias que les ofrezco se
encuentran las declaraciones de los cinco obispos que defienden este principio.
Claramente, Monseñor Fellay en una carta a los amigos y benefactores, en
octubre de 2008, afirma este principio en el orden de la naturaleza: “Pero hay un orden de naturaleza, e invertir
las cosas nos pondría inevitablemente en una situación insoportable; tenemos la
prueba de esto todos los días. Lo que está en juego es ni más ni menos que
nuestra existencia futura”.
Desgraciadamente, después de algún
tiempo, después de terminar con las discusiones romanas, vemos, constatamos
cómo poco a poco, las autoridades de la Fraternidad han abandonado este
principio. Lo digo sin celo amargo, lo
digo pacíficamente, estoy dispuesto a asumir las consecuencias de lo que digo,
y no me lo pueden discutir pues esto es público. Primero empezó Monseñor Fellay
poco a poco. En Canadá puso como ejemplo a los ortodoxos, que hubo acuerdos
sobre la cuestión del matrimonio, etc. Entonces para Monseñor Fellay hay
excepciones a los principios y se puede transigir. Pero el asunto del
matrimonio de los ortodoxos no es cuestión de fe, es cuestión de disciplina,
completamente diferente. Y Monseñor de Galarreta, en esa conferencia que dio el
13 de octubre de 2012 en Villepreux. Él dijo que era una cuestión práctica, que
había que estar todos juntos y que sí podemos aportar algo, continuaremos el
buen combate en el interior, como una punta de lanza en el interior,
combatiremos desde el interior. Y Monseñor Tissier en una conferencia reciente en
Toulon dijo que Monseñor Lefebvre siempre buscó un acuerdo práctico. Yo le escribí
diciéndole que es cierto que antes de las consagraciones, hay citas de Monseñor
Lefebvre en este sentido, pero después de las consagraciones dejó muy en claro
el principio que se encuentra en Fideliter 66: Yo sería quien podría las
condiciones, etc. En septiembre de 2013, me respondió, tengo la carta, y me
dijo: "Lo dijo, pero no lo hubiera hecho"
Yo no estoy en contra de nadie. No
estoy en contra de Monseñor Fellay, ni de Monseñor de Galarreta o Tissier, son
obispos, ellos me ordenaron sacerdote, pero lo que yo digo son cosas públicas,
están publicadas, lo de Canadá, de Villepreux,
de Toulon, es público. Lo que quiero es que ustedes comprendan el
problema que hay en este momento. Hay una división en los espíritus. Este
principio que fue mantenido durante muchos años, es ahora abandonado. En el
2006, la Fraternidad hizo un Capítulo general donde reafirmó solemnemente este
principio. Y en el 2012, lo abandonó. Puso sus condiciones las cuales se
contempla el acuerdo práctico. Y Monseñor Fellay escribió a Benedicto XVI el 16
de junio de 2012 en donde deja de lado los problemas doctrinales que no se han
resuelto, hagamos un acuerdo práctico y después veremos los problemas
doctrinales. Y Monseñor Fellay le dijo a Benedicto XVI que tenía la intención
de continuar en este camino. El 2 de julio siguiente hay una reunión de
superiores de religiosos en París con Monseñor Fellay y Monseñor de Galarreta y
los padres Dominicos le preguntaron a Monseñor Fellay: Monseñor, ¿no puede
regresar al principio del capítulo de 2006? Y respondió: No, no. Eso ya es
pasado. Cuatro años antes había dicho que era del orden de la naturaleza, para
lo cual no hay excepción posible.
Este es entonces, estimados hermanos,
el problema actual. He querido que lo comprendan, no he buscado tomar partido
ni atacar las personas, he dado nombres pero son cosas públicas. Les pido que
reflexionen estas cosas para que cada uno de nosotros, en conciencia, vea cuál
es la voluntad de Dios en este asunto. Esto es lo más importante: Cuál es la
voluntad de Dios en este asunto.
Estamos en una guerra de principios,
y lo más importante, lo primordial es que se den cuenta que todas las
revoluciones se han hecho sobre los principios.
Entonces los sacerdotes estamos ante
un grave problema de conciencia como lo
dijo Monseñor de Galarreta en el Capítulo de Albano en 2011: si abandonamos
este principio, habrá un grave problema de conciencia para los sacerdotes. Él
lo advirtió. Desgraciadamente lo que vemos hoy, esta separación de los
sacerdotes, es porque estos sacerdotes tienen un grave problema de conciencia y
no son los únicos. ¿Qué debo hacer en este momento?
Los invito a rezar mucho, para que
seamos fieles a este principio, el cual estoy convencido que viene de la
voluntad de Dios, en esta crisis de la Iglesia en cuanto a nuestras relaciones
con Roma.
La condenación del libro del Padre
Pivert es porque él defiende el antiguo principio. No hay que buscar otras
causas, es porque defiende el principio que tuvimos durante 25 años y que ahora
ha sido abandonado.
Estimados fieles, espero haber
hablado según Dios. Espero no haber causado ninguna inquietud en ninguna alma,
al contrario, debe haber paz. Si estamos convencidos de la voluntad de Dios,
solo podemos estar en paz. Incluso si estamos en las peores situaciones. Pensemos
en la Santísima Virgen al pie de la Cruz, Stabat Mater, Ella no entró en
pánico, estaba tranquila a pesar de la tortura de su Hijo, su Corazón de Madre
Inmaculada ¿qué habrá sentido? Ella estaba en paz. No suframos con esta
situación en la Tradición. Pidamos a la Santísima Virgen estar como Ella al pie
de la Cruz, apacibles y haciendo la voluntad de Dios. Ella estuvo apacible en
la Cruz pues sabía que esa era la voluntad de Dios. Y eso fue suficiente para
que Ella estuviera en paz. Pidamos esa gracia a Nuestra Señora.