PÁGINAS

viernes, 6 de diciembre de 2013

FELLAY – FALAZ.- Comentario de Cova in Deserto sobre la autoentrevista de Monseñor Fellay



“De la abundancia del corazón habla la boca.”

“En donde está tu tesoro allí estará tu  corazón.”

“No puede el árbol bueno dar frutos malos; ni el árbol malo dar frutos buenos. Así que por sus frutos los conoceréis.”

“Nadie da lo que no tiene.”

¿Qué tiene Monseñor Fellay para hablar así, de este modo? Es decir, ¿Qué oculta? ¿Qué se propone decir  realmente, o qué dar a entender? Hablando de coherencia… aquí tampoco la  hay. Además ¿desde cuándo el modernismo fue coherente? El modernismo es coherente en cuanto a la meta fijada, pero no en cuanto a los medios a emplear. Ahí está la trampa, la astucia, el engaño y la mentira. ¿Desde cuándo el modernismo fue claro y unívoco? Su estrategia fue siempre jugar con la ambigüedad. Como, decir una palabra afirmando algo y luego, otra, afirmando lo contrario; o haciéndolo a medias, es decir, que se pudiera arribar a la afirmación contraria, pero sin decirlo abiertamente. Ocultando de éste modo su  verdadera intención. El verdadero propósito de sus palabras o acciones.

-“Porque todo aquél que hace lo malo, no viene a la luz y  huye de la luz. En cambio, el que obra bien, no huye de la luz; antes bien, viene a la luz, para que se vea que sus obras están hechas en Dios.”

Como en todo lo obrado y dicho por él, por Mons. Fellay, hasta ahora ¿Habrá siempre que leer entre líneas? Porque, al parecer, es, o cree ser, un hombre de tan refinada, sutil y alta inteligencia que es difícil de hallar, para muchos,  el verdadero sentido de sus discursos y sus dichos.  Sus discursos pasan por sobre nuestras cabezas de un modo inasible. O, lo más probable, es que él está  confundiendo la astucia con la inteligencia. Por ejemplo: Si digo una barbaridad, o si  tomo una decisión, evidentemente inaceptable, estará siempre el recurrir al: -“Ustedes entendieron  mal” ó “Esto no hay que entenderlo así, sino asá.” Etc. etc. Acomodando las cosas de acuerdo al receptor.

En realidad habría que tener  la agudeza y la perspicacia psicológica de un San Agustín, como para descubrir los mecanismos de esta inteligencia mediocre, llena de ocultas pasiones, de ambiciones y de intereses personales, que se ocultan en los recovecos oscuros de sus discursos y de sus hechos. Esto es, tan así, que uno no tiene más remedio que admitir, en su descargo, un motor de soberbia, impulsando a sus hechos y a sus palabras. He aquí por qué nunca se retractará de sus errores y desviará siempre sus responsabilidades en otros. Por ejemplo, poniendo la excusa de que fue engañado por otros (pues, parece, que él no se engaña nunca a sí mismo y acierta infaliblemente en todo lo que se propone). Pero esto, sin embargo, no lo excusa, pues había sido  ya advertido por sus colegas Obispos, de no intentar un arreglo práctico con Roma, pues esto significaría, en los hechos, la destrucción de la misma Fraternidad San Pio X. Pero no fue Fellay sino Roma la que dijo que NO. Decía, “en descargo”, pues la otra razón de su obrar, sería la de una intención positiva de destrucción de la Fraternidad,  ya por una ambición personal oculta, ya por soberbia. En cuanto a su pretendido espíritu sobrenatural, en él, toma la figura de un “comodín” para justificar lo irracional de sus actos. Pero, si no cabe ninguna de estas consideraciones,  es entonces, un acto de clara traición a la Fraternidad San Pio X.


En cuanto al comentario
Del Superior del Distrito de América del Sur:


Aquí hay una respuesta que ya debe saber, porque está sacada del Catecismo de primeras nociones:

11.- ¿El Hijo es Dios?

Si. El Hijo es Dios.

Por lo tanto en Cristo también estaban crucificando a Dios mismo.
Y el Santo Evangelio narra lo siguiente:

“Mi Padre y yo somos una misma cosa. Al oír esto los judíos tomaron piedras para apedrearle. Díjoles; Jesús: Muchas buenas obras he hecho delante de vosotros por la virtud de mi Padre ¿por cuál de ellas me apedreáis? Respondiéronle los judíos: no te apedreamos por ninguna obra buena, sino por la blasfemia, y porque tú, siendo hombre, te haces Dios.”  (Jn. 10, 30-34)

O sea: los judíos entendieron claramente que Cristo decía de sí mismo, ser Dios.