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martes, 5 de noviembre de 2013

La Gravedad de la Situación Eclesial Actual. ¿Hemos llegado al Vaticano III? por Don Curzio Nitoglia

La Gravedad de la Situación Eclesial Actual.
 
¿Hemos llegado al Vaticano III?


por Don Curzio Nitoglia
Traducción al español por Cristina Pallero para Non Possumus.


 Francisco I, entrevistado acerca de la situación religiosa actual por Eugenio Scalfari ha respondido así: "El Vaticano II inspirado por el papa Juan y por Pablo VI, decide mirar al futuro con espíritu moderno y  abrirse a la cultura moderna. Los padres conciliares sabemos que abrirse a la cultura moderna significa ecumenismo religioso y diálogo con los no creyentes. Después de entonces, fue hecho muy poco en aquella dirección. Yo tengo la humildad y la ambición de quererlo hacer" (República 1º octubre 2013, pag.3)

 Se nota:
1º) la negación del "principio de no-contradicción" (humildad=ambición);
2º) como consecuencia de la apertura al pensamiento moderno, que inicia con el subjetivismo de Cartesio y llega a la "dialéctica de la contradicción" de Hegel (Concilio Vaticano II= apertura a la modernidad);
 3º) implícitamente, según Bergoglio, Juan Pablo II y Benedicto XVI habrían "hecho poco" respecto a la apertura a la modernidad;
4º) además Francisco I, no contento de lo que ha producido el pos-concilio, quiere  empujarlo a la extrema consecuencia, mencionando una suerte de "Vaticano III", ya anunciado oficialmente por Küng, Rahner y Schillebeechk en los años sesenta y lanzado oficialmente por Francisco I en el 2013 como quería su maestro directo, el cardenal Carlo María Martini.
 Ahora bien, como la modernidad racionalista estuvo superada por la modernidad nihilista; así el concilio Vaticano II, objetivamente, está superado por el post-concilio, el cual -según el papa Bergoglio- no está todavía cumplido, por lo que debe ser perfeccionado en  dirección de la total apertura a la modernidad, es decir, el "principio de contradicción" llevado al clímax del nihilismo teológico, en el espíritu de un futuro "Vaticano III" práctico y no teorizado ni siquiera pastoralmente.
Ahora en la modernidad ya no hay más Dios, sino que el hombre es contemplado como creador de la realidad. "La antropología se convierte en un as que se lleva todo (...) Hoy (...) el hombre es el centro" (Cornelio Fabro, Introducción a Santo Tomás, Milán, 1.997, 2da. edic.pág.9)
Se puede decir por lo tanto, sin tener miedo de exagerar que Hegel & Vaticano II, son el punto culminante e insuperable  de la cultura moderna: una época que es superada y se consume en el nihilismo absoluto, como resultado del antropocentrismo, o sea Nietzsche & Vaticano III" anunciado implicítamente por Francisco I.
 Creo poder afirmar sin exagerar que del Vaticano II en la cual Dios se identifica panteísticamente con el mundo, como han escrito tanto Pablo VI como Juan Pablo II, estamos pasando -con Francisco I- a una suerte de “Vaticano III" práctico-práctico, en la cual Dios personal, real y trascendente es negado no especulativamente, sino prácticamente, o "muerto" nihilísticamente como realidad objetiva que existe en sí y por sí.
En efecto, por el modernismo, el idealismo y la masonería, se puede admitir una idea subjetiva del hombre sobre Dios que sería una creación del hombre, pero no un conocimiento cierto de un Dios real y objetivamente existente. El nihilismo postmoderno indica el cumplimiento último del antropocentrismo del Vaticano II  llevándolo hasta la antropolatría.
Pero el nihilismo es la raíz de los males de hoy ya que el nihilismo (explotado en toda su virulencia en  1968 y preparado a partir de los años 20/30 en la "Escuela de Fráncfort" y del "Estructuralismo francés"), radica en este tipo de sociedad mundialista, globalizada, progresista, tecnológica-científica y hedonista. Análogamente, podemos hablar de "Vaticano III" como el complemento nihilístico y la solución final del Vaticano II.
La cultura y la teología contemporánea modernista han perdido el sentido de aquellos grandes valores que, en la edad antigua, medieval y pre-conciliar, constituían los puntos de referencia esenciales, y en gran medida indispensables, en el pensamiento y en la vida natural y sobrenatural.
 A la filosofía actual o post-moderna, falta incluso la  razón de ser, el objetivo y la finalidad de vivir, la respuesta al ¿por qué? que todavía se plantean -aunque de manera mutilada por el subjetivismo- en la modernidad idealista. El pensamiento contemporáneo es el nihilismo filosófico, donde los valores supremos (ser, conocer y moralidad) se desvalorizan. En efecto, ya no queda nada del ser por participación y por esencia, la realidad, la verdad, el bien,  todo queda en la "nada" donde todo se hunde.
 El hombre ha buscado así, darse a sí mismo los atributos que antes de la modernidad y del Vaticano II se confería Dios. Pero, "la muerte de Dios" de la post-modernidad y de la antropología del "Vaticano III" comporta también la eliminación de todas las propiedades de los atributos divinos, por el cual después de haber "matado a Dios" el hombre post-moderno y el clérigo modernista, permanecen sin Dios y sin poder apropiarse de sus cualidades; mientras el Dios tradicional, trascendente y personal, objetiva y realmente existente, los hizo "partícipes de su naturaleza divina", de manera limitada y finita, a través de la Muerte y Resurrección de Cristo fuente de la gracia santificante.
Marx es el maestro de un cierto tipo de nihilismo, en el que la primacía pertenece a la práctica, lo que conduce al olvido de la verdad que es reemplazada con aquello que conviene (pragmatismo) o con la "disciplina del partido". En el año 1968 se decía: "busca el poder, y todo el resto vendrá por sí mismo". Este es el verdadero ideologismo y el modernismo cumplido.
 El ideólogo/modernista no es aquel que busca la verdad como conformación a la realidad. No. El ideólogo/modernista, sub-especie moderna de intelectualoide al último grito, no se preocupa de la verdad objetiva "adaequatio rei et intellectus", sino que se auto-convence o se hace creer que "lo que cuenta es aquello que se cree que es la verdad o que es juzgado por verdadero" con la fuerza abrupta o con la persuasión alucinógena de la depravación liberal.
 El verdadero filósofo-teólogo es el contrario del ideólogo/modernista, él sabe vivir y morir en concordancia con el propio pensamiento, que ha buscado de adecuar a la realidad a lo largo de toda su existencia. El ideólogo/modernista está en desacuerdo con el recto pensamiento o adecuación del intelecto a la realidad y se quiere auto-convencer que la práctica  es superior a la teoría, el hacer al ser; el verificar al conocer la verdad. El debe vivir con la mentira, sobre todo, debe mentir y esconder la realidad a sí mismo. Donde la verdad aparece clara si se escudriña con honestidad la realidad objetiva, mientras allí se debe querer esconder si se quiere vivir según los propios sofismas subjetivistas y no según la realidad cuando ésta molesta.
 Entonces, a esto se pregunta retóricamente, cómo hace continuamente Francisco I sin atender respuesta, "qué cosa es la verdad". Qué cosa puedo decir yo de la homosexualidad?, de los divorciados?, de los abortistas?. Vale aún la pena hacerse crucificar para "dar testimonio a la verdad"?. No se debe hablar más de estos valores "no negociables". Así- sin decirlo expresamente- se deja errar y hacer el mal prácticamente. Ésta lamentablemente, es la táctica de Bergoglio, que solo la Omnipotencia divina podrá detener.
 He aquí, entonces las consecuencias de la apertura a la modernidad. En efecto, cuando se niega el primer principio especulativo de identidad y no contradicción (sí=sí, no=no, sí=/=no), se pierde también el principio primero de orden práctico o la sindéresis "bonum faciendum, malum vitandum" que reposa sobre aquello de identidad (bien=bien, mal=mal, bien=/=mal), por el cual se pierde la noción del bien y del mal, allí se confunde y se toma el mal por bien o viceversa.
Todo es prácticamente lícito: el divorcio, el aborto, la homosexualidad. Sobre todo que no necesita debatir teóricamente y dogmáticamente sobre tales cuestiones superadas de la vida moderna y contemporánea. La verdad no es más la "conformidad del intelecto a la realidad" (Aristóteles y Santo Tomás de Aquino), sino la "conformidad del intelecto a las exigencias de la vida contemporánea" (Maurice Blondel). Dado que las exigencias de la vida contemporánea exigen cada tipo de depravación teórica (negación de los primeros principios especulativos por sí notorios y evidentes) y práctica (negación de la sindéresis: necesidad de hacer el bien y huir del mal"), pues necesita dejar hacer sin preocuparse de la verdad o moralidad objetiva, natural y sobrenaturalmente revelada.
El "principio de identidad" (sí=sí, no=no) que tiene lo justo y lo directo de  la filosofía clásica de Sócrates, Platón, Aristóteles, Cicerón, Séneca, hasta aquella patrística (San Agustín) y escolástica (San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino) estuvo negado en la antigüedad por los sofistas y tiene caracterizado el punto central de la filosofía moderna, sobre todo hegeliana, la cual se basa sobre la "contradicción" cual medio para  alcanzar al conocimiento filosófico ("tesis, antítesis, síntesis").
Las consecuencias prácticas, éticas y morales de tal rechazo han sido tratadas por la filosofía post-moderna y contemporánea a partir de Nietzsche, Marx y Freud, según la cual necesita demoler el sistema de los valores morales clásicos y cristianos para sustituirlos por uno diametralmente opuesto, que juzgue bien aquello que era mal y mal, aquello que era bien. Se puede decir que la praxis de Francisco I iguala la filosofía post-moderna y supera aquella moderna; supera al Vaticano II e inaugura el espíritu del "Vaticano III".
Ahora, Lucifer es el "patrón" de la modernidad y post-modernidad. En efecto, según Santo Tomás (Sum.Teo.I,q. 63,a.7) Lucifer ha caído inmediatamente después del instante de su creación, ya que por un pecado de soberbia naturalística deseó y prefirió el bien proporcionado a las fuerzas de su naturaleza angélica a lo  sobrenatural de la Visión beatífica de Dios cara a cara, por un pecado de orgullo inmanentista que quiere la beatitud sobrenatural como debida a su naturaleza angélica y  no como un don gratuito de Dios (Sum.teol. I,q. 63; contra Gent. lib. III,cap.110; De malo, q.16,a.2,ad.4).
Estos dos errores, y aún el segundo, los encontramos en la teología modernista y neo-modernista condenada por San Pío X (Pascendi, 1907) y Pio XII (Humani generis, 1.950) modernismo sostenido especialmente por Henri de Lubac (en su libro Surnaturel del 1946), condenado en los años 50 por Pío XII, pero llamado como "perito conciliar" por Juan XXIII al Vaticano II en 1960. El nihilismo completo es por lo tanto una reedición del titanismo del siglo XX, del prometeísmo y del luciferismo. "Eritis sicut dii" ha prometido Satanás en el Paraíso a Adán y  Eva. Pero "lo que quiere hacer el ángel, hace la bestia", y por eso nos hallamos "en este valle de lágrimas". Ícaro (en la mitología) quería volar con las alas que se había construído, pero se derritieron a la luz del sol, de modo que el pobre Icaro no llegó al cielo, sino que se precipitó a tierra.
Ahora el Concilio Vaticano II ha querido dialogar y hacer propia la modernidad como categoría filosófica y en el post-concilio no solo algún teólogo, sino los "peritos conciliares" más  afamados y enteras Conferencias episcopales, han sacado las conclusiones, sea en el campo dogmático o moral, las cuales son equiparables al espíritu del 68, preparadas en la Escuela de Fráncfort y del Estructuralismo francés. Por ejemplo, en 1965 Herbert Marcuse en "Eros y Civilización" (Turín, Einaudi, 1966) pedía la liberalización de la realidad (pág. 277) sea ontológica o moral, exaltando la impetuosa fuerza revolucionaria de la homosexualidad (Eros y Civilización, cit.pág.192). Juan Pablo Sartre en 1969 auspiciaba el incesto como liberación de la familia (Tout n.12) y en el 1977 se pronunció a favor de la pedofilia (Le Monde, 26 de enero).
Las mismas ideas del 68 las encontramos en el tristemente célebre "Catecismo" holandés y en la Conferencia episcopal belga, que se ha alienado a favor del homosexualismo y de la pedofilia.
Se ve además, también en El Curso de Instrucción de la religión Católica, titulado: "Un camino de estrellas" ediciones Elledici, Turín, 2011 con "Nihil Obsta" del Presidente de la comisión episcopal Italiana cardenal Angelo Bagnasco (protocolo n.811/2.010) del 19 de noviembre del 2.010. El capítulo "Creyentes en el diálogo" en la página 73 y 74 refiere: “Todas las religiones son un camino hacia Dios, como se explica en el pasaje que te presentamos. En una aldea de ciegos se escuchó que arribaría un rey encima de un elefante. Ninguno de ellos nunca se habían acercado a un elefante y se decían: "quien sabe cómo será hecho?". A su llegada un grupito se acercó para intentar conocerlo. El primero le tocó la trompa, el segundo un colmillo, el tercero una oreja, el cuarto una pata, el quinto la panza y el último la cola. Regresaron a su casa convencidos de saber exactamente cómo era. "Oh, es fantástico" dice el primero que había tocado la trompa, "así lento y suave, largo y fuerte". "No", dice aquél que había tocado el colmillo: "Es corto y muy duro"; "Os habéis equivocado ambos" dice el tercero:"es plano y sutil. "Oh, no" dice el cuarto que había tocado la pata: "es como un árbol!". También los últimos dos intervinieron: "Es como un muro!" "como una cuerda!". Dijeron y discutieron, hasta litigar y pegarse. Finalmente, llegó alguno que veía bien y dice a los ciegos: "Tenéis razón todos. Todas estas partes juntas, forman el elefante" (...). La historia de los ciegos y del elefante muestra que hay tantos caminos para llegar a Dios; ellos parecen muy diversos entre sí. En realidad, todos tienen características comunes”.
En breve, para la CEI -como para el Esoterismo y la Masonería- ninguna religión es verdadera en sí, ni siquiera la Religión Católica, sino solo tomándolas todas juntas llegaremos a la verdad. Ellas parecen solo aparentemente diversas, pero en realidad son iguales tomadas todas juntas, es por esto que se han reunido todas en Asís, en 1986- 2012.
En el hombre, después del pecado original, están las tendencias o inclinaciones desordenadas, que lo empujan al mal.  Ellas son las tres concupicencias: Orgullo, Avaricia y Lujuria. Es decir, la educación de las pasiones o instintos sensibles humanos es de capital importancia. No se trata de anular o reprimirlas, sino de educarlas y subordinarlas al intelecto y a la voluntad. Habiendo abandonado la moral y la ascética tomista y contra reformista para adherir al modernismo moral y ascético llamado "Americanismo", por León XIII en Testem benevolentiae, el tehilardismo (al final de los años 30), el Concilio Vaticano II, el 1968 y el post-concilio han abierto la puerta a la fuerza propulsiva y destructiva de las pasiones desordenadas. No se ha querido más enseñar a sublimar, a dominar, a controlar las pasiones para llevarlas al bien, sino, bajo pretexto de no "reprimir", se las ha dejado freudianamente en potestad del desorden, que lleva al hombre a obrar mal. He aquí cómo se ha llegado al catecismo holandés, al belga, a la moderna apertura práctica a la comunión a los divorciados y a la homosexualidad.
Se  necesita vivir como se piensa (Fe y buenas obras) de lo contrario se termina por pensar (luteranamente) como se vive ("pecca fortiter sed fortius crede"). Ciertos hechos han sido planificados y pensados del tehilardismo ("el eterno afeminado") del Vaticano II ("connubio ilegítimo con la modernidad") del post-concilio ("postmodernidad") y hoy vienen inclinados al paroxismo del "Vaticano III" iniciado prácticamente de manera oficial por el papa Francisco I en diálogo con el "pontífice laico" Eugenio Sclfari el 1º de octubre del 2013.
Ahora bien, un error no se corrige con otro error ("Concilio Vaticano III", requerido por Küng, Martini y Bergoglio) o con una media verdad ("Hermenéutica de la continuidad”  aclamada y no probada) sino con la verdad integralmente afirmada.
Por ejemplo, cuando después del Humanismo y el Renacimiento explotó la revuelta protestante, la Iglesia se interrogó y comprendió que las falsas ideas y las costumbres relajadas humanísticas-renacentistas se habían infiltrado en el clero y en el pueblo católico y quiso reformarlas a través del Concilio de Trento, en el cual la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino estaba abierta delante al altar de la Asamblea conciliar tridentina. De ella nace el florecimiento teológico y ascetico de la Contrarreforma (según la escolástica y la espiritualidad ignaciana) que han producido insignes teólogos, Doctores eclesiásticos y grandes santos.
 Hoy  se necesita, con la gracia de Dios, re-educar a todo el hombre, en lo físico, en las pasiones sensibles, en las ideas y en el actuar moral y sobrenatural.  No es la modernidad del Vaticano II que nos salvará, ni siquiera el diálogo interreligioso del "Vaticano III", sino la Verdad, que es Jesucristo "heri, hodie et in saecula" y el "Tradidi quod et accepi".
No debemos hacernos ilusiones. Ya la revolución (individual, familiar, financiera, social y también religiosa) se ha quitado la máscara y habla más que abiertamente. Después del aparente freno durante el pontificado de Benedicto XVI, la subversión teológica ha retomado todo su impulso, que de antropocéntrico se hace antropolátrico y por ende, ateístico. Veremos la abominación en el Lugar Santo con mucho más empuje que aquel que hemos debido soportar por 51 años (11 de octubre de 1962, hasta hoy).
 La táctica de Bergoglio de hablar sin teorizar para dejar hacer y para destruir es una avalancha que sólo la omnipotencia divina podrá detener.
A esta entrevista antes citada, seguirán en poco tiempo otras 100 homilías, entrevistas, todavía más radicales.  No tengo la intención de dejarme arrollar por esta marea de errores  filosóficos-teológicos prácticos y no teorizantes. No se puede ir detrás de ellos, es muy veloz y destructiva, es una especie de tsunami "a-teológico". Se necesita tener la paciencia de esperar la intervención de Dios, el cual no puede permitir que esta furia devastadora avance al infinito y aniquile todo.