Nota: La Guardia Nacional del
que hace mención la carta, era la fuerza organizadora del Ejército Cristero. El General Enrique Gorostieta fue el General en Jefe del Ejército Cristero.
“Desde que comenzó nuestra lucha, no ha dejado de ocuparse
periódicamente la prensa nacional, y aun la extranjera, de posibles arreglos
entre el llamado gobierno y algún miembro
señalado del Episcopado mexicano, para terminar el problema religioso. Siempre
que tal noticia ha aparecido han sentido los cristeros en lucha que un escalofrío
de muerte los invade, peor mil veces que todos los peligros que se han decidido
a arrostrar, peor, mucho peor que todas las amarguras que han debido apurar.
Cada vez que la prensa nos dice de (la existencia de) un obispo posible
parlamentario con el callismo, sentimos como una bofetada en pleno rostro,
tanto más dolorosa cuanto que viene de quien podríamos esperar un consuelo, una
palabra de aliento en nuestra lucha; aliento y consuelo que con una sola
honorabilísima excepción de nadie hemos recibido.
Estas noticias (de un posible arreglo) que de manera tan
irregular ha dado la prensa, y las que nunca han sido desmentidas de manera
oficial por nuestros obispos, siempre has sido de fatales consecuencias para
nosotros; los que dirigimos en el campo (de batalla) siempre hemos podido notar
que a raíz de una de ellas se suspende el crecimiento de nuestra organización,
y para volver a obtenerlo hemos debido hacer grandes esfuerzos. Siempre has
sido esas noticias como duchazos de agua helada a nuestro cálido entusiasmo.
Si los obispos al tratar con el gobierno desaprueban nuestra
actitud, si no toman en cuenta a la Guardia Nacional y tratan de dar solución
al conflicto independientemente de lo que nosotros anhelamos, y sin dar oídos
al clamor de una enorme multitud que tiene todos sus intereses y sus ideales
jugándose en la lucha; si se olvidan de nuestros muertos, si no se toman en
consideración nuestros miles de viudas y huérfanos, entonces levantaremos
airados nuestra voz y en un nuevo mensaje al mundo civilizado rechazaremos tal
actitud como indigna y como traidora, y probaremos nuestra aseveración.
Personalmente hare cargos a los que ahora aparecen como posibles mediadores…
Lo que nos hace falta en fuerza material no lo pedimos al
Episcopado, lo obtendremos por nuestro esfuerzo; sí
pedimos al Episcopado fuerza moral que nos haría omnipotentes y está en sus
manos dárnosla, con solo unificar su criterio y orientar a nuestro pueblo para
que cumpla con su deber, aconsejándole una actitud digna y viril propia de
cristianos y no de esclavos…
Creo es mi deber declarar de una manera enfática y categórica
que el principal problema que hayamos tenido que afrontar los directores de
este movimiento no sea el de los pertrechos. El principal problema ha sido y
sigue siendo eludir la acción nociva y fatal que en el ánimo del pueblo
provocan los actos constantes de nuestros obispos y la más directa y
desorientada que realizan algunos señores curas y presbíteros, siguiendo
lineamientos que a ellos señalan sus prelados. Nosotros hubiéramos contado con
pertrechos y contingentes abundantísimos si en vez de cinco estados de la
Republica hubieran respondido al grito de muerte lanzado por la patria treinta
o más diócesis. El decantado poder del tirano que nosotros estamos tan
capacitados para medir hubiera caído hecho añicos al primer golpe de maza, tal
vez (lohubiéramos) logrado la primera y única vez en la historia de nuestros
martirios nacionales, (si)los Príncipes de nuestra Iglesia hubieran estado de
acuerdo únicamente para declarar que: ‘La defensa es lícita y en su caso
obligatoria…’.
Aún es tiempo de que, ensenándonos el camino del deber y dando
pruebas de virilidad, se pongan francamente en esta lucha del lado de la
dignidad y del decoro. Acaso no los ata ya a nosotros la sangre de más de 200
sacerdotes asesinados por nuestros enemigos? Hasta cuando se sentirán más cerca
de los victimarios que de las víctimas?...”
(un mes después de esta carta
de firmaron “los arreglos” dolorosísimos entre el gobierno y el Episcopado
Mexicano).