Antimodernisme: Monseñor Di Noia acaba de dirigir algo así como una carta abierta llena de consideraciones místicas y caritativas a todos los sacerdotes de la FSSPX. Como Monseñor Lefebvre es eL fundador y el más sabio y el más ilustre de sus miembros, le permitimos de buen grado la posibilidad de hacer este comunicado oficial en respuesta a este prelado de la Roma modernista.
El
problema se mantiene muy grave, no hay que minimizarlo. Esto es lo que hay que
responder a todos los laicos que preguntan si la crisis terminará, si no habría
otro medio de tener una autorización para nuestra liturgia, para nuestros
sacramentos…
Ciertamente
la cuestión de la liturgia y de los sacramentos es muy importante, pero es más
importante todavía la cuestión de la fe. Para nosotros esta cuestión está
resuelta porque nosotros tenemos la fe de siempre, la del concilio de Trento,
la del catecismo de San Pio X, de todos los concilios y de todos los papas
anteriores al Vaticano II; en una palabra, la fe de la Iglesia.
¿Y en
Roma? La perseverancia y la pertinacia de las ideas falsas y de los graves
errores del Vaticano II continúan. Esto está claro.
El
Padre Tam nos ha enviado recortes del Osservatore Romano: discursos del Santo
Padre, del cardenal Casaroli, del cardenal Ratzinger. Son documentos oficiales
de la Iglesia de los cuales no se puede dudar de su autenticidad, y estamos
estupefactos.
En este tiempo (ya que estoy un poco en
descanso) he releído el libro que ustedes conocen bien, de Barbier, acerca del
catolicismo liberal. Es asombroso ver que nuestro combate es exactamente el de
los grandes católicos del siglo XIX desde la Revolución, y el combate de los
papas Pio VI, Pio VIII, Gregorio XVI, Pio IX, León XIII, san Pio X hasta Pio
XII. Ahora bien, ¿en qué se resume este combate? En Quanta Cura y el Syllabus
de Pio IX, y Pascendi domini gregis de san Pio X. Son documentos sensacionales,
que por otro lado causaron conmoción en su tiempo y que opusieron la doctrina
de la Santa Sede a los errores modernos. Es la doctrina de la Iglesia que se ha
opuesto a los errores que se han manifestado en el transcurso de la Revolución,
particularmente en la Declaración de los derechos del hombre.
Este es
el combate que libramos hoy en día: Existen los pro-Syllabus, los pro-Quanta
Cura, los pro-Pascendi y existen aquellos que son contrarios. Esto es muy
simple.
Los que
están contra estos documentos adoptan los principios de la Revolución, los
errores modernos. Los que están a favor permanecen en la verdadera fe católica.
Ahora
bien, ustedes saben muy bien que el cardenal Ratzinger ha dicho oficialmente
que para él el Vaticano II era el anti-Syllabus. Si él está claramente colocado
contra el Syllabus, es porque él ha adoptado el principio de la Revolución. De
allí que ha dicho claramente: “La Iglesia está abierta a las doctrinas que no
son nuestras sino que vienen de la sociedad, etc.” Todo el mundo ha
comprendido: los principios del 89, los derechos del hombre.
Nosotros
estamos exactamente en la situación del cardenal Pie, de Mgr. Freppel, de Louis
Veuillot, del diputado Keller en Alsacia, de Ketler en Alemania, del cardinal
Mermillod en Suiza, quienes han combatido el buen combate con la gran mayoría
de los obispos, porque en esa época ellos tenían la oportunidad de tener la
gran mayoría de los obispos con ellos. Ciertos, Mgr. Dupanloup y algunos
obispos franceses han sido la excepción. Igualmente algunos en Alemania y en
Italia han estado abiertamente en contra del Syllabus y de Pio IX, pero éstos
fueron casos extraordinarios.
Había
esta fuerza revolucionaria de los herederos de la Revolución y, para tenderles
la mano, los Dupanloup, Montalembert, Lamennais, que no quisieron jamás invocar
los derechos de Dios en contra de los derechos del hombre.
« Nosotros
pedimos el derecho común” es decir, lo que conviene a todos los hombres, a
todas las religiones, a todo el mundo. El derecho común, no los derechos de
Dios.
Nosotros
nos encontramos en el presente en la misma situación, no hay que hacerse
ilusiones: nosotros dirigimos un combate muy fuerte. Pero como está asegurado
por toda una línea de papa, no debemos dudar o tener miedo.
Algunos
quisieran cambiar esto o aquello, unirse a Roma, al Papa… Nosotros lo haríamos,
por supuesto, si ellos estuvieran en la
Tradición y continuaran el trabajo de todos los papas del siglo XIX y de la
primera mitad del XX. Pero ellos mismos reconocen que han tomado un camino nuevo,
que el Concilio Vaticano II ha abierto una nueva era, y que la Iglesia recorre
una nueva etapa.
Pienso
que debemos inculcar esto a nuestros fieles, de tal manera que ellos se sientan
solidarios de toda la historia de la Iglesia. Porque finalmente ella se remonta
incluso hasta antes de la Revolución: es el combate de Satán contra la Ciudad
de Dios. ¿Cómo va a resolverse? Este es un secreto de Dios, un misterio. Pero
no hay que preocuparse, hay que tener confianza en la gracia del Buen Dios.
Que
vayamos a combatir contra las ideas actualmente en boga en Roma, las que el
Papa expresa, así como Ratzinger, Casaroli, Willebrands y tantos otros, es
claro. Nosotros los combatimos porque ellos no hacen más que repetir lo
contrario de los que los papas han dicho y afirmado solemnemente durante un
siglo y medio.
Tenemos
que escoger.
No dudaremos
ni un minuto si no queremos encontrarnos con aquellos que nos están
traicionando. Hay quien desea mirar del otro lado de la barrera. Ellos no miran
del lado de los amigos, de los que se defienden en el mismo terreno de combate,
ellos miran un poco del lado del enemigo.
Ellos
dicen que hay que tener caridad, tener buenos sentimientos, que hay que evitar
las divisiones. Después de todo, estas personas dicen cuando menos la misa
buena, no son tan malos como se dice…
Pero
ellos nos traicionan. Dan la mano a los que demuelen la Iglesia, a los que
tienen ideas modernistas y liberales y por lo tanto condenadas por la Iglesia.
Por lo tanto ahora, ellos hacen el trabajo del diablo, ellos que trabajan con
nosotros por el reino de Nuestro Señor y por la salvación de las almas.
« Oh,
siempre que se nos acuerde la buena misa, podemos dar la mano a Roma, no hay
problema” ¡Mira cómo funciona! Ellos están en un callejón sin salida porque no
se puede a la vez dar la mano a los modernistas y querer conservar la
Tradición.
Que se
tenga contacto con ellos para traerlos a la Tradición, para convertirlos, en
último extremo. Este es el buen ecumenismo. Pero dar la impresión casi como si
nos arrepintiéramos, y que después de todo estaría bien hablar con ellos, esto
no es posible. ¿Cómo hablar con los que ahora nos dicen que estamos inmóviles
como cadáveres? Según ellos, nosotros ya no somos la Tradición viva, somos
gentes tristes “sin vida y sin alegría”. ¡Se creería que ellos jamás han
formado parte de la Tradición! Es inverosímil. ¿Cómo quieren que se pueda tener
relaciones con ellos?
Es lo que nos plantea a veces problemas
con algunos muy buenos laicos, que nos son favorables y han aceptado las
Consagraciones, pero que tienen un cierto pesar íntimo de no estar con los que
estaban antes, con los que no aceptaron las Consagraciones y que ahora están en
nuestra contra. “Es una lástima, quisiera irlos a encontrar, tomar una copa con
ellos, tenderles la mano”. Esto es traición, porque a la menor ocasión se irán
con ellos. Hay que saber lo que queremos.
Esto es
lo que ha asesinado a la Cristiandad de Europa, no solamente a la Iglesia de
Francia sino también a la de Alemania, de Suiza… Son los liberales que han permitido
a la Revolución instalarse, precisamente porque les han tendido la mano a
aquellos que no tenían sus mismos principios.
La
pregunta es si queremos colaborar también a la destrucción de la Iglesia, a la
ruina del reino social de Nuestro Señor, o si nos hemos comprometido a trabajar
por el reinado de Nuestro Señor Jesucristo.
Todos
los que quieran venir con nosotros, para trabajar con nosotros, Deo gratias,
les damos la bienvenida, poco importa de dónde vienen, pero que no nos pidan dejar nuestro camino
para ir a colaborar con los otros. Esto no es posible.
A lo
largo del siglo XIX, los católicos se han literalmente destrozado a propósito
del documento del Syllabus, a favor, en contra, a favor, en contra…
Ustedes
recordarán en particular al conde de Cambord que fue criticado de haber
rehusado la realeza por una cuestión de bandera. Pero no fue solamente una
cuestión de bandera, el conde de Chambord se rehusó ser sometido a los
principios de la Revolución. El dijo: “No consentiría jamás ser el rey legítimo
de la Revolución”. Y tenía razón, ya que hubiera sido plebiscitado pro el país
y la Asamblea, pero a condición de aceptar el parlamentarismo, es decir, los
principios de la Revolución. También dijo: “No, si yo debo ser rey, lo sería
según mis ancestros de antes de la Revolución”.
Tenía
razón. Hay que escoger. Con el Papa, el
escogió los principios anteriores a la Revolución, principios católicos y
contrarrevolucionarios. Y nosotros también escogimos ser
contrarrevolucionarios, con el Syllabus, contra los errores modernos, estar en
la verdad católica y defenderla.
Este
combate entre la Iglesia y los liberales modernistas es el del concilio
Vaticano II. No hay que buscarle tres pies al gato. Y va más lejos. Entre más
se analizan los documentos del Vaticano II y la interpretación que le han dado
las autoridades de la Iglesia, más nos apercibimos que se trata no solamente de
algunos errores, el ecumenismo, la libertad religiosa, la colegialidad, un
cierto liberalismo, sino de una perversión del espíritu. Es toda una nueva
filosofía basada en la filosofía moderna del subjetivismo. El libro que acaba
de aparecer de un teólogo alemán y el cual espero que sea traducido al francés
a fin de que lo puedan tener entre sus manos, es muy instructivo de este punto
de vista. Comenta el pensamiento del Papa, especialmente un retiro que predicó
en el Vaticano siendo simple Obispo. Demuestra que en el Papa todo es
subjetivo. Cuando enseguida leemos su discurso, nos apercibimos que ése es su
pensamiento. A pesar de las apariencias, no es católico. El pensamiento del
Papa en cuanto a Dios, en cuanto a Nuestro Señor, viene del fondo de su
conciencia y no de una Revelación objetiva a la cual se adhiere con su
inteligencia. El construye la idea de Dios. Últimamente dijo en un documento
inverosímil, que la idea de la Trinidad no ha podido llegar sino muy tarde,
porque es necesario que la psicología del hombre interior pueda ser capaz de
llegar a la Santísima Trinidad. Entonces la idea de la Trinidad no viene de una
Revelación, sino del fondo de la conciencia.
Estos
no son pequeños errores. Nos encontramos delante de toda una corriente
filosófica que remonta a Descartes, a Kant, a toda la línea de filósofos
modernos que han preparado la Revolución.
He aquí
algunas citas del Papa sobre el ecumenismo publicadas en el Osservatore Romano
del 2 de junio de 1989:
« Mi
visita a los países nórdicos es una confirmación del interés de la Iglesia
católica en la obra del ecumenismo que es el de promover la unidad entre todos
los cristianos. Hace 25 años que el concilio Vaticano II ha insistido
claramente en la urgencia de este desafío en la Iglesia. Mis predecesores han
buscado alcanzar este objetivo con una perseverante atención a la gracia del
Espíritu Santo quien es la fuente divina y el garante del movimiento ecuménico.
Desde el inicio de mi pontificado, he hecho del ecumenismo la prioridad de mi
solicitud para la acción pastoral”.
Está
claro.
Y el
papa, sin detenerse, hace discursos sobre el ecumenismo porque él recibe
constantemente a delegaciones de ortodoxos, de todas las religiones, de todas
las sectas.
Se
podría decir que éste ecumenismo no hizo el mínimo progreso en la Iglesia. No
condujo a nada sino a confortar a los demás en sus errores, sin buscar
convertirlos. Todo lo que ha sido dicho son galimatías: la comunión, el
acercamiento, desearíamos muy pronto estar en una comunidad perfecta, esperamos
en poco tiempo poder comulgar en los sacramentos de la unidad… Y así
sucesivamente. Pero ellos no avanzan, es imposible que avancen jamás.
Todavía
en el Osservatore Romano, se encuentra un discurso de Casaroli dirigiéndose a
la Comisión de los derechos del hombre de las Naciones Unidas:
« Respondiendo
con mucho placer a la invitación que me ha sido dirigida de venir hasta ustedes
aportándoles el apoyo de la Santa Sede, deseo centrarme un poco –y todos lo
comprenderán- en un aspecto específico de la libertad de pensar y de actuar
según su conciencia, luego la libertad religiosa”. (¡Escuchar cosas como éstas
de boca de un arzobispo!). “Juan Pablo II no dudaba en afirmar el año pasado en
un mensaje para la Jornada mundial de la paz, que la libertad religiosa
constituye la piedra angular en el edificio de los derechos del hombre.
La
Iglesia Católica y su Pastor supremo, que ha hecho de los derechos del hombre
uno de los grandes temas de su predicación, no han dejado de recordar que en el
mundo hecho por el hombre y para el hombre (dixit Casaroli!)”Toda organización
de la sociedad no tiene sentido más que en la medida en que ella haga de la
dimensión humana su preocupación central”. (Dios, no se habla más de la
dimensión de Dios en el hombre, es horrible, es el paganismo). Entonces el
continúa: “Todo hombre y todo el hombre, esa es la preocupación de la Santa
Sede, tal es sin duda la vuestra también”.
No tenemos nada que ver con esta gente, porque no tenemos
nada en común con ellos.
Entonces nuestro famoso Ratzinger se
encuentra ahora molesto de haber dicho que el Vaticano era un contra-Syllabus,
porque se lo reprochamos a menudo. Es por eso que él ha encontrado una
explicación que ha dado el 27 de junio de 1990.
Ustedes saben que Roma ha publicado un
río de documentos para explicar las relaciones entre el Magisterio y los
teólogos. Como no saben cómo salir de los apuros que tienen en todas partes,
tratan de recuperar a los teólogos sin condenarlos mucho. Hay páginas y
páginas, es para perderse completamente.
Es en
la presentación de este documento que el cardenal Ratzinger ofrece su opinión
sobre la posibilidad de poder decir lo contrario de lo que los papas han
siempre afirmado desde el siglo pasado.
« El
documento, dice el Cardenal, afirma quizá por primera vez con claridad (en
efecto, pienso que esto es cierto), que hay decisiones del Magisterio que no
pueden ser la última palabra sobre un asunto como tal, sino que son un anclaje
substancial en el problema (¡el maligno!) Y antes que todo una expresión de
prudencia pastoral. Una especie de disposición provisoria. (¡Las decisiones
oficiales de la Santa Sede, disposiciones provisorias!) El núcleo se mantiene
estable pero los aspectos particulares sobre los que tienen una influencia las
circunstancias del tiempo, pueden tener necesidad de rectificaciones
ulteriores. A este respecto se pueden señalar las declaraciones de los papas
del siglo pasado sobre la libertad religiosa (¡por favor!) como también las
decisiones anti modernistas de principios de siglo. (¡Va fuerte!) Y sobre todo
las decisiones de la Comisión bíblica de la misma época” (Entonces no puede
digerirlas).
He aquí
tres decisiones del Magisterio que se pueden dejar de lado. Pueden cambiar. A
este respecto se puede señalar las declaraciones de los papas del siglo pasado
que necesitan rectificaciones ulteriores “Las decisiones anti modernistas han
hecho un gran servicio, pero después de haber rendido su servicio pastoral en
su tiempo, en sus determinaciones particulares, actualmente son obsoletos”.
(Ahora damos la vuelta a la página del modernismo. Se terminó, no hablemos
más).
Se libra de la acusación que se le hace
de estar contra el Syllabus, contra decisiones pontificales y el Magisterio: queda
el núcleo (¿qué núcleo? ¡No lo sabemos!) Pero los aspectos particulares sobre
los cuales tienen una influencia particular las circunstancias del tiempo
pueden necesitar rectificaciones posteriores. Voila! Está hecho, es increíble.
Cómo
quieren que se les tenga confianza a personas como éstas, que justifican la
negación de Quanta Cura, de Pascendi, de las decisiones de la Comisión Bíblica,
etc…
O bien
nosotros somos los herederos de la Iglesia Católica, es decir, de Quanta Cura,
de Pascendi, con todos los papas hasta antes del concilio, y la gran mayoría de
los obispos de entonces, por el reino de Nuestro Señor Jesucristo y la salud de
las almas, o bien somos herederos de aquellos que se esfuerzan, incluso al
precio de una ruptura con la Iglesia y su doctrina, de admitir los principios
de los derechos del hombre, basados en una verdadera apostasía, con vista a
obtener una presencia de servidores en el gobierno mundial revolucionario.
Porque eso es el fondo: a fuerza de estar en pro de los derechos del hombre, de
la libertad religiosa, la democracia y la igualdad de los hombres, tendrán un
sitio en el gobierno mundial, pero será un sitio de servidores.
Si yo
les digo estas cosas, es porque me parece que hay que retomar nuestro combate
con quien lo ha precedido. Porque no ha comenzado con el Concilio, este combate
tan duro, tan penoso en el cual la sangre se ha derramado. La separación de la
Iglesia y el Estado, los religiosos y religiosas perseguidos, el dominio sobre
todos los bienes de la Iglesia, han constituido una verdadera persecución, no
solamente aquí sino en Suiza, en Alemania, en Italia. Fue desde el momento de
la ocupación de los Estados Pontificios que el Papa se encontró relegado en el
Vaticano, presa de cosas abominables. Entonces ¿estaremos con todo el mundo
contra la doctrina de los papas sin ocuparnos de las protestas que ellos han
elevado para defender los derechos de la Iglesia y de Nuestro Señor, para
defender las almas?
Creo verdaderamente que tenemos unos
cimientos y una fuerza que no provienen de nosotros. No es nuestro combate el
que libramos, es el de Nuestro Señor, continuado por la Iglesia. No podemos
dudar: O bien estamos con la Iglesia o contra ella, nosotros no estamos con
esta Iglesia conciliar que cada vez es menos la Iglesia Católica, prácticamente
no queda nada.
Antes,
cuando el Papa hablaba de los derechos del hombre, frecuentemente hacía alusión
a los deberes del hombre igualmente. Ahora ya no más: todo es por el hombre,
para el hombre. Quise hacerles estas consideraciones para que ustedes se
fortifiquen también, y que tengan conciencia de continuar el combate con la
gracia del Buen Dios.
Porque
es evidente que ya no existiríamos si el Buen Dios no estuviera con nosotros.
Ha habido al menos cuatro o cinco ocasiones en el curso de las cuales la
Fraternidad hubiera desaparecido. Y gracias a Dios, estamos aquí todavía para
continuar. Ella debió desaparecer en particular en la ocasión de las
consagraciones, ¡nos lo predijeron tanto! Todos los profetas de desgracias e
incluso algunos cercanos nos dijeron: “Monseñor, no lo haga nunca, será el fin
de la Fraternidad”. Pero no, el Buen Dios no quiere que su combate termine. Es
todo.
Este
combate ha tenido sus mártires: los mártires de la Revolución y todos aquellos
que han sido martirizados moralmente en el curso de todas las persecuciones de
los siglos XIX y XX. San Pio X ha sufrido el martirio a causa de tantos obispos
perseguidos, de conventos expropiados, de religiosos cazados más allá de las
fronteras entre otras cosas. ¿Y todo eso por nada? Este sería un falso combate,
inútil, un combate que condenarían las víctimas y los mártires. Esto no es
posible.
Nosotros
estamos inmersos en esta corriente, en esta continuidad, agradezcamos al Buen
Dios. Somos perseguidos, es evidente, nosotros somos los únicos excomulgados,
los únicos perseguidos, pero no podemos no serlo.
¿Entonces
qué pasará? No lo se. ¿Elías? Apenas esta mañana leía en la Escritura: “El
regresará y pondrá todo en su lugar”, Omnia restituet. Que venga rápido!
Humanamente
hablando, no veo la posibilidad de un acuerdo actualmente. Me decían ayer: “si
Roma aceptara sus Obispos y que usted estuviera completamente exento de la
jurisdicción de los obispos…” Por principio ellos están lejos de aceptar una
como esa, además es necesario que ellos nos hagan la oferte y yo no pienso que
estén listos porque la dificultad de fondo, que es el darnos un obispo
tradicionalista. Ellos no quieren más que un obispo con el perfil de la Santa
Sede. El perfil, ustedes comprenden lo que quiere decir. Ellos saben muy bien
que dándonos un obispo tradicional, construirían una ciudadela tradicionalista.
Ellos no lo quieren y tampoco se lo han dado a los otros. Cuando los otros
dicen que han firmado el mismo protocolo que nosotros, no es verdad. Nuestro
protocolo preveía un obispo y dos miembros en la Comisión romana. Pues bien,
ellos no tienen ni el obispo ni los miembros en la Comisión romana. Roma ha
retirado esto del protocolo, pues no lo quería a ningún precio.
El
primero de noviembre próximo festejaremos el vigésimo aniversario de la
Fraternidad, y yo estoy íntimamente convencido que es ella quien representa lo
que el Buen Dios quiere para guardar y conservar la fe, la verdad de la Iglesia
y lo que todavía pueda ser salvado de la Iglesia. Esto se hará gracias también
a los obispos que rodean al Superior general, cumpliendo su rol indispensable
de mantenedores de la fe, predicando, dando las gracias del sacerdocio y de la
confirmación. Estas son cosas irremplazables de las cuales tenemos absoluta
necesidad.
Todo
esto es muy consolador, y pienso que nosotros podemos agradecer al Buen Dios, y
obrar en la perseverancia, a fin de que un día se reconozca lo que hacemos.
Aunque la visita del cardenal Gagnon no haya dado muchos resultados, cuando
menos muestra que estamos presentes y que en la fraternidad se hace el bien.
Aunque ellos no hayan querido decirlo
expresamente, están obligados de reconocer que la Fraternidad representa una
fuerza espiritual irremplazable para la fe, donde ellos, espero, tendrán la
alegría y la satisfacción de servirse cuando hayan regresado a la fe
tradicional.
Roguemos a la Santísima
Virgen, pidamos a Nuestra Señora de Fátima, en todas las peregrinaciones
respectivas en todos los países, de venir en la ayuda de la Fraternidad para
que tenga muchas vocaciones. Deberíamos tener un poco más de vocaciones,
nuestros seminarios no están llenos. Pero pienso que con la gracia de Dios, eso
vendrá. Gracias por haberme escuchado. Les pido orar para que yo tenga una
buena y santa muerte, porque ahora es lo que me queda por hacer.
+ Monseñor Marcel LEFEBVRE
PD.- Por solicitud e Monseñor Lefebvre, el estilo hablado de esta conferencia ha sido ligeramente corregido para ser una publicación escrita (1990).